Las últimas décadas del siglo XIX y las iniciales del siglo XX fueron fascinantes no solo por el cúmulo de circunstancias históricas que se produjeron en ellas -decisivas para comprender nuestra realidad actual- sino, también, por la enorme cantidad de personajes extraordinarios que vivieron en las mismas.
Como bien señala Philipp Blom en su apasionante libro "Años de vértigo" todo lo que está sucediendo hoy estaba ya en germen en aquellos años de transición entre un siglo y otro.
Leer este libro nos ayuda a hacernos conscientes de la relatividad de la cronología ya que es cierto que si nos basamos en los hechos en sí mismos las fronteras cronológicas deberían modificarse: el siglo XX empezaría realmente en 1918, cuando el final de la Primera Guerra Mundial dio por dinamitados los esquemas y presupuestos decimonónicos e igualmente el XIX comenzaría en realidad en 1815 cuando el fracaso definitivo de las tropas napoleónicas propició un mapa europeo y unos planteamientos socio-económicos muy diferentes a los que se vivieron en el siglo de la Ilustración.
A veces los límites temporales impuestos por necesidades metodológicas no casan al milímetro con la realidad; en cualquier caso entre 1870 y 1914 (y especialmente en los últimos quince años de ese casi medio siglo) la aceleración inaudita de la historia dejó muy claro que todo estaba cambiando y que nos enfrentaríamos a problemas desconocidos hasta el momento y lo haríamos con tal rapidez y en tal magnitud que, ciertamente, esos años podrían ser llamados con buenos motivos, como hace el citado historiador alemán, los "años de vértigo", vertiginosidad que era una sensación muy común entre todos los que se veían arrastrados por la vorágine de las novedades en aquellos momentos.
Claro que no todos se sentían así y había quienes aclamaban la llegada de los nuevos cambios como el signo inevitable y necesario para acabar con las caducas pretensiones de cierto victorianismo social.
Con este breve artículo y con otros que le seguirán más adelante pretendo hacer un pequeño homenaje a todos aquellos protagonistas de la historia que, en mayor o menor medida, influyeron en sus coetáneos y propiciaron eso -de tal difícil acotación- que llaman avance social.
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Lou Andreas Salomé (1861-1937)
Mujer polémica, de personalidad brillante y seductora, a la que no le hizo falta el apoyo de "colectivos" ni "movimientos" para hacer lo que quiso en su vida, aunque eso supusiese la ruptura con los patrones imperantes para las mujeres en esos años.
Nació en San Petersburgo en 1861 y murió en Gotinga en 1937.
Setenta y seis años de vida intensa en la que escribió muchos libros y ejerció de musa, pero no de florero ya que ella misma fue psicoanalista y una intelectual admirada por otros muchos de intelectuales de su época.
Demostró desde muy joven su interés por la cultura y por no querer limitarse a lo convencional.
Su madre la llevó a estudiar a Roma y allí conoció, en un salón literario, a Paul Rée, amigo a su vez de F. Nietzsche.
Con los tres mantuvo una relación especial aunque no lo que podríamos llamar "ortodoxa" (ni, por lo que parece, sexual, ya que Lou mantuvo su virginidad hasta los treinta años), como se puede deducir de la foto que les muestra a los tres y que intentaba escenificar lo peculiar la misma.
Las pretensiones del filósofo alemán de casarse con ella no fueron más que eso, pretensiones, porque Lou-Andreas buscaba sobre todo una interactuación intelectual -en forma de trío estimulante- y no un matrimonio convencional.
Sus viajes y estudios continuaron hasta que en 1887 conoció a Carl F. Andreas.
Se casó con él, pero la relación que mantuvieron fue extraña y distante: vivieron en casas separadas y no consumaron el matrimonio (se dice que él la amenazó con suicidarse si no se casaba con ella).
Ella consiguió mantenerse económicamente sin ayuda de su marido gracias a su labor como articulista y escritora de libros.
Tampoco tuvo reparos en mantener otras relaciones con hombres.
De hecho, cuentan algunas crónicas que fue ella la que desvirgó a Rainer María Rilke, con quien mantuvo una prolongada -y compleja- relación amorosa a pesar de ser quince años mayor que él.
Paul Rée.
F. Nietzsche.
Con Rilke
Con su marido F. Carl Andreas.
Rilke.
Su personalidad le permitió participar en tertulias y ambientes reservados hasta entonces de forma exclusiva para hombres, pero no solo eso: nunca cejó en su afán de aprender y estudiar.
En 1902 se suicidó su amigo Paul Rée y eso le produjo una gran conmoción.
Para superar el duelo y la crisis que le ocasionó Lou recurrió a un médico vienes, Friedrich Pineles.
Entre tratamiento y tratamiento surgió entre ellos algo más que una "transferencia" emocional porque de la relación establecida se produjo un aborto voluntario por parte Lou.
Pocos años después entraría en contacto con los círculos psicoanalíticos de Viena, participando en la "Sociedad psicológica de los miércoles" bajo la tutela y amistad de Sigmund Freud.
A partir de 1915 dedicó su vida a ejercer como psicoanalista.
Lamentablemente el cine no le ha dedicado ninguna película que merezca la pena.
Dominique Sanda -de un parecido físico llamativo- la representó en Más allá del bien y del mal de la Cavani, pero fue una película -como todas las de esta directora- desmedida (por decirlo de una forma amable).
Es una pena porque una mujer tan deslumbrante como ella debería tener su lugar en el imaginario popular.
En 2016 Cordula Kablitz-Post dirigió otra película sobre ella:
Entrada revisada a 04-04-2023.
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La joven que está con Freud es Martha Bernays, su esposa.
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