El siglo XVIII francés ha sido llevado varias veces al cine de formas muy diferentes y por directores a cuál más distinto.
Patrice Leconte, que es un director hábil y muchas veces con una potente mirada critica/satírica, opta por mostrarnos en este film algo esencial en los círculos sociales y aristocráticos de esa época: la necesidad imperiosa de tener un verbo ocurrente, de un ingenio rápido y sagaz para destacar y sobrevivir en un mundo que, sin duda, tiene muchas luces pero que era, en muchos aspectos, nata de Chantilly (poca sustancia y en cantidad, indigesta). Una civilización que, sin desdeñar muchos de sus puntos positivos -que los tuvo-, acabó siendo un muestrario de pelucas extravagantes sobre cabezas huecas que buscaban más el placer que el esfuerzo, más el decorado y la ostentación que la profundidad, y- claro- más los pasteles que las tortas... lo que la llevó a una escabechina final de antología (histórica, social y cinematográfica, muy cinematográfica)
Los intérpretes principales fueron:
Charles Berling,
Fanny Ardant,
Jean Rochefort, (1930-2017)
Judith Godrèche,
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