domingo, 5 de julio de 2015

Opinión personal (34): El eneagrama. Exposición general del sistema de enatipos. (2º de 13)

Exposición general del sistema de eneatipos.
El eneagrama desarrolla, como intuición base para el perfeccionamiento del individuo, una teoría en la cual la personalidad aparece como una “oscuridad óntica” (una falta de “ser”). Se trata entonces de conocer las diferentes formas en que cada uno expresa su ser y avanzar en un auto-conocimiento que evite y supere la “degradación de la conciencia. (1)
Este planteamiento no es algo totalmente nuevo. Son muchas las tradiciones de sabiduría que de alguna forma han expresado esa sospecha de que el ser humano puede sentirse más “completo”, de que le falta algo “esencial” que casi siempre se vive como “pérdida”. De hecho parece bastante más que probable que de ese sentimiento o intuición de “falta” surja la percepción de lo religioso (2).
Coincido con Naranjo (2008) en que los relatos míticos de “caída” o “expulsión de un paraíso” –que se dan en diferentes culturas- reflejan muy bien esas vivencias de carencia y el subsiguiente deseo de obtener una plenitud. Casi todas las tradiciones religiosas han ahondado en ello y son constantes sus referencias a “estar dormidos” y a la necesidad subsiguiente de que debemos “despertar, o, también, a como la “luz” acabará venciendo a la “oscuridad: Significaciones claves en una simbología poderosa que se dan tanto en la religión convencional como en la mística.

Siendo el eneagrama un camino de perfeccionamiento personal (aunque no olvide lo espiritual) elabora dichas intuiciones de carencia con un sentido quizás no tan trascendente –al menos en la actualidad (3)- y las enfoca hacia procesos de autoconciencia. En principio, no pretende competir con las religiones a pesar de que el sentido último de ambos pueda parecer coincidente. Cuando el eneagrama habla de “pérdida de ser” quiere significar que la energía psicológica –el espíritu- no fluye por los canales óptimos si no que, más bien, opta por caminos de adaptación en su deseo de completar algo que siente como deficitario.
Hay, por lo tanto, una clara percepción de carencia y ante ella cada personalidad desarrolla unos mecanismos de adaptación propios. Las formas de explicar ese posible vacío, ese anhelo de plenitud y los modos en que resolvemos esa ansiedad esencial, son bastante diferentes según la tradición en la que estemos. El eneagrama plantea nueve propuestas, nueve maneras básicas de ver el mundo. Nueve “patrones” en la terminología de Riso y Hudson (2011).

