Me preguntaba hace
unos días un amigo del Face sobre mi opinión respecto a las ideologías.
El
asunto es ciertamente complejo y cualquier opinión rápida tendría -sin duda- más de visceral que de
lógica pero me hizo reflexionar un poco y me animó a revisar algún que otro
libro para “actualizar” mi opinión al respecto.
Personalmente reconozco que me aburre –por lo obsoleta e incapaz de reflejar la complejidad de la realidad- la
tradicional división izquierda/derecha que todavía hoy muchos siguen utilizando,
ciegos y sordos (aunque no mudos) al cambio de paradigma.
Entiendo que como
vestigio histórico todavía resuenan sus ecos en la mayoría de nosotros,
pero….¿realmente se creen los que la utilizan –muchas veces como arma
arrojadiza- que una visión de un solo ojo (porque de eso se trata en el fondo)
puede ser completa y dar solución a todos los problemas que acucian a una
sociedad tan compleja y diversa como la que nos ha tocado vivir?
Entiendo también que,
en ocasiones, la utilización de conceptos simples se hace necesaria para
transmitir ideas que –quizás- de otra manera serian excesivamente oscuras para muchos ciudadanos aunque eso –deberíamos ser conscientes- empobrece a menudo el discurso político convirtiendo a éste en una caricatura, caricatura de sal
gorda -muchas veces para estúpidos- que puede que arranque aplausos del gallinero pero que resulta
ya burda y cansina para una gran mayoría de ciudadanos preocupados e
interesados por el devenir de la política y de lo social.
De hecho ahí están
para corroborar las ganas de cambio -ante el asombro inicial de algunos- los nuevos movimientos y algunos individuos de "a pie de calle" que han emergido últimamente en la política de nuestro país y
que -en parte, solo en parte- han sido
aupados por unos votantes hastiados y aburridos de la política de eslóganes y
pocos cambios reales. Se habla mucho de “renovación democrática”, de
“saneamiento del arte de la política”, también de trasladar la iniciativa a los
ciudadanos de “dar poder a la gente”. Se HABLA. ¿Y los hechos?
Cada vez resulta más
indigesto –literalmente- ver y escuchar los telediarios.
Todos constatan (y no
solo porque parecen clónicos de sí mismos) que se continua en la misma línea de
siempre a pesar de darse algunos cambios. Sea cual sea el maneje de líneas y cambios de los medios, parece obvio que los partidos “tradicionales” desean –aunque a veces
digan lo contrario- mantenerse en los cauces habituales porque eso da –según
ellos- “estabilidad al país” (y
–sobre todo- a ellos), que los “nuevos”
partidos –rompedores mediáticamente al principio- van transformando poco a poco
su discurso para hacerlo “viable” a las limitaciones que impone la actuación en
la realidad (algunas ciertas, otras exclusivamente ideológicas) con el
subsiguiente riesgo de convertirse en más de lo mismo ya que el afán de
“maquillarse” a golpe de lo que les indiquen los oráculos modernos (las encuestas)
parece un rito de inexcusable cumplimiento para casi todos, independientemente de
donde decidan colocarse ideológicamente, más todavía si cabe si pretendan
“convencer” a una mayoría y no quedarse en la marginalidad política.
¡Está por
ver que la emergencia esperada no se convierta en “gatillazo” y arruiné las
expectativas levantadas!
Como ciudadano de a
pie –tal y como he dicho al inicio- me cuesta mucho identificarme con ninguno
de los partidos actuales –incluidos los “nuevos”- ni con el sistema que
mantienen. Y no es que yo sea precisamente lo que se puede considerar un
“radical” ni tampoco un “antisistema”. No. Supongo que -como una buena parte de esa ciudadanía callada y paciente- en
algunos aspectos soy “conservador” (no creo en "adanismos" políticos ni en "tablas
rasas") y en otros “progresista” (imposible no moverse en una sociedad en
cambio permanente) aunque eso, en el fondo, no es relevante para lo que quiero decir.
Lo relevante es que
parece más que obvio –salvo que uno viva en otro planeta- que el ciudadano “medio” está literalmente
harto de la situación de mangoneo y de la impunidad que parece que se da de
manera casi endémica en la clase política; está cansado de ver como muchos
problemas importantes para el bienestar de su vida cotidiana se quedan sin
resolver porque prima más el malabarismo verbal que el verdadero deseo de
encontrar soluciones efectivas.
Es cierto que no
todos los asuntos deben ni pueden resolverse igual: ¡para eso existe la
política!
