miércoles, 11 de septiembre de 2019

Opinión personal (68): Los inicios de la sociedad actual. Las revoluciones americana y francesa. (2º de 4).

América enciende la primera mecha.

Las colonias británicas de Norteamérica tenían el claro hándicap de la enorme distancia con la metrópoli.
5.000 kilómetros de océano dificultaban la comunicación entre ambas partes. Pero la distancia no era sólo física sino también social: las sociedades que habitaban a un lado y otro del Atlántico se configuraron de forma muy distinta y su posterior evolución implicó un distanciamiento cada vez mayor con el paso del tiempo.
Gran Bretaña, incluso siendo uno de los países más evolucionados de Europa, se movía todavía con pautas de sociedad aristocrática y estamental mientras que en América predominaba una clase media que empezaba a imponer otros valores. No es que no hubiese ricos y pobres –no se trataba de Utopía- pero no existía una aristocracia hereditaria ni tampoco el peso de una iglesia que pudiese apoyar determinado e inconmovible establishment. La idea de que si uno trabajaba y se esforzaba podría mejorar su situación caló extraordinariamente en suelo americano.
Entre 1764 y 1775 se produjeron toda una serie de desencuentros entre el gobierno de Londres y los súbditos norteamericanos (las 13 colonias estaban sujetas al llamado “Pacto colonial”) que provocaron un extraordinario avivamiento de sentimientos independentistas y otros muchos conflictos que acabaron estallando en una guerra y una ruptura definitiva de relaciones.
¿La espoleta?: Una ya muy famosa subida de impuestos, pero también la prohibición de que los colonos se estableciesen en nuevos territorios situados más al oeste lo que hizo temer que el gobierno inglés pudiese querer venderlos para pagar los gastos de sus guerras en el continente europeo (contra Francia).
Tanto la llamada “Ley del Timbre” (Stamp Act, impuesto sobre sellos, documentos públicos y prensa; 1765) como la “Ley del Té” (impuesto sobre diversos productos además del té: vidrio, plomo etc.) consiguieron aunar movimientos de rechazo y la conciencia de que los “americanos” debían tener voz propia fue creciendo a velocidad exponencial (1).
Las protestas que se desataron contra los nuevos impuestos fueron, dentro de la más pura tradición, reprimidas con contundencia lo que contribuyó a enardecer aun más los ánimos en vez de aplacarlos.
El 16 de diciembre de 1773 un grupo de colonos disfrazados de indios Mohawk, asaltaron un barco perteneciente a la Compañía británica de las Indias Orientales y lanzaron por la borda todo su contenido de té: cientos de fardos de té fueron a parar a la bahía de Boston.
El gobernador inglés se lo tomó muy mal y ante una reacción que muchos consideraron desproporcionada, otras colonias decidieron sumarse a la causa.
En el I congreso continental de 1774 (5/9/1774), reunido en Filadelfia, con 51 delegados de las 13 colonias, se acordó el derecho de éstas a decretar su propia legislación y se asumieron funciones de auto-gobierno. También se autorizó el reclutamiento de un ejército para oponerse a la opresión británica poniendo al frente del mismo al propietario de una plantación de Virginia: George Washington.
En agosto de 1775, Gran Bretaña declaró a las colonias americanas en estado de rebelión.
El 4 de julio de 1776 (desde entonces fiesta nacional norteamericana), las colonias respondieron con otra declaración: por doce votos a favor, ninguno en contra, y la abstención de Nueva York, los delegados aprobaron la Declaración de Independencia americana (El II Congreso continental, de nuevo en Filadelfia, heredero del primero, comenzó sus reuniones en Mayo de 1775 y organizó a los estadounidenses en la guerra contra Gran Bretaña).
La importancia y trascendencia posterior de la Declaración de Independencia fue enorme. 
Constituyó para muchos historiadores el “precedente de todo” ya que surgió un nuevo estado que se regiría por valores e instituciones inspiradas en el pensamiento liberal e ilustrado, en las antípodas de lo que sucedía en Europa.
La guerra no fue algo breve: se alargó durante ocho años y fueron muchos los estados europeos que jugaron un papel en la misma (franceses, españoles y holandeses apoyaron a los colonos en la esperanza de favorecer sus propios intereses, o perjudicar los de los ingleses, más que por verdadera comprensión ideológica). Las fuerzas rebeldes estuvieron en muchas ocasiones a punto de ser derrotadas (2), pero al final triunfaron y en 1783 se firmó en París la Paz de Versalles en la que Gran Bretaña reconocía la independencia de las 13 colonias (y en el que Francia obtenía Tobago y Senegal y España, Menorca y la Florida, pero no el dichoso Gibraltar perdido en 1713).
Pocos años después, el 17 de septiembre 1787, los representantes de las trece colonias se reunían de nuevo en Filadelfia y aprobaban la que sería la primera constitución escrita de la historia (3). La carta magna norteamericana entró en vigor en el verano del siguiente año certificando de forma oficial el nacimiento de los Estados Unidos de América.
¿Consecuencias
Como he mencionado antes, muchas y fundamentales. Resumo algunas: 
-Desde un punto de vista económico se abrió un proceso de expansión económica y territorial que afectó a toda Norteamérica y, posteriormente, a toda la economía mundial (4).
-Desde un punto de vista social, la burguesía asumió el liderazgo de una moderna sociedad de clases dando el carpetazo a la llamada sociedad estamental (5).
-Desde el punto de vista internacional surgió el primer ejemplo de descolonización.
-Desde el punto de vista ideológico, la redacción de la primera constitución escrita supuso la culminación de un proceso ilustrado cuyo claro origen estaba al otro lado del atlántico aunque fructificase primeramente en Norteamérica.
No cabe la menor duda que a nivel internacional se produjeron múltiples “contagios, especialmente en los países europeos aunque, en un principio, el foco natural de expansión fueron las colonias americanas: se inició un imparable movimiento de cambios que modificaría de manera irreversible, en menos de treinta años, tanto a Europa como América.
¿Qué podemos ver en el cine que nos ilustre este periodo histórico?
Los norteamericanos, interesados en crear su propia “mitología” histórica han filmado infinidad de películas (no todas de buena calidad) aunque su producción, ingente a la hora de ilustrar la expansión hacia el Oeste (Farwest), creando un género propio, el “Western”, no lo es tanto para narrar en clave histórica su independencia. Aun así podemos mencionar (6): “Los inconquistables” (1947), de Cecil B. de Mille; “Corazones indomables” (1939), de John Ford; “El discípulo del diablo” (1959) de Guy Hamilton. Hay también algunos “biopic” interesantes sobre personajes claves como George Washington o John Adams, pero para los efectos que nos ocupa me remito a dos películas no excesivamente lejanas en el tiempo: “Revolución” (1985) del director inglés Hugh Hudson y “El patriota” (2000) de Roland Emmerich.
"Revolución" (7) se sitúa a comienzos de la guerra de independencia.
El film se plantea desde el punto de vista del protagonista, Tom, el barquero, (interpretado por Al Pacino) que se dedica a la caza y a la venta de pieles (actividad muy común en la zona de Estados Unidos donde está ubicada la narración) y que sobrevive a duras penas. 
Sin ninguna posibilidad de oponerse (le confiscan su barca) se ve envuelto en una guerra que no tiene ningún sentido para él. Contribuye también a su implicación en la misma el que su hijo se haya enrolado en el ejército para conseguir algo de dinero. Con todo, su individualismo no le ayuda a entender el porqué de una guerra que se le antoja absolutamente ajena. En este sentido la película refleja bien la mentalidad de muchos colonos a los que el enfrentamiento con la metrópoli era algo que no les incumbía.




