Decía Tolstoi, en su célebre frase, que todas las familias felices se parecen mientras que las infelices lo son cada una a su manera. No sé si una generalización así podría aplicarse al complejo mundo de las ong y del voluntariado, en cuanto organizaciones "felices", porque aquí casi todas pretenden diferenciarse y acotar una determinada parcela de "terreno” propio en el que actuar y en donde aplicar sus particulares modos y estilo, amén de encontrar, precisamente en la diferencia, una razón que dé sentido a su existencia pero, al final, todas tienen un sistema y unos procedimientos similares de actuación que las “uniformizan”, volviéndose bastantes más parecidas de lo que muchas ellas quisieran ser.
Probablemente -quiero pensar- hoy en día solo de esa manera sea posible su actuación: siguiendo unos protocolos de actuación concretos y diseñados al milímetro .
Nadie puede negar que los avances que se han ido produciendo en esos procedimientos de intervención social, que sin duda han sido muchos en los últimos cien años, han supuesto un alto grado de reconocimiento de problemáticas diversas y, también, de efectividad real a la hora de resolver adecuadamente los cuestiones a los que se enfrentan. Tampoco se puede negar que ese mismo éxito de gestión ha propiciado que los protocolos con los que se mueven y actúan la mayoría de las instituciones de asistencia social (tanto públicas como privadas) sean, realmente, muy similares, cuando no estándares. (A un cuestión X, una respuesta X)
Probablemente -quiero pensar- hoy en día solo de esa manera sea posible su actuación: siguiendo unos protocolos de actuación concretos y diseñados al milímetro .
Nadie puede negar que los avances que se han ido produciendo en esos procedimientos de intervención social, que sin duda han sido muchos en los últimos cien años, han supuesto un alto grado de reconocimiento de problemáticas diversas y, también, de efectividad real a la hora de resolver adecuadamente los cuestiones a los que se enfrentan. Tampoco se puede negar que ese mismo éxito de gestión ha propiciado que los protocolos con los que se mueven y actúan la mayoría de las instituciones de asistencia social (tanto públicas como privadas) sean, realmente, muy similares, cuando no estándares. (A un cuestión X, una respuesta X)
¿Debería suponer esa realidad de actuación un problema?
Posiblemente, no, aunque desde mi punto de vista- si es un motivo para plantearse la verdadera necesidad de tantísimas organizaciones.
Posiblemente, no, aunque desde mi punto de vista- si es un motivo para plantearse la verdadera necesidad de tantísimas organizaciones.
Un acercamiento a la normativa vigente nos permite observar que la ley marca, estricta y convenientemente, unas pautas concretas sobre el modo de moverse y gestionar una asociación que quiera recibir el estatus de ONG, si, además, los procedimientos de concienciación, divulgación, captación de fondos, de voluntarios etc., son muy similares–como hemos visto someramente en mi ejemplo del detergente del primer posts sobre este tema- …....
¿no podría optarse por una reducción de entidades que garantizase una mejor utilización de medios y recursos?
¿No sería más efectiva, puestos a maximizar resultados, una distribución general de las mismas que, por ejemplo, actuase por grandes sectores o bloques: salud/enfermedad, discapacidades varias, altruismos religiosos, ecologismos militantes, discriminaciones sociales etc., en vez de dividirse en particularismos muy específicos?
Quiero decir con esto que llama mucho la atención el observar como hay una abundancia asombrosa de entidades/organizaciones cuando muchas de ellas podrían aunar esfuerzos y rentabilizar recursos. Y es igualmente curioso que ese afán sea una característica fundamentalmente occidental (desconozco el tema en profundidad pero así, a bote pronto, no me viene a la memoria, por ejemplo, prácticamente ninguna ongs o similar de origen asiático o africano, o –si nos ceñimos a culturas- islámicas, cuando sin embargo podría citar más de treinta españolas o europeas. Claro que en prácticamente todos los países hay instituciones, dentro del marco que exige el compromiso con la aplicación institucional de los Derechos Humanos, pero ¿ongs?).
¿No sería más efectiva, puestos a maximizar resultados, una distribución general de las mismas que, por ejemplo, actuase por grandes sectores o bloques: salud/enfermedad, discapacidades varias, altruismos religiosos, ecologismos militantes, discriminaciones sociales etc., en vez de dividirse en particularismos muy específicos?
