domingo, 24 de mayo de 2015

Opinión personal (28): Reflexiones sobre "La Peste" de Albert Camus. (3º de 3)


Algunas frases y cuestiones determinantes.
Para finalizar estos post referidos a la novela de Camus me gustaría referir algunas frases o momentos de la novela que me han parecido especialmente evocadores o determinantes, dejando constancia de que no es tanto un intento de ilustrar mi proceso de reflexión como un afán particular de disponer de un recordatorio de aquellos elementos del libro en los que me han parecido que el autor refleja muy bien algunas de sus tesis o que consiguen que el lector se cuestione desde un punto de vista ético.
-La ciudad de Orán es un “laboratorio” rudo, en donde “el cambio de las estaciones sólo se puede notar en el cielo”, “los conciudadanos trabajan mucho, pero siempre para enriquecerse” y en dónde “es preciso subrayar el aspecto frívolo de la población y de la vida”. En este entorno, casi aséptico y muy funcional, sitúa Camus –¿inocentemente?- el nacimiento de la peste.
-Una cuestión que llama mucho la atención del lector es la ausencia en la novela de personajes femeninos de relevancia. La mujer de Rieux, con la excusa de la enfermedad que sufre con anterioridad, desaparece muy pronto del escenario. Su madre, que llegará poco antes de la epidemia queda en muy segundo plano, actuando como un apoyo casi fantasmal. Ninguno de los demás protagonistas está en relación directa con una mujer (Rambert la tiene en mente como motivo y causa de su deseo de escapar pero ella se encuentra a salvo en París y Grand, se divorció a su pesar)
 y Camus no crea ningún personaje femenino de peso que equilibre un poco la balanza siendo muy factible -en principio- el haberlo hecho. 
Si bien es cierto que hay otras omisiones manifiestas -casi en ningún momento se refiere a la población musulmana de la ciudad- nada indica que la población francesa de la misma no estuviese perfectamente “equilibrada” en cuanto a sexos. Evidentemente cada autor es muy libre de construir el relato como mejor le convenga pero llama la atención el que siendo una epidemia el mal concreto y específico del relato  (al menos si nos atenemos a una lectura literalista del mismo), no haya implicado en su erradicación a ninguna mujer más allá de las esposas “de”. 
Hubiese estado bien un “Rambert mujer” por poner un ejemplo…….Una lástima cara a tener una visión más global.
-“Fue a partir de ese momento cuando el miedo, y con él la reflexión, empezaron”: curioso emparejamiento. Es verdad que una verdadera reflexión muchas veces no se comienza si no hay detrás el empujón de algo contunde y que nos impacte emocionalmente. Esa indisoluble mezcla que somos de reflexión y emoción, necesita -a veces-  de una espoleta potente para ponerse en marcha.
-Sobre Tarrou: “parecía ser amigo de todos los placeres normales, sin ser esclavo de ellos”: ¿Existe mejor forma de encarar la vida? Toda una declaración de equilibrio (De todo un poco y nada en exceso)
-“Lo que pasa es que por el momento no se atreven a llamarlo por su nombre. La opinión pública es sagrada: nada de pánico, sobre todo nada de pánico: eterno debate entre informar o no, ser transparente u opaco, o sobre qué y cómo decirlo. La información particular puede ponderarse dentro de ciertos límites de sensatez; pero la comunicada a las masas, a la opinión pública, presenta modos (y peligros) propios………
-“La estupidez insiste siempre”: sublime,  una frase digna de ser esculpida en piedra por lo que tiene de intrínsecamente cierta. Claro resumen y constatación de cómo el daño innecesario que generan los estúpidos tiene la desagradable tendencia a perpetuarse.
-"¿Qué son cien millones de muertos?.....cien millones de cadáveres, sembrados a través de la historia, no son más que humo en la imaginación. La inimaginabilidad de
los grandes números. La mente humana no procesa según qué cantidades.
Para un individuo  concreto, "normal", es lo mismo un millón que cien. 
