“La visión de Cristo que tú ves es la enemiga más encarnizada de mi visión…..”
-Introducción.
Probablemente, una de las cuestiones que más llama la atención a todo aquel que se acerca con curiosidad a la historia del cristianismo es el hecho indiscutible de cómo una religión, que ni siquiera nació con pretensión de serlo, acabó convirtiéndose en menos de cuatro siglos en la religión predominante del Imperio romano y en su principal valedora, además de constituirse en el cimiento sobre el que se forjó el modus vivendi occidental durante más de quince siglos.
No fue, desde luego, un proceso fácil ni mucho menos unidireccional. Hace ya mucho tiempo que los especialistas demostraron lo lejos que estaban de la realidad esas historias que nos mostraban a una Iglesia única y compacta que –con la permanente ayuda de su Dios y a pesar de algunos insidiosos malevolentes- conseguía salir siempre airosa de todos los peligros que le acechaban no sin dejar, por descontado, un enorme reguero de mártires y santos por el camino de su consolidación (que daban claro e indiscutible testimonio de la -su- verdad).
Esa realidad –como todas las realidades en las que intervienen los humanos- fue, ciertamente, muy compleja y profundamente diversa. También, imposible negarlo a estas alturas, infinitamente más conflictiva de lo que hubiéramos podido imaginar. Son muchos los intelectuales que han estudiado en profundidad esos primeros siglos en los que se forjó el cristianismo tal y como lo conocemos y que nos han descubierto que lo que pensábamos –a nivel “coloquial” al menos- que era un cristianismo único y sólido desde sus inicios fue, en realidad, un extraordinario mosaico de cristianismos, de los que solo ha logrado pervivir una determinada visión que se consideró la ortodoxa. Ha quedado ya meridianamente claro que la tesis de un cristianismo primitivo unitario es históricamente insostenible (1)
La religión que inició sus primeros pasos después de la experiencia pascual tardó en acrisolar sus creencias. Los seguidores de Jesús tuvieron que acometer el duro proceso de verbalizar de manera inteligible y coherente lo que para ellos fue una experiencia absolutamente transformadora, y eso en absoluto fue fácil.
A medida que el movimiento se extendía, que la esperada Parusía se retrasaba y que los testigos apostólicos desaparecían, se demostró necesario e imprescindible buscar nuevas formas de transmitir y conservar la nueva fe y eso implicó tomar conciencia de cuáles eran las prioridades y los límites de la misma. En las posibles discrepancias –inevitables- que surgieron (muchas de ellas absolutamente convencidas de ser la “verdad”) se vio como imperiosa la necesidad de establecer cierta ortodoxia y a todo aquel que voluntariamente eligió no creer en lo “correcto” se le declaró hereje.
Ese proceso, como es fácil de imaginar, distó mucho de ser “placentero”. Más bien fue complejo y estuvo lle-no de agrias tensiones y enfrentamientos acerbos. Los trabajos de investigación más recientes constatan, sin lugar a dudas, que hay que repensar la manera en la que se desarrolló el cristianismo tanto a la luz de los conocimientos antropológicos e histórico/sociológicos como a la de descubrimientos tan capitales como los documentos del Mar Muerto y, sobre todo, los hallazgos de Nag Hammadi (2).
Estos últimos especialmente, han contribuido a dar cierta luz a concepciones y formas de pensar el cristianismo que no se conocían muy bien, más allá de las argumentaciones de sus opositores que las consideraban heréticas pero que, al menos, nos ilustraron –más o menos tendenciosamente, pero ilustraron- sobre en qué consistían y por qué se consideraban erróneas. Recibimos, pues, una especie de “negativo” que ahora se podrá contrastar en parte con su “positivo”. Este post y los que le seguirán quieren centrarse en hacer una breve exposición del gnosticismo en cuanto “secta” o desviación cristiana, ya que fue una de las herejías más temidas, controvertidas y que más esfuerzos requirió para su erradicación.
-1. Apócrifos y Gnósticos.
A la vista de su impacto mediático y económico, parece evidente que a determinados públicos les encantan las historias “alternativas” y/o “complementarias” a las narraciones “oficiales”, mucho más todavía si lo que aquellas ofrecen de “diferente” tiene ribetes de cierto ocultismo o de secretos inconfesables y morbosos que explicarían los hechos de “otra” forma. Esto es común en muchos ámbitos y, evidentemente, la religión no podía quedar exenta de tal tendencia. Son demasiados los que han hecho su particular agosto publicando libros “esotéricos” que narraban la verdadera historia de Jesús (3) o que descubrían sus amores (4), por no hablar de relatos cercanos a la ciencia-ficción (mala) que ven en cualquier fenómeno religioso la mano de todo tipo de extraterrestres pero que, sin embargo, consiguen la atención de algunos crédulos que los devoran con una devoción digna de mejores causas y, a todas luces, inmerecida.
El fenómeno, desde luego, no es nuevo. Más bien es muy viejo y entronca con la necesidad –nunca por lo visto suficientemente satisfecha e históricamente muy repetida- que tienen muchas personas de saber más de aquellos a los que consideran sus “ídolos”.