Quiero decir con esto que llama mucho la atención el observar como hay una abundancia asombrosa de entidades/organizaciones cuando muchas de ellas podrían aunar esfuerzos y rentabilizar recursos. Y es igualmente curioso que ese afán sea una característica fundamentalmente occidental (desconozco el tema en profundidad pero así, a bote pronto, no me viene a la memoria, por ejemplo, prácticamente ninguna ongs o similar de origen asiático o africano, o –si nos ceñimos a culturas- islámicas, cuando sin embargo podría citar más de treinta españolas o europeas. Claro que en prácticamente todos los países hay instituciones, dentro del marco que exige el compromiso con la aplicación institucional de los Derechos Humanos, pero ¿ongs?).
Soy de la opinión de que en los casos de organizaciones que actúan en ámbitos internacionales habría que meditar, quizás, bastante más sobre cómo deben y pueden actuar y especialmente sobre los efectos que pueden producir en los colectivos o sociedades en las que desarrollan su labor porque, como bien señalan algunas voces críticas, está por ver que siempre se sea tan respetuoso con otras maneras de entender la realidad como teóricamente se pretende y se publicita (cuando no se ha utilizado el entramado solidario para introducir influencias o intereses totalmente ajenas a la verdadera y respetuosa solidaridad).
Reconozco que no soy un especialista en el tema y por lo tanto me parecería frívolo lanzar opiniones dogmáticas sobre algo tan delicado, sin embargo sí me parece obvia la necesidad de formularse preguntas y encontrar algunas respuestas, más allá de cantar las excelencias de los comportamientos de altruismo voluntario o de las ilusiones por querer ayudar a otros.
Reconozco que no soy un especialista en el tema y por lo tanto me parecería frívolo lanzar opiniones dogmáticas sobre algo tan delicado, sin embargo sí me parece obvia la necesidad de formularse preguntas y encontrar algunas respuestas, más allá de cantar las excelencias de los comportamientos de altruismo voluntario o de las ilusiones por querer ayudar a otros.
Difícil encontrar acuerdo en estos temas ya que se tocan muchas fibras y, la mayoría de ellas, altamente sensibles y emocionales.
De hecho, ¿no sucede en este sentido cómo sucede con las palabras que hemos visto en el apartado anterior? Me parece que ante la imposibilidad de aunar sensibilidades y encontrar criterios comunes de actuación acudimos a la plasmación de la sutil diferencia en forma de mil organismos e instituciones aunque sea en contra (en ocasiones) de la efectividad resolutiva.
¡Hay -y eso si es muy occidental- un deseo de ser diferentes incluso en la forma de querer ayudar o de prestar un servicio a otros!.
Después de muchas lecturas y bastante reflexión (previa y posterior) sobre el asunto, no tengo muy claro realmente, aparte de lo ya mencionado en la primera parte de estos artículos, cuál es el motor fundamental de tanto movimiento y eso que no dudo de que, dentro y detrás de la mayoría de esas asociaciones, hay gente realmente implicada y deseosa de hacer algo por ayudar a los demás. No, no me cabe duda de la autenticidad de los gestos de todas esas personas que quieren implicarse, de una manera u otra, con labores altruistas.
Es, probablemente, una prevención ante otros hechos que se dan vinculados a la estrategia de mercantilización que acaban impregnando muchos de estos movimientos u organizaciones en la actualidad (no entro -ni puedo ni quiero- en los casos de manipulación interesada de los que difícilmente tenemos datos-y mucho menos fiables- más allá de los rumores de ong financiadas por el Sr. Soros o como punta de lanza de algunos servicios secretos).
¡Hay -y eso si es muy occidental- un deseo de ser diferentes incluso en la forma de querer ayudar o de prestar un servicio a otros!.
Después de muchas lecturas y bastante reflexión (previa y posterior) sobre el asunto, no tengo muy claro realmente, aparte de lo ya mencionado en la primera parte de estos artículos, cuál es el motor fundamental de tanto movimiento y eso que no dudo de que, dentro y detrás de la mayoría de esas asociaciones, hay gente realmente implicada y deseosa de hacer algo por ayudar a los demás. No, no me cabe duda de la autenticidad de los gestos de todas esas personas que quieren implicarse, de una manera u otra, con labores altruistas.