Hudson ilustra con acierto el clímax y la ambientación del New York embrionario, también la inoperancia de un ejército “americano” reclutado de mala manera y muy poco ducho en el campo de batalla (de hecho parte de la instrucción de los nuevos reclutas tuvieron que llevarla a cabo oficiales franceses que contribuyeron a darles disciplina y sentido militar).
Llama la atención que, siendo un director inglés, no haya pretendido dulcificar el comportamiento de los soldados ingleses (personalmente me parece que la crueldad del personaje interpretado por Donald Sutherland se debe más a necesidades dramáticas que a circunstancias históricas, aunque es más que probable que si existiesen elementos de mentalidad semejante en ambos bandos) y nos muestre claramente la influencia de la guerra en el comportamiento humano. Interesante, por tanto, la película para hacernos una idea de unos acontecimientos que, siendo claves desde una perspectiva histórica, distaron mucho de verse así en el momento en que sucedieron ya que no fueron de aceptación tan unívoca e idealizada como muchas veces se pretende.


El patriota” de Roland Emmerich (8) se mueve en parámetros bastante parecidos al film que acabamos de ver: el personaje interpretado por Mel Gibson, contrario a su implicación en la guerra contra los ingleses (“tengo hijos no puedo tener principios”), se transforma en un demoledor guerrero cuando un oficial de su Graciosa Majestad asesina a uno de sus hijos y se lleva a otro con la malévola intención de ahorcarle por ser “espía” americano (por lo que parece está inspirado en un personaje real, Francis Marion, conocido como “el zorro del pantano”).