En el caso del cristianismo las historias “alternativas” y los chascarrillos de todo tipo surgieron muy pronto. Ya en siglo II d.C circulaban muchos relatos e historias sobre la infancia de Jesús, sobre la vida de su madre, María, o sobre la de su padre, José y, también, sobre algunas personas que los creyentes consideraban santas y que alcanzaron un éxito enorme como fue el caso de Santa Tecla (5). La mayoría de esos relatos eran, sobre todo, productos de la devoción y tenían, en su afán de ensalzamiento y veneración, mucho de mágico y milagrero -de hecho así lo “exigía” el público del momento- aunque también los hubo, por parte de incrédulos y paganos, bastante malévolos y difamatorios (6). Algunos de esos relatos calaron profundamente en el imaginario colectivo de los creyentes, tal y como señala con acierto Xavier Alegre (7): “Es interesante constatar, la gran popularidad de estos apócrifos entre la gente sencilla por-que varios detalles que solo se encontraban en ellos y no en los evangelios canónicos han permanecido en el imaginario popular. Por ejemplo: los nombres de los padres de María (Joaquín y Ana: Proto-evangelio I-II), el buey y la mula junto al pesebre (pseudo-Mateo XIV), el nombre de los tres reyes magos, Melchor, Gaspar y Baltasar (Evangelio armenio de la infancia y en el Evangelio árabe de la infancia), la fiesta de la presentación de María en el templo (Proto-evangelio VII)…” etc. Pero, junto con estas historias, más o menos populares y bienintencionadas, surgieron también entre los cristianos otros relatos más comprometidos y comprometedores, relatos que implicaban una visión muy diferente, no ya de los posibles hechos de la vida de Jesús sino de sus enseñanzas. Algunos de ellos implicaban, incluso, toda una teología y una cristología profundamente diferentes a las que proclamaban aquellos que se consideraban sucesores de la tradición apostólica y que se sentían en la legítima responsabilidad de defender el mensaje y la figura del Cristo, tal y como ellos pensaban que la habían recibido de los apóstoles. Aun así, estos evangelios ideológicos alternativos, heterodoxos, (casi todos gnósticos) reclamaron su legitimidad y presentaron batalla precisamente porque ellos también pensaban que era portadores de la verdad cristiana.
Todos estos relatos, cartas, testimonios y evangelios se denominaron “apócrifos” (8) y aparecieron en su mayoría a partir del siglo II y especialmente en el siglo III. Los hubo de todo tipo y condición aunque el denominador común –si es que puede decirse así- fue el que ninguno de ellos pasó a formar parte del canon que la Iglesia ortodoxa –y triunfante- consideró como esencial a su doctrina y que estaba compuesto por aquellos textos que sí se estimó como inspirados por Dios y que, según sus criterios, eran portadores de la fe pascual original.
Con la perspectiva de los siglos se puede discutir la conveniencia o no de haber elaborado un canon tan exclusivo (aunque sería muy difícil ponerse en la mentalidad del momento para valorarlo con ecuanimidad). En cualquier caso parece evidente que, en una época tan especialmente convulsa y tan sumamente efervescente a nivel religioso como fue el periodo constituido por los siglos III y IV d.C., en el contexto mediterráneo, y ante la increíble abundancia de textos y falsificaciones que se produjeron en ese periodo (9), se hizo a todas luces necesario el establecer un profundo proceso de decantación de los textos y de las doctrinas que contenían y también resulta igual de evidente que en ese proceso, la Iglesia proto-ortodoxa (10) se atribuyó un papel predominante tanto por su celo como por su constancia en el mismo, consciente como era de los peligros que para su propia subsistencia implicaba el triunfo de tesis ajenas a las suyas.
Dentro de esa abundante “masa” de apócrifos fueron especialmente relevantes, por el riesgo que suponían a nivel ideológico –como ya hemos apuntado- el conjunto de evangelios denominados como “gnósticos”. De hecho, según las tesis de Pagels, buena parte de la ortodoxia se forjó, precisamente, por la necesidad de depurar conceptos y creencias ante toda una serie de “herejías” que muchos consideraban que atacaban aspectos esenciales de la fe cristiana y eran, por lo tanto, de todo punto inadmisibles.
Quizás este proceso de “enfrentamientos” y “depuración” que se produjo sobre todo entre los siglos II y IV de nuestra era, pueda chocar a una mentalidad moderna –acostumbrada a cierto laxismo y a un permanente y vago “vive y deja vivir”- pero tenemos que asumir que el movimiento cristiano que se inició a partir de la muerte de Jesús de Nazareth fue creciendo y desarrollándose en comunidades muy diferentes entre sí, compitiendo contra otras religiones y en una época en la que los medios de difusión –y de control- estaban a años luz de lo que ahora consideramos habitual. Como bien señala F. Vouga, “los esfuerzos de las primeras comunidades cristianas por transmitir fielmente sus tradiciones provocaron, precisamente, la aparición de variantes inesperadas del cristianismo y prepararon por ello el surgimiento de nuevas transformaciones” (11).