Es, probablemente, una prevención ante otros hechos que se dan vinculados a la estrategia de mercantilización que acaban impregnando muchos de estos movimientos u organizaciones en la actualidad (no entro -ni puedo ni quiero- en los casos de manipulación interesada de los que difícilmente tenemos datos-y mucho menos fiables- más allá de los rumores de ong financiadas por el Sr. Soros o como punta de lanza de algunos servicios secretos).
Pero lo mismo que no dudo de la sinceridad y del idealismo en el que se mueven la mayoría de las personas que he visto comprometidas con diferentes organizaciones –gubernamentales o no- si dudo de que sea necesario un montaje de tal tamaño y de que tenga que ser a golpe de ong o de institución “social” la manera en se obtengan según qué beneficios sociales, más todavía si tenemos en cuenta que en la mayoría de los estados occidentales vivimos –cierto que más teóricamente que otra cosa- en sistemas garantistas de derechos y con una clara tendencia a querer alcanzar altas cotas de desarrollo y bienestar (a pesar de los intentos irritantes de algunos grupos para intentar desmontar parte de lo conseguido hasta ahora a golpe de crisis y vergonzosas estratagemas).
Y también dudo cuando nos referimos a otro tipo de ayudas volcadas a países que están en vías de desarrollo o claramente en el tercer mundo de que lo ofrecido por determinadas ong no acabe interfiriendo, más que ayudando, en el desarrollo de esos países (¿en dónde quedan y para que se han hecho si no muchos de los compromisos interestatales existentes para ayudar el desarrollo?
¿En nada? ¿En dónde está la eficacia y labor de la infinidad de organismos que dependen de las diferentes organizaciones surgidas de la ONU y que suponen un gasto realmente meritorio?
¿Tanto se rechaza como perjudicial la posible intervención estatal aunque sea sólo -y controladamente- para ayudar? ¿Tan torpes e inútiles son esos organismos como para no realizar -de común acuerdo e interés- políticas que supongan una mejora observable aunque sea a largo plazo).
¿En nada? ¿En dónde está la eficacia y labor de la infinidad de organismos que dependen de las diferentes organizaciones surgidas de la ONU y que suponen un gasto realmente meritorio?
¿Tanto se rechaza como perjudicial la posible intervención estatal aunque sea sólo -y controladamente- para ayudar? ¿Tan torpes e inútiles son esos organismos como para no realizar -de común acuerdo e interés- políticas que supongan una mejora observable aunque sea a largo plazo).
Lo dicho: ante según qué realidades y ante según que planteamientos me surgen más dudas y preguntas que certezas por mucho que el buenismo imperante haga agradablemente "positiva" cualquier intervención o la ponga más allá del bien y del mal si proviene de laguna ong de pedigrí..
No cabe duda de que si hiciésemos un recorrido histórico de como el ser humano ha progresado tendríamos una clara constatación de cómo aunando voluntades se descubrieron como posibles caminos nuevos: De la supervivencia de la manada de homínidos a los gremios hubo un salto gigantesco que tardó miles de años en producirse. De los gremios –profesionales- al estado del bienestar, quinientos años de luchas –cientos de guerras, dos de ellas mundiales- y muchísimos esfuerzos de concienciación hasta reconocer unos derechos inalienables a todo ser humano (un proceso titánico, lleno de idealismo, como bien narran José Antonio Marina y Mª de la Válgoma en su apasionante libro La lucha por la dignidad ). No cabe duda de que la conciencia clara de derechos y el afán, muy humano, de querer ayudar y vivir en sociedades mejores, propició el surgimiento de instituciones de todo tipo cargadas de idealismo y deseosas de ofrecer alternativas a la macro-visión estatal.
Es un fenómeno que creo que es básicamente positivo……pero pendiente de reconversión y, seguramente, de reformulación si no se quiere que el mismo acabe convertido en una especie de franquicias del samaritanismo (culpable) de nuevo cuño.
Algunas conclusiones.