Sin embargo se hecha tremendamente a faltar LIMPIEZA (fair play), deseo verdadero de soluciones
más que de obtener “réditos políticos”. Es verdad también que aquellos que se
identifican con inusitada vehemencia como de “derechas” porfían por mantener un
discurso que haga inamovible el status quo como si éste fuese poco menos que
sagrado (con todo lo que eso implica de mantenimiento injusto de desigualdades
estructurales y de indignidades inasumibles). Igualmente cierto que muy buena
parte de los que se consideran de “izquierdas” –que deberían en principio ser
abanderados de actitudes más o menos o progresistas- se atrincheran en
planteamientos que ya han sido
cabalmente superados hace tiempo porque
han demostrado su incapacidad para
ofrecer ya algo nuevo y realmente válido para la mayoría. Además, en vez de ser
la vanguardia de algo vivo, en movimiento, han preferido optar, en su afán de
obtener la “mayoría social”, por ser los adalides de la rigidez a la hora de
pensar cuyo exponente más claro sería el corsé de lo “políticamente correcto”.
Un casco ideológico que imposibilita actuar y analizar la realidad –siempre compleja
y multifacética- con la libertad e imaginación necesarias.
¿Cómo actuar, pues? ¿Cómo
posicionarnos ante el mundo de la política que –nos guste o no- nos condiciona
e influye?
Considero que lo tenemos
difícil porque las reflexiones de los partidos dan en ocasiones más miedo que ilusión
de cambio. Desde luego no se trata de no dejar títere sin cabeza en plan
programa del “tele-party” (aunque reconozco que a veces dan ganas) pero..¿tan difícil
sería, desde las diversas instituciones políticas
y desde los partidos, ir introduciendo paulatinamente cambios en el sistema político
para que los individuos interesados pudiesen asumir un mayor protagonismo,
dando una mayor visibilidad a las inquietudes reales de la gente? ¿En dónde han quedado los
posibles puentes entre los políticos y
la ciudadanía? No se trata tampoco de hacer ascuas –al menos hasta tener un sustituto
adecuado- de los partidos tradicionales pero éstos no parecen ni siquiera interesados –a pesar de la evidente necesariedad- en introducir cambios o en abrirse a modificaciones que pudiesen
alterar el status quo de poder que detentan (¿por qué , por ejemplo, tanto
miedo a las listas abiertas?).
Parece lógico para
rescatar credibilidades perdidas establecer severas consecuencias –más de las legalmente
previstas hasta ahora que, por lo que se ve, son claramente insuficientes- para
los “abusones” de lo público. Más allá de propuestas detalladas a cada problema
(que estarían en el orden cotidiano de las negociaciones –publicas- de lo político)
serían necesarios “gestos” que consiguiesen recuperar la confianza en que la política
no es un estamento blindado sino una manera de servir a los intereses públicos.
¿Más democracia
directa tanto dentro como fuera de los partidos?
Señalaba en un
artículo el siempre inteligente Javier Gomá que “la cuestión palpitante, la
tarea moral moral hoy, no es ser libres
sino ser-libres-juntos, no tanto la atención a la vivencia subjetiva como el
establecimiento de las bases que hagan posible la armoniosa convivencia
intersubjetiva”; no puedo por menos que estar de acuerdo y considerar que,
probablemente, ese diseñar y pensar la convivencia con los otros sea una de las tareas más importante de la política que los políticos parecen olvidar
en ocasiones.
En este sentido me parece relevante referirme a un libro que leí hace tiempo leí – y que estoy releyéndolo de nuevo con gusto- : un excelente análisis de Yehezkel Dror
Elaborar un informe y exponer posibles soluciones a las dificultades de la gobernación fue una solicitud del Club de Roma
Dror reflexionó con agudeza sobre las
dificultades presentes y futuras que puede plantear la gobernación de los estados modernos y sus conclusiones se publicaron con el título de
“La capacidad de
gobernar”
Desde mi punto de vista, es un excelente análisis
de las posibilidades de desarrollo futuro de las democracias y en el se
analizan los problemas con una óptica inteligente, no sesgada por la rigidez que puede implicar someter las conclusiones a las ideologías y ofrece alternativas, sugerencias y consejos para enfocar los cambios
que se irán produciendo en las sociedades complejas en los próximos años.
Aunque fue escrito en
1994 no ha perdido –curiosamente- vigencia y puede leerse con utilidad ahora
mismo. De hecho se lo recomendaría a muchos de esos asesores de políticos que
aconsejan –en su afán de “acercarse” al “pueblo”- gestos de impacto mediático
pero que obvian –con la excusa de no cansar al personal- cualquier análisis que
pase de más allá de cuatro líneas o que no pueda traducirse en un simple
eslogan
Me permito copiar algunos fragmentos porque, como suele decirse, "para muestra, un botón".
Dentro de las dificultades inherentes a las democracias, menciona:
"Muchos de los problemas de gobernación de las democracias (y también en las no democracias) brotan de la cultura política y las instituciones relacionadas con ella conforme éstas evolucionan. Las principales tendencias incluyen:
-La legitimidad del Estado y la de la autoridad política son aceptadas con mayores reticencias que en el pasado, y quienes sostienen arraigadas opiniones están menos dispuestos a dejarse presionar por los votos de las mayoría.
-Otras instituciones tradicionales de gobernación también declinan: por ejemplo, en muchos países, los sindicatos están perdiendo afiliados, el liderazgo suele considerarse como algo que queda fuera del alcance del pueblo, y los "comités de acción" asumen y presionan para lograr una acción militante.