A su vez la psicología intenta –creo que en la actualidad con éxito- “unificar”, aclarar y elaborar un discurso propio con pretensión de objetividad científica. Evidentemente explica con palabras diferentes esa “falta de ser”, identificándola en determinadas ocasiones con procesos de neurosis (Quiero señalar que el DSM IV –“biblia” de diagnosis norteamericana- muestra, desde mi punto de vista, una preocupante tendencia a la patologización de casi todas las conductas pero parece ser la “biblia” de los psicólogos y psiquiatras y es imperativo tenerlo en cuenta. Actualmente está vigente el DSMV, pero, en lo básico no cambian las referencias citadas en estos post)
Naranjo señala que Freud, en su visión de la neurosis, constató una interferencia de la vida instintiva. . Aunque hoy día se cuestionan algunos aspectos de la teoría de la libido todavía son muchos los psicoanalistas que siguen estando de acuerdo en que “el origen de la neurosis debe buscarse en un maternaje imperfecto” (Naranjo 2008. p.3).
Pero, sin duda, no se trata sólo eso, ya que parece evidente que la neurosis se va transmitiendo a través de la cultura y de los procesos de parentalización (en ese extremo sí parece darse un mayor acuerdo) e igualmente evidente que no hay una sola causa para ello. Se parte de la tesis –que todos podemos comprobar experimentalmente- de que el niño, ante la falta de aquello que necesita, va probando y adaptándose de la forma en que considera más válida a sus circunstancias. (4)
Podemos decir que el individuo ya no es libre de aplicar o no los resultados de su nuevo aprendizaje, sino que “ha puesto el automático”, acudiendo a una determinada respuesta sin “consultar” la totalidad de su mente o considerando la situación creativamente en el presente. Es esa fijación de respuestas obsoletas y la pérdida de la capacidad de responder creativamente en el presente lo que más caracteriza el funcionamiento psico-patológico” (Naranjo, 2008. p .6 ).
A la persistencia de esa estrategia de adaptación, que supone necesariamente una “rigidización” de la conducta, es a lo que unos llaman ego y otros personalidad o carácter: patrones reconocibles que han sido estudiados de diferentes maneras u ópticas.
Nuestro autor prefiere hablar de “carácter(5) indicando que esta palabra, que procede del griego “charaxo” y significa “grabar”, hace referencia a lo que es constante en una persona porque ha sido “grabado” en uno. Y continúa:
Podemos describir el carácter como un compuesto de rasgos, entendiendo que cada uno de ellos apareció bien como una identificación con un rasgo de los padres o bien, por el contrario, por un deseo de NO ser como los padres en ese aspecto en particular”. “Pero el carácter es más que un conjunto caótico de rasgos: es una compleja estructura que podría representarse en forma de árbol, en el que los distintos comportamientos son aspectos de comportamientos más generales” (p.7).
Como he señalado antes, para Naranjo el núcleo fundamental de todo carácter tiene una doble naturaleza: un aspecto motivacional (el impulso que nos mueve) en
interacción con un prejuicio cognitivo (una forma preconcebida de ver las cosas, unas “gafas” de color determinado). Es decir una “pasión” asociada a una “fijación”. Dentro del sistema Eneagramático, los nueve tipos que se describen son, precisamente, cristalizaciones de diferentes “pasiones” en su interactuación con las sub-siguientes fijaciones. Sobre ésta estructura desarrolla una detallada descripción de los posibles caracteres.

Es importante, además, tener en cuenta que, a diferencia de otras teorías del comportamiento humano, el eneagrama reconoce en el comportamiento –coincidiendo hasta cierto punto con el psicoanálisis- tres instintos y fines básicos: la supervivencia, el placer y la relación (6).
Estos, a su vez, se interrelacionan con los tres “centros” que se dan -con diferente nivel de predominancia- en cada ser humano: el intelectual, el emocional y el instintivo.
Gurdijieff consideraba esos centros como tres contradictorios “yoes” y esos “yoes” se hacían cargo de la persona en diferentes momentos según predominase uno u otro. Sostenía que si el individuo se aferraba a la idea de ser solo “uno” no podría interpretar las diferentes pulsiones que experimentase y le sería imposible tratar de ponerlas en armonía para conseguir la situación de equilibrio.
Freud también hablaba de un yo físico, un yo emocional y un yo intelectual. Estos aspectos han sido también concienciados, hasta cierto punto, en el lenguaje común tal y como podemos ver cuando hablamos de que en “aquel” predomina la “cabeza”, en el otro el “corazón” y en el de más allá las “vísceras”. Sin duda un claro ejemplo de cómo, en algunas ocasiones, se llega a conclusiones similares aunque los procedimientos para ello hayan sido muy diferentes.