Si se magnifican según qué cifras –a veces intencionadamente- es más para remarcar la magnitud de la hecatombe que por un deseo de ser preciso. En ese sentido la imprecisión no solo se tolera sino que a veces se busca en un afán de generar el impacto. Teniendo en cuenta que nuestra cultura tiende a evitar la conciencia de la muerte y la frivoliza en los medios de comunicación y en los espectáculos, sería conveniente una "didáctica" de significado para que se pondere en su justa medida lo que implica la muerte. En nuestra cultura occidental no tenemos forma de tomar cierta conciencia de lo que significan hasta que ya es terriblemente tarde. Supongo que el temor a la muerte nos hace convertir la muerte en un espectáculo más, lejos de una experiencia vital auténtica.
-“Se puede decir que su vida era ejemplar. Era uno de esos hombres, tan escasos en nuestra ciudad como en cualquier otra, a los que no les falta nunca valor para tener buenos sentimientos”: ¿Escasos? Es posible aunque creo que son más habituales de lo que imaginamos, al menos hoy en día, porque los “buenos sentimientos”, a secas, no conllevan nada más que sentirse bonachón y de ese percal no es difícil encontrar especímenes, más bien estamos sobrados.
Son de esos que sueltan la lagrimita cuando ven el anuncio de la lotería de navidad o de los que llaman a los tele-maratones para hacer la buena obra del día y obtener su particular minuto de gloria, pero….no hay garantía de que esa amabilidad –siendo grata, por descontado- evolucione a “más” y  –a riesgo de parecer  más agrio de lo que realmente soy-  creo que sí es bastante probable que al primer envite nefasto o dificultad extra, ese interés y sentimentalismo degenere en simple sensiblería; lamentablemente propiciar ese "ambiente" o "estado" interesa a más de uno, porque eso siempre es fácil de manipular y hay muchos, grupos, "colectivos", y lobbies interesados en ello.
-“Durante todo el día el doctor siguió sintiendo aquella especie de vértigo que le acometía cada vez que pensaba en la peste. Acabó por reconocer que tenía miedo”: Toma de conciencia de Rieux. El miedo como catalizador y como emoción ingrata pero clave a la hora de cuestionarse. Sin embargo, Rieux, al contrario de otros, no huye. Convive con el miedo, se enfrenta a él y lucha.
-“Se puede decir que esta invasión brutal de la enfermedad tuvo como primer efecto el obligar a nuestros conciudadanos a obrar como si no tuvieran sentimientos individuales”: Lo colectivo, la supervivencia como grupo, surge y se potencia en los grandes conflictos o en las situaciones de emergencia. Algo “despierta” en nuestro interior que hace poner por encima de uno mismo los valores comunitarios. Ecos de manada con sutilezas de altruismo.
-“Pero esta separación brutal y prolongada los había llevado a comprender que no podían vivir alejados el uno del otro y, una vez que esta verdad era sacada a la luz, la peste les resultaba poca cosa”: En esa profunda decantación emocional que produce la catástrofe se toma conciencia de cosa particulares que antes pasaban desapercibidas. Lo cotidiano y cercano adquiere así, también, relevancia y da un sentido a la vida que antes éramos incapaces de percibir.
-“No –dijo Rambert con amargura- usted no puede comprender. Habla usted el lenguaje de la razón, usted vive en la abstracción: Valores contrapuestos, percepciones diferentes de la realidad. Lo abstracto versus lo concreto.
El pensamiento racional en lucha con el sentimiento subjetivo.
-“Si hoy la peste os atañe a vosotros es que os ha llegado el momento de reflexionar. Los justos no temerán nada, pero lo malos tienen razón para temblar”: Paneloux recurre al planteamiento religioso clásico pero ve causalidad en donde resulta imposible demostrarla. Muchos “buenos” morirán y sufrirán y muchos “malos” se librarán. Misteriosa voluntad de Dios o curiosa determinación del azar. Parece que la esperanza se mantiene con la creencia de una justicia final pero choca con la cruda insistencia de la realidad que no atiende a razones (aunque si a casualidades mucho más terrenales). 