-Grupos de presión e interés siguen teniendo un poderoso control sobre los gobiernos, que limitan de forma significativa su libertad de acción. Incluso grupos relativamente pequeños pueden organizar demostraciones de masas y forzar a estados en apariencia "fuertes" a cambiar de política, como se ha visto en el caso de los agricultores franceses.
-Al mismo tiempo, nuevas entidades políticas van ganando legitimidad y entran en competencia con naciones-Estados, por ejemplo grupos étnicos y regionales o instituciones supraestatales, como la Unión Europea. Nuevos movimientos ideológicos, como las "Verdes", están logrando considerable apoyo, por lo menos hasta que forman un partido político.
-Los medios de comunicación de masas tienen un creciente y poderoso impacto y convierten cada vez más la política en un circo (aunque esto no es nuevo, basta en pensar en las cortes políticas de los Estados absolutistas de Europa). El fenómeno satisface las exigencias publicas de excitación y divertimiento (que abren tal vez el camino a una versión moderna del "pan y circo") que, a su vez, alientan a los políticos a vivir cada vez más obsesionados con la imagen que de ellos dan los medios de comunicación, de acuerdo con el principio de videor ergo sum ("me ven, luego existo"), ayudados por una nueva generación de profesionales del mercado político.
-La autoridad del Estado es minada por la desmitificación y por el creciente cinismo con que se mira a los políticos. Entre las manifestaciones y explicaciones de estas tendencias está la demanda de un gobierno abierto, unos medios de comunicación con capacidad para investigar, un público más educado, la difundida y grosera corrupción e hipocresía por parte de los políticos, y el frecuente fracaso de los gobiernos para ofrecer lo que de ellos se espera y que ellos mismos han prometido.
-Los periodos de tiempo político en las democracias modernas son mucho más breves que el requerido para resolver temas de envergadura. Algunos grupos de acción -como los "Verdes"- si invocan perspectivas a largo plazo. Pero en conjunto las prioridades tienden a estar limitadas por exigencias y presiones a corto plazo.
-Las culturas políticas occidentales contemporáneas se basan cada menos en la ideología; la mayoría de los partidos proponen políticas similares en la mayor parte de los asuntos. Incluso cuando la competencia electoral lleva los candidatos enfatizar diferencias de opinión, la falta de opciones conocidas y realistas en numerosas cuestiones ha apagado el fuego del debate ideológico, para ser reemplazo por duelos televisivos entre los candidatos principales.
En conjunto, los partidos tienden a perder su capacidad de dominio y toda la estructura política es rechazada por una proporción cada vez mayor de ciudadanos.
Al mismo tiempo, los presidentes y primeros ministros anuncian de manera ocasional su compromiso con posturas ideológicas particulares, sin cambiar en general la naturaleza de la política por mucho tiempo.
-En resumen, el papel de los personajes protagonistas de las culturas políticas occidentales va en aumento, una vez más en parte gracias a los medios de comunicación. Pero otros acontecimiento refuerzan también las posiciones de presidentes y primeros ministros, como las cumbres y la evidente necesidad de políticas interministeriales coherentes; por añadidura, la desorientación y el trauma empujan al pueblo a buscar seguridad en figuras autoritarias y este hecho, a su vez, está cambiando los modos de funcionamiento de las democracias en un sentido que, hasta ahora, no está del todo claro.
-El uso cada vez más frecuente de referendums para adoptar decisiones sobre temas controvertidos -tales como la adhesión a la Unión Europea o los que se refieren a la energía nuclear- son un testimonio más de la incapacidad de los procesos políticos tradicionales para enfrentarse con determinadas situaciones, sin haber proporcionado un sustituto satisfactorio.
-Hasta ahora uno de los grandes éxitos de las culturas políticas occidentales ha sido haber podido tolerar un 10 o un 15% de desempleo. La estabilidad política se ha mantenido gracias, sobre todo, a las tasas relativamente altas de subsidio de para a cargo del Estado, pero es difícil predecir el efecto de los impactos a largo plazo del crónico y creciente desempleo, y esto puede resultar en extremo dañino.
-Pueden estar en marcha fenómenos aun más malignos como la hostilidad cada vez mayor hacia los inmigrantes; esa hostilidad está evidentemente apoyada por amplios sectores de la población, hasta en sociedades tradicionalmente tolerantes. Y como reacción contra el abandono de las ideologías hay una tendencia hacia una "politica de resacralización", cargada de fuertes emociones y ataduras que están consideradas más allá del alcance de la tolerancia y de las decisiones fundamentales, incluidas nuevas versiones de nacionalismo depravado. La economía también muestra indicios de acumular significados teológicos. En combinación con un posible potencial antidemocrático de culturas posmodernas como un todo, el resultado pueden ser nuevas y peligrosas formas de fanatismo incluso en países con larga tradición democrática.
¿No les parece un análisis acertado de la realidad actual.....escrito hace veinte años?
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