“Perdición” (“Double indemnity” 1944) fue uno de los primeros films del maestro Billy Wilder (que contó con la colaboración de R. Chandler en la realización del guión basado en la obra de JamesM. Cain). Como bien señala la revista DIRIGIDO (nº 312 -Mayo 2002) esta película constituyó “una referencia, que abrió la espita en Hollywood de las trampas criminales sobre adulterios y asesinatos de maridos, creando una iconografía” (p.64).
http://www.filmaffinity.com/es/film207165.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Double_Indemnity
https://es.wikipedia.org/wiki/Double_Indemnity
Con esta película surgió una mujer fatal mucho más evolucionada y sutil que nuestra ya conocida Brigid O´Shaughnessy de “El halcón maltés”: su protagonista, aun sin la rutilante belleza de la Kitty Collins de “Forajidos” (¡cómo competir con Ava Gardner!), desplegaba una innegable capacidad de seducción siendo capaz de convertir cualquier gesto o insinuación suya en puro erotismo (lo que, ciertamente, es mucho).
Bárbara Stanwyck consiguió un personaje teñido de un profundo cinismo, cinismo que procuraba camuflar con una sobre-dosis de seducción.
Sin duda Phyllis Dietrichson es una gran manipuladora.
Desde las primeras escenas del film su personaje lograba echar sus hilos de araña sobre el protagonista (incluso, como opina Quim Casas en el mencionado Dirigido, el proceso de seducción del agente de seguros es “demasiado” rápido) consiguiendo que éste materialicese su propósito de deshacerse del marido plasta, convirtiéndole de esta manera en su cómplice, sin más esfuerzo que unas cuantas miradas turbadoras y algunos gestos prometedores que, con un poquito de imaginación, auguraban mayores placeres.
Sin duda Phyllis Dietrichson es una gran manipuladora.
Desde las primeras escenas del film su personaje lograba echar sus hilos de araña sobre el protagonista (incluso, como opina Quim Casas en el mencionado Dirigido, el proceso de seducción del agente de seguros es “demasiado” rápido) consiguiendo que éste materialicese su propósito de deshacerse del marido plasta, convirtiéndole de esta manera en su cómplice, sin más esfuerzo que unas cuantas miradas turbadoras y algunos gestos prometedores que, con un poquito de imaginación, auguraban mayores placeres.
La película comienza con el protagonista masculino, el agente de seguros Walter Neff (Fred MacMurray, siempre correcto) contando el relato de lo sucedido a un dictáfono para que su socio y amigo (un excelente Edward G. Robinson) pueda escuchar posteriormente su confesión (nuestro hombre está herido y cree no poder salir con vida).
Neff confiesa que él fue el asesino del Sr. Dietrichson y que todo lo hizo por el dinero (una sustanciosa prima que debería pagar su propia compañía de seguros) y por una mujer, aunque “…No obtuve el dinero…y tampoco a la mujer”.
Neff confiesa que él fue el asesino del Sr. Dietrichson y que todo lo hizo por el dinero (una sustanciosa prima que debería pagar su propia compañía de seguros) y por una mujer, aunque “…No obtuve el dinero…y tampoco a la mujer”.
A través de diversos “flash-backs” -al igual que posteriormente haría Siodmack en la ya referida “Forajidos”- Neff, que se convierte en narrador, explica al espectador todo lo acontecido convirtiéndole en una especie de testigo de los hechos y mostrándole de esta manera el momento en donde conoce a Phyllis Dietrichson, mujer que, irresistiblemente, lo llevará al hundimiento.
La aparición de la Stanwick, en la cima de las escaleras de su casa, vestida solamente con una toalla blanca, luciendo su melena rubia, implica ya un cierto reconocimiento de “diosa”, alejada de sus posibilidades. Estamos ante el nivel del ideal imaginado y nunca alcanzado.
Su voz, sensual, mantiene al personaje de Neff subyugado.
Ella le invita a pasar, Neff acepta y reconoce “lo único que me importaba en ese momento era la dama de arriba y la manera en que me veía, y cómo tenía el deseo de volverla a ver, de cerca, sin aquella baranda interponiéndose entre nosotros”.
Cuando ella entra, vestida de blanco –perfectamente iluminada-, entabla un diálogo con nuestro hombre sobre la posibilidad de hacerle un seguro de vida a su marido y la conversación lleva a un cierto coqueteo que hace que el agente de seguros se vaya encantado y con la promesa de regresar, aunque advierte con su voz en off:
“Era una tarde calurosa y todavía se podía percibir el olor de madreselva en el ambiente…¿Quién iba a pensar que el homicidio podía oler a madreselva?”.
A partir de aquí se inicia el viaje a la destrucción ya que el espectador sabe que la telaraña se va a ir tejiendo irremisiblemente, llegando a un punto en donde la simple solicitud de hacer un seguro de vida al marido –sin que éste lo sepa- tendrá consecuencias funestas.