Aunque al principio de estos artículos hablaba de la inconveniencia de una crítica cuando ésta se refiere a algo generalmente valorado y estimado, creo que he justificado mi posicionamiento ambivalente ante las organizaciones -en general- que recurren al voluntariado para realizar la labor que tengan a bien. He dejado constancia, tanto en los tres apartados del artículo como en las breves notas, del porqué de mis dudas, así como el malestar que me produce el hecho de que acaben predominando formas de actuación que se conviertan –aunque no lo pretendan- en curas paliativas de problemas que requerían, en la mayoría de los casos, compromisos mayores y actuaciones más comprometidas cuando no más radicales.
Creo que la concienciación solidaria pasa primero por la concienciación socio-política.
Entiendo -¡cómo no voy a entenderlo!- que la ilusión y las ganas de cambiar las cosas, así como el afán genuino de ayudar a otros que lo necesitan, pueden encontrar muchas y variadas vías de actuación, pero me preocupa que, con la extraordinaria capacidad de fagotización que tiene la sociedad hiper-consumidora en la que vivimos, muchas de esas buenas voluntades y de sus posibles acciones se limiten simplemente a maquillar problemas más graves o a dar alivios exclusivamente momentáneos.
Probablemente, los problemas son tantos y tan diversos que sea necesario multiplicar los recursos y las posibilidades de actuación además de buscar formas de ampliar conciencias y sensibilidades sobre muchísimos temas, pero corremos el riesgo de, por tanto publicitar desgracias y necesidades, embotar más que de concienciar.
El prójimo lo tenemos al lado y los problemas –de todo tipo- también;
educar en su visibilidad, educar en valores, promover acciones de mejora, de integración, se vuelve, pues, un requisito previo e indispensable para actuar en nuestra sociedad como verdaderos individuos y no como marionetas anestesiadas. Después de eso, si a uno le mueve la protección del medio ambiente o la ayuda a cualquier otra cuestión será más un asunto de sensibilidad, interés especializado y de carisma personal que otra cosa (imposible abarcar y actuar en todos los problemas o cuestiones que nos acucian y al final siempre tendremos que establecer nuestras propias prioridades).
Es necesario ese paso previo porque ayuda a evitar manipulaciones y porque de esa manera, más que al arbitrio de lo que nos indiquen informativos y campañas de publicidad –sean de quien sean-, estaremos en condiciones de actuar y decidir por nosotros mismos.
Desde luego, ni todo el mundo debe actuar de la misma manera, ni todos tienen porque sentir del mismo modo.
A dios gracias, en la variedad y en la diferencia surgen posibilidades que, de otro modo, serian inviables. Lejos de uniformizaciones –aunque todo parece indicar que vamos camino de una globalización imparable en todos los sentidos-, la diversidad de planteamientos y enfoques que permiten los movimientos privados en forma de organizaciones no gubernamentales que se apoyan en el voluntariado, parece todavía conveniente y deseable, siempre y cuando no sea una simple muestra del pavoneo individualista de algunos, arropado bajo el manto de las buenas intenciones (cuando no de inspiraciones más o menos divinas).
En definitiva: hablar de voluntariado y del futuro del mismo (así como de otras fórmulas de justicia social), es hablar de temas complejos.
A pesar de todos los intentos de homologación y reduccionismo a los que se enfrentan las ONG -que en cierto sentido pueden ser necesarios y convenientes como he mencionado más arriba- y de la clara competencia que experimentan muchas de ellas por la labor de bienestar social similar que realiza todo Estado de Bienestar que se precie, reconozco que son movimientos/instituciones que todavía siguen siendo en muchos casos insustituibles, pero que –como pasa con todos otros movimientos que triunfan- si bajan la guardia pueden morir de puro exceso sobre todo si no son capaces de renovarse de manera acorde a las exigencias de hoy en día (que son cada vez mayores y a muy diferentes niveles) y si no evitan los intentos de "progresar" o visibilizarse a golpe de sensibilizaciones almibaradas y con sobredosis de comercializaciones agresivas que pueden funcionar puntualmente pero que acaban cansando hasta a las conciencias más sensibles y predispuestas a ejercer la solidaridad.
(Artículo revisado y actualizado a 30 de enero del 2019)
Algunas conclusiones.