Desde luego el sermón del sacerdote tiende hacia un sentido un poco rancio de las cosas: la enfermedad como señal de “castigo” divino aunque al menos no anima a la auto-inmolación ni a bajar la guardia: “No hay que apresurarse más que Dios pues todo lo que pretende acelerar el orden inmutable que Él ha establecido de una vez para siempre, conduce a la herejía” (sic). ¿No es “herejía” negar la libertad humana? ¿No lo es incorporar a Dios en un proceso inmutable y predestinado? ¿Todo "cerrado" desde el principio de los tiempos? ¿Es Dios esclavo de sí mismo? ¿Es Dios por tanto el creador del Mal, del pecado? El drama de la libertad humana que tan bien ha descrito R. Safranski
-“Se han acordado del placer”: El calor, el encierro y la peste reactivan los deseos de placer, la excitación rabiosa. La energía del ser humano se escabulle como puede de prisiones y amarguras.
-“Los cristianos hablan así a veces, sin pensar nunca realmente: Rieux, cerebral y “abstracto” no comparte las tesis de Paneloux. Ciencia y religión, visiones antitéticas.
 “¿No es cierto, puesto que el orden del mundo está regido por la muerte, que acaso es mejor para Dios que no crea uno en él y que luche con todas sus fuerzas contra la muerte, sin levantar los ojos al cielo donde Él está callado?”
 La postura de Rieux está claramente enraizada en lo humano
Claro que teólogos como Julien Ries apuntan hacia una percepción muy diferente: “cuando el hombre alzó los ojos, el cielo estaba allí”. Lo que para uno es incomprensión para otros es motivo de fascinación.
-“Muchos nuevos moralistas en nuestra ciudad iban diciendo que nada servía de nada y que había que ponerse de rodillas”: el fatalismo fatuo, las voces que tiñen de negro cualquier posibilidad y que quieren rendirse sin esfuerzo. Y dicen creer ¿creer en qué?. Tarrou y Rieux no renuncian a la lucha y no claudican.
-“Dígame, Tarrou, ¿usted es capaz de morir por amor? -No sé, pero me parece que no por el momento. –Ya lo ve. Y usted es capaz de morir por una idea, esto está claro. Bueno: estoy harto de la gente que muere por una idea. Yo no creo en el heroísmo, sé que eso es muy fácil, y he llegado a convencerme de que en el fondo es criminal. Lo que me interesa es que uno viva y muera por lo que ama”. Toda una declaración de principios y una forma muy concreta de entender la realidad y el cómo enfrentarse a ella. Dialéctica permanente entre mente y corazón, entre abstracción idealista y subjetivismo emocional, aunque desde mi punto de vista y yendo más allá de algunos diálogos, Camus se posiciona a favor de un equilibrio de ambos
Rieux y Tarrou se hacen amigos por eso y otras cosas que les unen, pero también simbolizan a cierto nivel una complementariedad de visiones, lejos de determinismos religiosos o de escapismos egoístas o infantiles. 
Sellan su amistad y la coincidencia final de planteamientos en un baño, un ritual muy simbólico, incluso desde un punto de vista cristiano.
-“Sin memoria y sin esperanza, vivían instalados en el presente. A decir verdad, todo se vivía presente. La peste había quitado a todos la posibilidad de amor e incluso de amistad. Pues el amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que instantes”. La catástrofe vuelve tirano al presente ya que roba la posibilidad de futuro y toda esperanza implica, precisamente, una proyección de futuro. Difícil mantener la ilusión cuando éste queda limitada a una ciega fe en la mera supervivencia; difícil encarar las dificultades si hay ensañamiento en la enfermedad (o en la
guerra, o en la tiranía). 
El ser humano, a diferencia de de los animales, necesita otros parámetros para sentirse realmente vivo y muchos más si quiere darle a la vida un cierto sentido.
