Cine e historia con un poquito más de profundidad
América enciende la mecha de la revolución.
Las colonias británicas de Norteamérica tenían el claro hándicap de la distancia. 5.000 kilómetros de océano dificultaban la comunicación con la metrópoli. Pero la distancia no era sólo física sino también social: las sociedades que habitaban a un lado y otro del Atlántico se configuraron de forma muy distinta y su posterior evolución implicó un distanciamiento cada vez mayor con el paso del tiempo. Gran Bretaña, incluso siendo uno de los países más evolucionados de Europa, se movía todavía con pautas de sociedad aristocrática y estamental mientras que en América predominaba una clase media que empezaba a imponer otros valores.
No es que no hubiese en los futuros Estados Unidos ricos y pobres –no se trataba de Utopía- pero no existía una aristocracia hereditaria ni tampoco el peso de una iglesia oficial que pudiese apoyar determinado e inconmovible establishment. La idea de que si uno trabajaba y se esforzaba podría mejorar su situación caló (y sigue calando en la actualidad) extraordinariamente en suelo americano (que fuese realidad o ilusión ya sería tema de otros muchos posts).
Entre 1764 y 1775 se produjeron toda una serie de desencuentros entre el gobierno de Londres y los súbditos norteamericanos (las 13 colonias estaban sujetas al llamado “Pacto colonial”) que provocaron un extraordinario avivamiento de sentimientos independentistas y otros muchos conflictos que acabaron estallando en una guerra y una ruptura definitiva de relaciones. ¿La espoleta?: una subida de impuestos (todo un clásico), pero también la prohibición de que los colonos se estableciesen en nuevos territorios situados más al oeste.
Esta decisión hizo temer que el gobierno inglés pudiese querer venderlos para pagar los gastos de sus guerras en el continente europeo contra Francia (como he mencionado en los primeros posts Europa no era para nada un contexto homogéneo y fraternal: las rivalidades entre potencias eran la norma). Tanto la llamada “Ley del Timbre” (Stamp Act, impuesto sobre sellos, documentos públicos y prensa; 1765) como la “Ley del Té” (impuesto sobre diversos productos además del té: vidrio, plomo etc.) consiguieron aunar movimientos de rechazo y la conciencia de que los “americanos” debían tener voz propia fue creciendo a velocidad exponencial (1). Las protestas que se desataron contra los nuevos impuestos fueron, dentro de la más pura tradición, reprimidas con contundencia lo que contribuyó a enardecer más los ánimos en vez de aplacarlos. El 16 de diciembre de 1773 un grupo de colonos disfrazados de indios mohawk, asaltaron un barco perteneciente a la Compañía Británica de las Indias Orientales y lanzaron por la borda todo su contenido de té: cientos de fardos de té fueron a parar a la bahía de Boston. El gobernador inglés se lo tomó muy mal y ante su reacción desproporcionada otras colonias se sumaron a la causa.
-continuará-
Conferencias interesantes sobre el siglo XVIII y la Ilustración.
(1512) Conferencia: "La Ilustración y el mundo moderno". - YouTube
(1512) Conferencia de Alejandro Diz: “Ilustración y prerromanticismo..." - YouTube
Notas.
(1) A nivel político los norteamericanos contaban con muy poca autonomía. No poseían representación en el Parlamento Británico, de ahí que muchos colonos respondieran con el lema de: “Ni una imposición sin representación”. Ya que a las colonias no se les permitía elegir miembros del Parlamento tampoco tendrían por qué soportar la imposición de unos impuestos sobre los que no habían tenido ni voz ni voto.
(2) El ejército inglés era mucho más grande –unos 20.000 hombres, que se fueron incrementando paulatinamente- y estaba, lógicamente, bastante mejor pertrechado que el norteamericano, aprox. 8000 hombres. Un ejército que hubo que formarlo con voluntarios -muy patriotas, pero indisciplinados- y que contaba con un equipamiento bastante inferior. El conocimiento del terreno y las dificultades de la metrópoli para seguir abasteciendo a su ejército (amén de la ayuda europea) pusieron las cartas a favor de los rebeldes. La victoria de Saratoga, el 17 de octubre de 1777, fue el espaldarazo definitivo a favor de los americanos aunque no supuso ganar la guerra que se alargó hasta 1783.
(3) Sobre la constitución americana existen multitud de estudios especialmente desde el punto de vista político y jurídico. Para una visión general se puede ver el link de wikipedia: Constitución de los Estados Unidos - Wikipedia, la enciclopedia libre
La Constitución de los Estados Unidos de América 1787 | National Archives
(4) El Tratado de París y adquisiciones posteriores dieron vía libre para la expansión hacia el Oeste. En pocas décadas el crecimiento territorial fue extraordinario y con el crecimiento económico. Franco Martinelli lo explica acertadamente en su Historia de los Estados Unidos (Barcelona, Ed. Vecchi 1973)
(5) Como bien señala Juan Pablo Fusi en su libro Breve historia del mundo contemporáneo. Desde 1776 hasta hoy, “La Revolución americana no fue una revolución social, popular o de clase. Sus líderes eran conservadores; la revolución ni altero el viejo orden colonial (propiedad, religión) ni creo un nuevo orden social. No hubo violencia posrevolucionaria. Al contrario, desde 1776, los Estados Unidos tuvieron gobiernos altamente estables. Todo ello tuvo, probablemente, una razón: el orden americano era, como observó Tocqueville, eminentemente democrático desde el nacimiento de las colonias. El régimen colonial se basó, en efecto, desde el primer momento, en los derechos legales y constitucionales de las colonias, regidos por gobiernos representativos y asambleas democráticas. La libertad de las colonias respondió, por un lado, a la ética protestante de la libertad individual y la disidencia religiosa; y por otro, a la visión de América como una sociedad libre, como una tierra de hombres libres británicos” (Óp. cit. P. 11).
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