Aunque al principio de estos artículos hablaba de la inconveniencia de una crítica cuando ésta se refiere a algo generalmente valorado y estimado, creo que he justificado mi posicionamiento ambivalente ante las organizaciones -en general- que recurren al voluntariado para realizar la labor que tengan a bien. He dejado constancia, tanto en los tres apartados del artículo como en las breves notas, del porqué de mis dudas, así como el malestar que me produce el hecho de que acaben predominando formas de actuación que se conviertan –aunque no lo pretendan- en curas paliativas de problemas que requerían, en la mayoría de los casos, compromisos mayores y actuaciones más comprometidas cuando no más radicales.
Creo que la concienciación solidaria pasa primero por la concienciación socio-política.
Entiendo -¡cómo no voy a entenderlo!- que la ilusión y las ganas de cambiar las cosas, así como el afán genuino de ayudar a otros que lo necesitan, pueden encontrar muchas y variadas vías de actuación, pero me preocupa que, con la extraordinaria capacidad de fagotización que tiene la sociedad hiper-consumidora en la que vivimos, muchas de esas buenas voluntades y de sus posibles acciones se limiten simplemente a maquillar problemas más graves o a dar alivios exclusivamente momentáneos.
Probablemente, los problemas son tantos y tan diversos que sea necesario multiplicar los recursos y las posibilidades de actuación además de buscar formas de ampliar conciencias y sensibilidades sobre muchísimos temas, pero corremos el riesgo de, por tanto publicitar desgracias y necesidades, embotar más que de concienciar.
El prójimo lo tenemos al lado y los problemas –de todo tipo- también;
educar en su visibilidad, educar en valores, promover acciones de mejora, de integración, se vuelve, pues, un requisito previo e indispensable para actuar en nuestra sociedad como verdaderos individuos y no como marionetas anestesiadas. Después de eso, si a uno le mueve la protección del medio ambiente o la ayuda a cualquier otra cuestión será más un asunto de sensibilidad, interés especializado y de carisma personal que otra cosa (imposible abarcar y actuar en todos los problemas o cuestiones que nos acucian y al final siempre tendremos que establecer nuestras propias prioridades).
Es necesario ese paso previo porque ayuda a evitar manipulaciones y porque de esa manera, más que al arbitrio de lo que nos indiquen informativos y campañas de publicidad –sean de quien sean-, estaremos en condiciones de actuar y decidir por nosotros mismos.
Desde luego, ni todo el mundo debe actuar de la misma manera, ni todos tienen porque sentir del mismo modo.
A dios gracias, en la variedad y en la diferencia surgen posibilidades que, de otro modo, serian inviables. Lejos de uniformizaciones –aunque todo parece indicar que vamos camino de una globalización imparable en todos los sentidos-, la diversidad de planteamientos y enfoques que permiten los movimientos privados en forma de organizaciones no gubernamentales que se apoyan en el voluntariado, parece todavía conveniente y deseable, siempre y cuando no sea una simple muestra del pavoneo individualista de algunos, arropado bajo el manto de las buenas intenciones (cuando no de inspiraciones más o menos divinas).
En definitiva: hablar de voluntariado y del futuro del mismo (así como de otras fórmulas de justicia social), es hablar de temas complejos.
A pesar de todos los intentos de homologación y reduccionismo a los que se enfrentan las ONG -que en cierto sentido pueden ser necesarios y convenientes como he mencionado más arriba- y de la clara competencia que experimentan muchas de ellas por la labor de bienestar social similar que realiza todo Estado de Bienestar que se precie, reconozco que son movimientos/instituciones que todavía siguen siendo en muchos casos insustituibles, pero que –como pasa con todos otros movimientos que triunfan- si bajan la guardia pueden morir de puro exceso sobre todo si no son capaces de renovarse de manera acorde a las exigencias de hoy en día (que son cada vez mayores y a muy diferentes niveles) y si no evitan los intentos de "progresar" o visibilizarse a golpe de sensibilizaciones almibaradas y con sobredosis de comercializaciones agresivas que pueden funcionar puntualmente pero que acaban cansando hasta a las conciencias más sensibles y predispuestas a ejercer la solidaridad.
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En ningún caso hay en este blog interés económico directo ni indirecto.
Texto: Javier Nebot(Artículo revisado y actualizado a 30 de enero del 2019)
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