Skakespeare y Orson Welles.
Orson Welles (1) ha pasado a la historia del cine como un creador genial y como el director de algunas de las películas más memorables (unánimemente reconocidas por toda la crítica mundial).
Joven prodigio, Welles empezó su carrera hacia la fama asustando -a los ya de por sí muy asustadizos norteamericanos- con su realista versión radiofónica de La guerra de los mundos de H. G. Wells.
Joven prodigio, Welles empezó su carrera hacia la fama asustando -a los ya de por sí muy asustadizos norteamericanos- con su realista versión radiofónica de La guerra de los mundos de H. G. Wells.
Orson fue aficionado a las obras de Shakespeare desde su más temprana juventud y su interés por las mismas no decreció cuando llego a ser director cinematográfico. De hecho desde muy joven se vinculó con el mundo teatral, llegando incluso a debutar en Brodway con una representación de Romeo y Julieta.
Consciente de su talento y siempre seguro de sus iniciativas, Welles fue uno de los fundadores del Mercury Theatre compañía con la que realizó diversas representaciones teatrales de las obras del poeta de Stafford upon Avon y con la que, incluso, llego a realizar interesantes adaptaciones radiofónicas de las mismas.
Consciente de su talento y siempre seguro de sus iniciativas, Welles fue uno de los fundadores del Mercury Theatre compañía con la que realizó diversas representaciones teatrales de las obras del poeta de Stafford upon Avon y con la que, incluso, llego a realizar interesantes adaptaciones radiofónicas de las mismas.
Su fama fue de tal magnitud después del mencionado programa radiofónico sobre La guerra de los mundos que fueron muchas las productoras cinematográficas que se lo disputaron.
La RKO fue quien, finalmente, se llevó "el gato al agua" y, a través de ella y con el empeño y arte de Welles surgió Ciudadano Kane, una verdadera obra maestra que causó un enorme impacto en su momento y que sigue considerándose hoy en día una de las mejores películas de todos los tiempos (aunque, todo hay que decirlo, fueron muchas las dificultades de producción y muy tensos y pertinaces los intentos de boicot hacia el film).
A partir de ahí éxitos y dificultades fueron siempre de la mano, marcando indeleblemente la relación de Welles con el cine. Aquello de “genio y figura”, aforismo para excéntricos, podría aplicarse sin la menor duda a un director tan atípico como él que además rechazaba las exigencias y pretensiones de un sistema todavía muy controlado por los grandes Estudios cinematográficos.
Sin embargo, esos desencuentros y problemas no impidieron, en cualquier caso, que Welles hiciese buenas películas y que hayan llegado hasta nosotros excelentes films y aclamadas versiones de obras shakesperianas.
Sin embargo, esos desencuentros y problemas no impidieron, en cualquier caso, que Welles hiciese buenas películas y que hayan llegado hasta nosotros excelentes films y aclamadas versiones de obras shakesperianas.
Macbeth (1948) (2) fue la primera película en la que nuestro director adaptó una obra de Skakespeare, sin duda una de sus obras más terribles y poderosas. Para algunos críticos no fue precisamente la mejor de las tres películas que hizo Welles sobre las obras shakesperianas y, de hecho, las opiniones adversas le sentaron al director como un tiro. Como señala Cinta Conde, de la Universidad de Sevilla (3): “Welles se marchó a Europa para no volver a Estados Unidos en ocho años. El rechazo rotundo de su Macbeth y las continuas limitaciones a su actividad creadora por parte de productores, crítica y demás entendidos en cine, le agotaron y marchó al viejo continente en busca de una mayor libertad creadora. Antes de finalizar con este gran paréntesis abierto, centrado en la crítica que la película recibió, es necesario reproducir uno de los comentarios que Orson Welles hizo al respecto y que parece muy interesante: “Los que conocen este negocio saben que eso es rodar más deprisa. La idea que me guiaba al hacer Macbeth no fue hacer un gran film (…) Desgraciadamente ni un solo crítico en todo el mundo rindió tributo a mi rapidez. Pensaron que era un escándalo que se realizará en veintitrés días. Y tenían razón, pero no podía escribirles uno a uno y explicarles que no había quien me diera dinero para rodar un día más. No me avergüenzo de las limitaciones de la película”. Leyendo las propias palabras de su director no hay más que decir al respecto, todo queda claro. No había ni medios, ni tiempo, entonces, ¿qué más se podía haber hecho?”.
Desde mi punto de vista la película resulta todavía, a más de sesenta años de distancia, lo suficientemente inquietante y posee méritos más que suficientes como para justificar su visionado.
La siguiente obra de Shakespeare que Welles decidió llevar al cine fue Otello (1952) (4), también una película bastante accidentada en lo referente a su producción aunque no tanto en su resultado ya que tuvo muy buena acogida por parte del público y de la crítica y recibió, además, la Palma de oro en el Festival de Cannes.