Los caracteres.
Dentro del proceso de perfeccionamiento que desarrolla el eneagrama, adquiere importancia capital identificar el propio “rasgo principal”, la característica determinante de la personalidad (7). Es evidente que el número de “rasgos principales no es ilimitado y por lo tanto podemos hablar de unas determinadas configuraciones psicológicas o tipos de personalidad. Como ya he referido antes la mezcla de rasgos basadas en un particular modo de distorsionar la realidad y en un peculiar modo de motivación o pasión es lo que constituye el carácter (8).
Por poner un ejemplo gráfico, podemos comparar el carácter con un diamante en bruto del que se van obteniendo diferentes brillos según predominen unas u otras facetas.
El eneagrama expone primariamente NUEVE tipos de “diamante” o nueve “rostros del alma” (en claro contraste con otros tipos de caracterologías: Sheldon tres, Hipócrates cuatro, los cinco tipos bio-energéticos de A. Lowen etc.)
Cada tipo puede presentar diferentes variantes como luego veremos en función de que predominen con mayor o menor intensidad algunos de los impulsos primarios antes referidos o en función del particular grado de desarrollo del individuo. (9)
Naranjo señala cómo la psicología tradicional también ha aspirado a una clasificación convincente y así el DSM IV ( “contempla tres grupos fundamentales: el grupo
esquizoide, con clara orientación al pensamiento (eneatipos V, VI y VII); el grupo histeroide con una orientación hacia el sentimiento (eneatipos II, III y IV) y otros de tipo corporal que, en cuanto a constitución, son los menos ectomórficos y están orientados predominantemente hacia la acción (eneatipos VIII, IX y I).” (Naranjo 2008 p. 15).
Sin duda va en perfecta línea con el planteamiento de los “tres centros” o “yoes” de Gurdjieff que he expuesto más arriba y que otros autores como Michael Goldberg (2002), Arnaldo Pangrazzi (2007), o Riso/Hudson (2011) denominan “triadas” (grupo mental o centro del pensamiento (V, VI y VII); grupo emocional o centro de los senti-mientos (II, III y IV) y Grupo de la voluntad o centro de la acción (VIII, IX y I)).(10)
El hecho de que el eneagrama ubique los diferentes caracteres en un círculo no es algo baladí: su propia configuración de líneas internas, que van en una determinada dirección, implica un dinamismo y una interrelación que determinará pautas y características de desarrollo para cada eneatipo como veremos a la hora de describirlos individualmente. Tanto la teoría de las “alas” o de “vecindad” (influencia de los eneatipos anterior y posterior) como la dinámica de la llamada “ley del siete” en vinculación con la “ley del tres” son reflejo de esa particularísima psico-dinámica que impregna toda la sabiduría del eneagrama  (La “ley del tres” se refleja en el eneagrama a través del perfecto triángulo equilátero que componen los tipos 9, 3 y 6 (1i); la “ley del siete” configura a los demás números en un orden concreto resultante de dividir uno por siete de donde sale la secuencia 1, 4, 2, 8, 5, 7 y 1; en ese sentido esa secuencia, a la que añadiríamos la de 9, 6, 3 plasmaría una dirección que comúnmente se denomina como de “desintegracióny, si la secuencia se invierte -1, 7, 5, 8, 2, 4,1, 9, 3, 6, nos encontraríamos con la dirección de “integración).
Naranjo (2008) divide también el círculo en dos mitades simétricas a partir del punto nueve: “En conjunto, podemos hablar de un lado derecho y un lado izquierdo del eneagrama, en simetría a partir del punto IX. Vemos que el lado derecho es más social y el izquierdo más antisocial; o, dicho de otro modo, hay más seducción en el derecho y más rebeldía en el izquierdo. No me cabe duda de que, al menos en el mundo occidental, existe un predominio de hombres a la izquierda y de mujeres a la derecha" (p.23)
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En ningún caso hay en este blog interés económico directo ni indirecto.
Texto: Javier Nebot.
(continuará)

Notas:
(1) Como medio para “navegar” dentro de esa “falta de ser” todos los autores consultados para este artículo coinciden en considerar el eneagrama como un “mapa”, un descriptor de nuestra mente, que puede constituirse una herramienta clave para transitar hacia el camino del auto-conocimiento. Ahora bien, como dicen los amantes de la PNL: el mapa NO es el territorio. No podemos confundir un patrón general con un individuo particular. Nos podemos reconocer en el patrón pero NO somos dicho patrón. Parece una obviedad pero uno de los posibles errores de los que se acaban de iniciar en el eneagrama es, precisamente, la categorización simple de propios y extraños, utilizándolo como un “corsé” categórico, en vez de cómo algo dinámico inmerso en sutiles pautas de profundización.