En esta ocasión la trama se desarrolla en Carolina del Sur y el protagonista vive en una granja –pequeña plantación de tabaco- trabajando codo a codo con libertos negros. 
A su pesar, el hijo mayor, contagiado del espíritu patriótico de sus conciudadanos, y en contra de su voluntad, se alista en el naciente ejército americano. Los acontecimientos posteriores hacen que la acción, la guerra, prácticamente llegue a las puertas de su hacienda precipitando la acción de forma inexorable.


Desde mi punto de vista la película de Emmerich adolece de excesiva extensión y de bastante polarización en sus personajes (el “malo” es un “malo” demasiado de libro y el “bueno” cae a veces en sentimentalismos propios de “La casa de la pradera”), pero aun así la “atmósfera” que refleja tiene visos aceptables de realidad histórica y, al ser una película más reciente (2000), su estética está más perfeccionada que en “Revolución” (supongo además que esta producción habrá contado con un mayor presupuesto que la de Hudson al ser Mel Gibson un valor seguro en taquilla).
Ninguna de las dos me parece una película “definitiva” –¡si es que eso puede darse!- sobre la Guerra de Independencia norteamericana, pero ambas tienen suficientes cualidades como para "fijar" en la retina del espectador una época y, con ella, una cierta mentalidad por encima del argumento concreto de cada una de ellas.


Notas:
(1). A nivel político los norteamericanos contaban con muy poca autonomía. No poseían representación en el Parlamento británico, de ahí que muchos colonos respondieran con el lema de: “Ni una imposición sin representación”. Ya que a las colonias no se les permitía elegir miembros del Parlamento tampoco tendrían por qué soportar la imposición de unos impuestos sobre los que no habían tenido ni voz ni voto.
(2). El ejército inglés era mucho más grande –unos 20.000 hombres, que se fueron incrementando paulatinamente- y estaba, lógicamente, bastante mejor pertrechado que el norteamericano –aprox. 8000 hombres- que tuvieron que formarlo con voluntarios -muy patriotas, pero indisciplinados- y que contaba con un equipamiento bastante inferior. El conocimiento del terreno y las dificultades de la metrópoli para seguir abasteciendo a su ejército (amén de la ayuda de diversos países europeos) pusieron las cartas a favor de los rebeldes.
La victoria de Saratoga el 17 de octubre de 1777 fue el espaldarazo definitivo a favor de los americanos aunque no supuso ganar la guerra que se alargó hasta 1783.
(3). Sobre la Constitución americana existen multitud de estudios especialmente desde el punto de vista político y jurídico. Para una visión general ver el link de wikipedia:
(4). El Tratado de París y adquisiciones posteriores dieron vía libre para la expansión hacia el Oeste. En pocas décadas el crecimiento territorial fue extraordinario y el crecimiento económico imbatible.. Franco Martinelli lo explica acertadamente en su “Historia de los Estados Unidos” (Barcelona, Ed. Vecchi 1973). 
(5). Como bien señala Juan Pablo Fusi en su libro “Breve historia del mundo contemporáneo. Desde 1776 hasta hoy”, “La Revolución americana no fue una revolución social, popular o de clase. Sus líderes eran conservadores; la revolución ni altero el viejo orden colonial (propiedad, religión) ni creo un nuevo orden social. No hubo violencia posrevolucionaria. Al contrario, desde 1776, los Estados Unidos tuvieron gobiernos altamente estables. Todo ello tuvo, probablemente, una razón: el orden americano era, como observó Tocqueville, eminentemente democrático desde el nacimiento de las colonias. El régimen colonial se basó, en efecto, desde el primer momento, en los derechos legales y constitucionales de las colonias, regidos por gobiernos representativos y asambleas democráticas. La libertad de las colonias respondió, por un lado, a la ética protestante de la libertad individual y la disidencia religiosa; y por otro, a la visión de América como una sociedad libre, como una tierra de hombres libres británicos” (Óp. cit. P. 11).
(7). "Revolution" Productor: Irwin Winkler; Música: John Corigliano; Duración 125´; Intérpretes: Al Pacino; Donald Shuterland; Natassa Kinski; Joan Plowgrith; Dave King.

Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al artista o artistas referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser un homenaje y una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
En ningún caso hay en este blog interés económico directo ni indirecto.
Texto: Javier Nebot

No hay comentarios:

Publicar un comentario