Los que estén muy interesados en esta película pueden ver las disquisiciones del director en Filming Othello (5).
Los que estén muy interesados en esta película pueden ver las disquisiciones del director en Filming Othello (5).
En este film vemos a un Welles bastante comedido como actor, consiguiendo dominar a un personaje que tiende de por sí a cierta desmesura y al que resulta, por lo tanto, necesario controlar para no caer en histrionismos vacíos.
El Otelo que él interpreta está muy matizado y la verdad es que Welles consigue de esa manera otorgarle todavía un mayor protagonismo- a diferencia de otros Otelos cinematográficos en los que quizás sea Yago el personaje que reivindica un cierto predominio (siempre, claro, que lo interprete un buen actor como es el caso en la versión de Oliver Parker, en la que Kennenth Branagh está realmente insuperable).
Como película Othello deslumbra también por su montaje, en el que abundan los planos de corte expresionista y en donde la fragmentariedad que se puede observar en ocasiones no va en detrimento de la película. Hay, por descontado, excelentes primeros planos y Orson Welles demuestra su gran habilidad y maestría para jugar con la luz y la sombra, ofreciendo preciosos claroscuros que hacia el final de la película se van transformando en una enorme oscuridad que absorbe a Otelo como premonición del vacío y del infierno en que se encuentra
El último acercamiento cinematográfico de Orson Welles a Shakespeare fue en 1965 con Campanadas a medianoche (6), película forjada con referencias a varias obras y personajes de Shakespeare: Enrique IV, Enrique V, Las alegres comadres de Windsor y Ricardo III, y en la que él mismo se vuelve a reservar un papel a la medida de su talento: Falstaff. No recibió demasiado aplauso en su momento ni por parte del público ni por parte de la crítica, pero no tardó mucho en ser reconocida como una gran película por un gran número de nuevos cineastas que vieron en ella una serie de cualidades notables entre las que destacan el uso del montaje, la fotografía, la adecuación de la música a las escenas, puntos en los que Welles ya había dejado clara su capacidad
pero que, por lo visto, no se le reconocían en su época adecuadamente.
El crítico cultural Fernando Aramburu señalaba algunos aspectos interesantes respecto a este largometraje: “La idea del film venía de lejos. No eran ideas lo que faltaba de ordinario a Welles, antes bien capacidad económica para llevarlas a cabo. Campanadas a medianoche fue posible gracias al entusiasmo del productor español Emiliano Piedra. En cuanto al argumento de la película, hacía cosa de veinte años que Welles había compuesto para el Colonial Theatre de Boston una larga pieza hecha de extractos de varios dramas de Shakespeare. El experimento, puesto en escena con el nombre de Five Kings, presentaba a ojos del espectador un serio inconveniente, y es que duraba en torno a las cinco horas. Esta circunstancia contribuyó en gran medida a su fracaso, ni el primero ni el último en la prolongada carrera escénica de un hombre que si por algo se caracterizó fue por su osadía creativa, a menudo en detrimento de las expectativas comerciales de sus patrocinadores. Sea como fuere, persuadido de la validez de aquel antiguo proyecto, Orson Welles rescató una de sus secciones a fin de emplearla como base argumental para Campanadas a medianoche. La película está por así decir cortada como un traje a la medida de Welles, él la dirigió, él escribió el guión, se encargó del vestuario e interpretó el papel principal.” (7)
Control total por parte del director que se nota. Se nota en el virtuosismo visual, en la fuerza y en el mimo con el que Welles –que llegó a considerar a ésta como su mejor película - cuida todos los detalles y ofrece de nuevo un montaje con estética neo-expresionista que otorga a las imágenes del film una fascinación especial. En definitiva, una obra maestra de un director que tiene muchas en su haber y que consiguió trasladar al cine la intensidad de algunas de las mejores obras de William Shakespeare a pesar de las dificultades y la incomprensión de sus coetáneos.
NOTAS.
(1) Sobre Orson Welles:
Entrada en el Diccionario de directores de cine de Augusto M. Torres. Alianza, Madrid, 1994. P. 284.Schneider, Steven.J., 501 directores de cine, Grijalbo, Barcelona, 2008
http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/figuraswelles.htm
(2) Sobre Macbeth de Orson Welles:
(3) Artículo de Cinta Conte de
la Universidad de Sevilla, sobre Macbet de Orson Welles: http://www.revistacomunicacion.org/pdf/n5/articulos/macbeth_de_orson_welles.pdf
(4) Sobre el Othello de
Orson Welles:
(5) Welles delibera sobre su
película Othello:
(7) Artículo publicado en El
Cultural de EL MUNDO.
<a href="http://www.safecreative.org/work/1511015691422-shakespeare-en-el-cine-algunas-reflexiones" target="_blank">
<span>Shakespeare en el cine. Algunas reflexiones</span> -
<span>(c)</span> -
<span>J.Javier Nebot Cervantes</span>
</a>
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