(2) El cristianismo lo traduce en un anhelo de Dios. El hinduismo y buena parte del budismo lo expresan en una potente intuición de que toda realidad tiene mucho de “maya”, de ilusión y que lo que percibimos como real realmente es un “no es”. Son muchos los maestros que hablan de los tránsitos de la oscuridad a la luz como de algo imprescindible para el desarrollo del individuo y su toma de conciencia hacia la trascendencia. Dentro de nuestra tradición más cercana no puedo por menos que mencionar a un maestro como Antonio Blay basa sus enseñanzas en un proceso de auto concienciación que pretende, precisamente, superar esa “falta de ser” (Blay, Antonio. “La personalidad creadora”. 1992). También ahondando en este sentido me parecen muy relevantes las aportaciones de Willigis Jäger (“La Ola no es el Mar”. 2010), discípulo destacado de Karl Graff Dürckheim.

(3) Tengo que reconocer mi desconocimiento actual sobre el grado de vigencia de los grupos creados por Gurdjieff y los seguidores del “Cuarto Camino” que sí parecían seguir unas pautas que podríamos considerar “religiosas”. De hecho la expresión “Cuarto Camino” se popularizó para describir el nuevo enfoque de Gurdjieff que combinaba las tres formas previamente conocidas de desarrollo espiritual: la devoción (equivalente al “Bakthi” de los hindúes), el conocimiento (el equivalente al “Jnana”) y la austeridad física o ascetismo (tan popular entre los Padres del desierto y muchas órdenes religiosas posteriores y equivalente al Raja Yoga de la mencionada tradición hindú)

(4) Riso y Hudson (2011). Exponen este párrafo que me parece clarificador: “Visto desde esa perspectiva, podemos observar también que esos obstáculos se remontan a muchas generaciones atrás. Nuestros padres, sin darse cuenta, nos enviaron “mensajes” cuando éramos niños para que escondiésemos lo que éramos. Poco a poco, llegamos a creer que no era seguro tener o mostrar una o algunas partes de nosotros mismos. No importa la buena intención de nuestros padres, el caso es que, hasta cierto punto, todos hemos sucumbido al proceso de esconder y ocultar nuestra verdadera naturaleza esencial”. (p. 38).

(5). Aunque a los efectos que nos ocupa optó por seguir fundamentalmente las pautas de Claudio Naranjo, considero que Durán y Catalán (2010) establecen interesantes precisiones terminológicas, especialmente clarificadoras para aquellos que no somos psicólogos:
Aunque “carácter” y “personalidad” se emplean a menudo como sinónimos en la literatura psicológica actual, nos parece importante establecer la distinción terminológica que vamos a manejar en este estudio. Vamos a distinguir carácter frente a personalidad y también frente a temperamento, aunque éste no sea un término que vayamos a emplear. Por “temperamento” entendemos las características genéticas, cuasi físicas, energéticas, el substrato biológico del que emerge la personalidad y que hace referencia al tono vital: flemático, sanguíneo, asténico, atlético….Por “personalidad” entendemos las cualidades personales que sobre ese substrato biológico se han ido construyendo con la aportación de la “urdimbre primigenia”, de las circunstancias vitales que nos han tocado y de la especial manera de reaccionar ante ellas, determinadas por nuestro temperamento. En cuanto al “carácter” nos quedamos más con los aspectos estrictamente reactivos a las experiencias vitales que llegan a constituir una coraza defensiva, cuya función en origen es proteger la esencia de nuestro yo”. (p. 19 y 20)

(6) No parece haber excesivo acuerdo entre las diferentes escuelas psicológicas sobre la importancia de la noción de instinto en la interpretación de la conducta humana. Naranjo apoya la visión psicoanalítica de neurosis como perturbación del instinto.