Neff, de alguna forma, sabe que ella le está utilizando (“¿Quién crees que soy? ¿Un tipo que conoce a una bella mujer que va vendiendo seguros de vida a sus esposos?”) …pero se deja seducir.: “Ahí me di cuenta que este no era el fin entra ella y yo. Era sólo el principio”.
Neff, de alguna forma, sabe que ella le está utilizando (“¿Quién crees que soy? ¿Un tipo que conoce a una bella mujer que va vendiendo seguros de vida a sus esposos?”) …pero se deja seducir.: “Ahí me di cuenta que este no era el fin entra ella y yo. Era sólo el principio”.
Desde luego ella obra con sutileza en todo momento.
Wilder nos muestra en diversos planos los brillantes ojos de Phyllis como si fuesen ojos de serpiente, ojos que la ficción occidental atribuye a todas las “devoradoras de hombres” desde Circe y Medusa hasta las Sirenas. (El no saber de mitología tiene -obviamente- sus riesgos)
Wilder nos muestra en diversos planos los brillantes ojos de Phyllis como si fuesen ojos de serpiente, ojos que la ficción occidental atribuye a todas las “devoradoras de hombres” desde Circe y Medusa hasta las Sirenas. (El no saber de mitología tiene -obviamente- sus riesgos)
En un fragmento de las conversaciones que tuvo Billy Wilder con Cameron Crowe éste le pregunta: “¿Recuerda la indicación que dio a Bárbara Stanwick en “Perdición” para ese plano mudo de su rostro mientras se está produciendo el asesinato en el asiento posterior? Los ojos se le llenan de algo que es casi sexual.” A lo que Wilder le responde: “Cuando él mata al marido en el asiento posterior. Sí. Por supuesto, miss Stanwyck era una actriz muy inteligente. Yo no veía clara la peluca, pero quedaba bien, porque era una peluca falsa. Era claramente una peluca… Y la pulsera del tobillo…., propia de una mujer casada con ese tipo de hombre. Todo está gritando asesinato. Claro que lo ensayamos. Pero lo ensayé con ella una o dos veces, como máximo. Era una mujer extraordinaria. No tuve ninguna dificultad. Se sabía el guión, los diálogos de todo el mundo. Ni un fallo, ni un error; tenía un cerebro maravilloso”. (p.69))
Si, Neff es hechizado por la mirada de Phyllis y cierra el trato de convertirse en cómplice de asesinato del marido de esta con la promesa de compartir después dinero y futuro.
El protagonista inicia un viaje que le lleva de ser un “buen hombre” a un “hombre del mal” en el que ya no hay vuelta atrás, como bien le recuerda Phyllis: “Saldremos de esto de la misma manera en que entramos: juntos”.
La “mujer fatal” domina la situación aunque inevitablemente ésta acaba por estallar en un trágico final: ella muere y él a punto está (Wilder filmó dos finales; en uno de ellos se veía la muerte de Neff en la silla eléctrica, pero finalmente optó por el que conocemos, en donde de forma más delicada el resultado es básicamente el mismo).
La “mujer fatal” domina la situación aunque inevitablemente ésta acaba por estallar en un trágico final: ella muere y él a punto está (Wilder filmó dos finales; en uno de ellos se veía la muerte de Neff en la silla eléctrica, pero finalmente optó por el que conocemos, en donde de forma más delicada el resultado es básicamente el mismo).
Antes de morir por el disparo de Neff ella le confiesa: “Nunca te amé Walter. Estoy podrida hasta en el corazón y te usé tal y como tú lo has dicho.
Nunca significaste nada para mí….hasta hace un minuto, cuando no me atreví a disparar esa segunda bala. Nunca pensé que eso me podía pasar”.
Sin duda toda una declaración de principios. (1)
Bárbara Stancwyck (1907-1990) protagonizó su primer gran papel en la película “Stella Dallas” (de King Vidor, 1937), aunque el personaje que hemos analizado la catapultó a la fama (fue su tercera nominación al Oscar). Se especializó en papeles de mujeres fuertes pero su filmografía abarca títulos de todo tipo: “Annie Okley”, “Bola de fuego”, “El extraño amor de Martha Ivers”. Curiosamente, al igual que en el caso de Marlene Dietrich, la prensa amarillista la estigmatizó como una lesbiana de “closet”.
https://es.wikipedia.org/wiki/Barbara_Stanwyck
http://www.imdb.com/name/nm0001766/
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/stanwyck.htm
http://www.rtve.es/alacarta/videos/dias-de-cine/stanwyck/2961644/
https://es.wikipedia.org/wiki/Barbara_Stanwyck
http://www.imdb.com/name/nm0001766/
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/stanwyck.htm
http://www.rtve.es/alacarta/videos/dias-de-cine/stanwyck/2961644/
-continuará-
Autor: Javier Nebot, Sept. 2015.
Autor: Javier Nebot, Sept. 2015.
Notas:
(1) Ricardo ALDARONDO, nos ofrece un estudio amplio y detallado en el libro de DIRIGIDO, "La condesa descalza/Perdición".Realmente merece la pena ser leído para situar el film en el contexto más amplio del cine negro y de la literatura de ese mismo género.
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