.-“La plaga alcanzaba a todo el mundo”: El horror epidémico se convierte en extraña justicia social. Suena a barbaridad pero según qué males, debido a su magnitud, afectan en su cáustica ceguera a todos sin distinción de sexo, de clase social o de cualquier otra zarandaja con las que los humanos nos divertimos clasificándonos. Es, en este sentido, un mal muy “solidario” que no hace distingos. Terrible pero – sin que él mismo Mal lo sepa- esa toxicidad que toca a todos produce reacciones insospechadas de solidaridad en muchos de los afectados.
Por lo visto debe haber elementos inconscientes en el alma del ser humano que aunque permanecen muchas veces dormidos y ocultos en la cotidianidad, se activan en  las ocasiones de crisis, especialmente si estas son realmente colectivas y graves. No sucede lo mismo en las tragedias individuales. No al menos en la misma forma ni en el mismo nivel. Son mecanismos diferentes que activan posibilidades diferentes.
-“Y, sin duda, el dolor infligido a aquel inocente nunca había dejado de parecerles lo que en realidad era: un escándalo. Pero hasta entonces se habían escandalizado, en cierto modo, en abstracto, porque no habían mirado nunca cara a cara, durante tanto tiempo, la agonía de un inocente”: Punto álgido de la incomprensión humana, el dolor del inocente.
 Dolorosa toma de conciencia, especialmente cuando puedes verlo, tocarlo, olerlo, y sentirlo porque estás ahí y lo observas. Frustrante impotencia. Es el misterio del libro de Job ¿cómo justificar la injusticia? ¿El castigo gratuito? ¿La tragedia absurda? Después de Auschwitz muchas preguntas adquieren una urgencia inusitada y las respuestas no pueden ser simplonas.
-“-Lo comprendo- murmuró Paneloux-, esto subleva porque sobrepasa nuestra medida. Pero es posible que debamos amar lo que no podemos comprender. Rieux se enderezó de pronto. Miró a Paneloux con toda la fuerza y la pasión de que era capaz y movió la cabeza. –No, padre- dijo-. Yo tengo otra idea del amor y estoy dispuesto a negarme hasta la muerte a amar esta creación donde los niños son torturados”. Camus vuelve a enfrentar dos cosmovisiones muy diferentes aunque ambos experimentan el dolor que resulta insoportable.
El sacerdote intenta aceptar lo que no comprende queriendo voluntariosamente pensar que hay algún sentido oculto en todo ello (como de hecho dejará muy claro en su segundo sermón); el médico se niega a aceptar que pueda haber algo que justifique semejante horror y que le otorgue algún sentido. Entra en el mundo de la desesperanza aunque no renuncia a ayudar a las víctimas.
-“El cristiano se abandonará a la voluntad divina aunque le sea incomprensible”: Paneloux casi roza el determinismo musulmán. Corre el peligro de ser un fatalista aunque no renuncia del todo a la acción ni llama al martirio (como sí hicieron otros cristianos antes que él). Desde mi punto de vista, olvida el plan inicial de Dios: la vida –ese instinto que llevamos todos en el ADN- lucha desesperadamente por mantenerse. Su ideología puede ser tóxica si contribuye a bajar la guardia. Aceptar la incomprensión del dolor –o de la muerte- no significa que haya que entregarse él. (En este sentido teólogos como Hans Küng son claros y determinantes).
-Tarrou, cuando se confiesa a Rieux, se posiciona moralmente en contra de cualquier acción que contribuya a quitar la vida a cualquier ser humano, ya sea de manera global o individual. Por eso lucha hasta la extenuación contra la enfermedad; por eso simpatiza con la entrega callada pero eficiente de Rieux. Su declaración, que me ha servido de inicio de este artículo, me vale también como conclusión final del mismo: “Sé únicamente que hay en este mundo plagas y víctimas y que hay que negarse tanto como le sea a uno posible a estar con las plagas
Rieux le comprende aunque él no busca la santidad que cree ver en Tarrou: “No tengo afición al heroísmo ni a la santidad. Lo que me interesa es ser hombre”.
A mí, también.
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Texto:  Javier Nebot

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