(7) El término “rasgo principal” parece que fue utilizado por primera vez por el discípulo de Gurdjieff, Ouspensky.

(8) El eneagrama, pero también otras sabidurías asumen que el verdadero “ser” y la personalidad NO son lo mismo: se pretende conectar con la “esencia” primordial que –se supone- nos reconectará con lo mejor de nosotros mismos cuando y, quizás, nos encaminé directamente hacia la experiencia de lo absoluto, culmen de todo camino espiritual o religioso.

(9) En manuales avanzados se describen 27 subtipos. También se profundiza en los diferentes niveles de desarrollo según el grado de madurez o de patología en el que se encuentre el individuo en concreto. En este sentido el libro de Don Riso y Russ Hudson “Tipos de personalidad” (Palmyra. Madrid 2012) es sin duda de los más completos y clarificadores.

(10) Arnaldo Pangrazzi en su libro “El Enneagrama: un viaje hacia la libertad” (Sal Terrae. Santander 2007) expone de forma muy resumida pero clara lo que considera características de los tres centros Así:
Centro instintivo o de las vísceras (8-9-1): Órgano simbólico: el aparato digestivo. Tema principal: la supervivencia, la auto conservación, la seguridad. Preocupación: el poder y la justicia. Funciones privilegiadas: el movimiento, la acción, la sexualidad, la necesidad de control, la llamada a los valores, a las convicciones y a la fuerza de voluntad de la que brota la acción. Programación de la vida: Práctica. Filtro importante de la realidad: el oído. Palabra clave: la acción (la vida vista como desafío). Tiempo de referencia: el pasado, del que se alimenta la memoria histórica, que ilumina y guía la acción. Verbo: “hacer”, “crear”.
Centro emotivo o del corazón (2-3-4): Órgano simbólico: el corazón. Tema principal: “los demás”, o las relaciones interpersonales. Preocupación: la imagen y el prestigio. Funciones privilegiadas: los sentimientos, las necesidades relacionales, la atención a los mensajes y a la comunicación verbal y no verbal de los interlocutores. Programación de la vida: relacional. Filtro importante de la realidad: el gusto y el tacto (permiten establecer relaciones. Palabra clave: el proceso interactivo (la vida vista como un compromiso). Tiempo de referencia: el presente, como oportunidad concreta de encuentro, el intercambio y la confrontación. Verbo: “sentir”.
Centro intelectivo o de la cabeza (5-6-7): Órgano simbólico: el cerebro. Tema principal: Tener una visión global de las cosas para afrontarlas objetivamente. Preocupación: el temor a equivocarse. Funciones privilegiadas: el análisis, la síntesis, el uso de la fantasía y de la imaginación para dilatar horizontes, la elaboración de planes y estrategias, la objetividad y el procedimiento lógico, la capacidad de decisión. Programación de la vida: hipotética o ideal. Filtro importante de la realidad: el ojo, para observar, recoger datos e informaciones con vistas a una decisión más sabia. Palabra clave: el conocimiento. Tiempo de referencia: el futuro. Verbo: “pensar”.
Es importante recordar que los tres centros están presentes en cada persona, pues no se puede vivir sin cabeza, sin corazón o sin aparato digestivo. Cada centro hace su aportación y ofrece una perspectiva para la integración de las potencialidades humanas”. (p. 32 y 33).

(11) La “Ley de Tres” refiere a un principio cósmico, aceptado por muchas tradiciones de sabiduría (a través de su plasmación en “trinidades”), en el cual se distinguen tres fuerzas en perfecta vinculación: la fuerza positiva o creativa, la fuerza negativa o destructora, y una fuerza neutralizadora.

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