El cristianismo no fue –como ya hemos indicado- un ente monolítico y cerrado, fue, de hecho, incluso más plural y variopinto que el cristianismo de estos tiempos (12) pero no cabe duda de que, en la inmensa mayoría de los casos, los que defendían un determinado evangelio y por lo tanto su correspondiente visión, lo hacían movidos por la convicción íntima y profunda de estar defendiendo lo que consideraban la verdadera doctrina de Jesús en un mundo que tenía muy poco de cristiano.
Esa misma pluralidad que, siendo realistas, reconocemos en los orígenes de cristianismo y que, siendo consecuentes, nos obligaría a hablar de múltiples cristianismos, deberíamos reconocerla, como bien señalan diversos autores, al hablar del gnosticismo ya que parece evidente que bajo ese nombre se identificaron tesis y visiones de muy diferente índole. En cualquier caso, por cuestiones de exposición y teniendo en cuenta que este trabajo pretende ser un introducción al gnosticismo y no una tesis sobre el mismo, procuraré referirme al gnosticismo, siempre que sea posible, en singular (aunque no se deben obviar las evidencias de su multiplicidad en el caso de que se quiera proceder a un estudio más detallado y minucioso)
Como señalé en la introducción, todos los especialistas en estudios neotestamentarios y especialmente los versados en gnosticismo, coinciden en otorgar a los descubrimientos de Nag Hammadi una importancia capital (ver nota 2) ya que los textos gnósticos descubiertos allí han contribuido a que podamos tener una visión mucho más certera de la que se tenía sobre el gnosticismo hasta el momento del hallazgo. Elaine Pagels, una de las más reconocidas autoridades en este tema y cuyo libro Los evangelios gnósticos es uno de los soportes claves de estos artículos, señala: “Investigando los textos descubiertos en Nag Hammadi, junto con fuentes conocidas durante más de mil años gracias a la tradición ortodoxa, podemos ver cómo la política y la religión coinciden en el desarrollo del cristianismo. Podemos ver, por ejemplo, las implicaciones políticas de doctrinas ortodoxas tales como la resurrección de los cuerpos y de qué manera la visión gnóstica de la resurrección lleva implicaciones opuestas a ellas.Y mientras tanto obtendremos una perspectiva sorprendentemente nueva de los orígenes del cristianismo” (13).
Su criterio me parece digno de consideración y avalado, además, por la rotunda realidad de los hechos históricos porque, como bien señala Ehrman: “más allá de semejantes juegos de fantasía, es claro que la victoria de una forma de cristianismo fue un acontecimiento significativo tanto para el funcionamiento interno de la religión como para la historia de la civilización, especialmente en Occidente” (14).
No cabe duda de que el movimiento gnóstico generó grandes tensiones que no se resolvieron bien dentro del seno de la Iglesia (aunque algunas de sus tesis sí calaron y lograron, en cierta medida, pervivir dentro de la ortodoxia de diferentes formas (15)). La ventaja institucional de los sectores que mantenían las posturas ortodoxas posibilitó que el duelo ideológico se dirimiese, finalmente, a favor de éstos y, en un cúmulo de circunstancias y diversos factores causales, las diferentes líneas de gnosticismo fueran consideradas heréticas, perseguidas y, siempre que fue posible, erradicadas y olvidadas.
Quizás ese arrinconamiento y ese afán de erradicación hayan incidido en cierta confusión terminológica en lo que se refiere a esta “herejía”. Francine Culdaut opina que “existe mucha fantasía en torno al uso y significado de las palabras “gnosis” y “gnosticismo”. Gran parte de las obras dedicadas a ellas las utilizan indistintamente o bien les conceden sentidos muy imprecisos. Irineo emplea muy a menudo gnostikoi (gnósticos) para designar a los miembros de las diferentes sectas: simonianos, valentinianos, carpocracianos etc. Ahora bien, tanto para Orígenes como para Clemente e Ireneo, la palabra “gnosis” designa al cristianismo auténtico; y para designar lo que consideran una desviación, se refieren a “la pretendida gnosis” o “la gnosis del falso nombre”…” (16).
Hasta los descubrimientos de Nag Hammadi los datos que se tenían de las diferentes sectas gnósticas provenían, fundamentalmente, de las refutaciones de los Padres de la Iglesia. Tanto Justino (muerto mártir hacia el año 165) como Ireneo (hacia 130/150 a 200) autor Adversus Haereses (que incorporaba buena parte de las consideraciones del primero) e Hipólito de Roma -que se declaraba discípulo de Ireneo y escribió la Refutación de todas las herejías y que, como Justino, murió mártir en el 235- son los principales “denunciadores” de los peligros que implicaban los doctrinas gnósticas.
Irineo imprecaba contra lo que considera ridículas pretensiones gnósticas y arremetía con fiereza contra ellos:
“Vamos a ver con qué bestia estamos tratando; podremos verla, guardarnos de sus ataques, golpearla por todos lados, herirla, y matar por fin a esta bestia devastadora. Esa es nuestra meta, pues acabamos de sacar a la luz sus misterios ocultos y por ellos arropados en el silencio: ya no tendremos necesidad de largos discursos para aniquilar su doctrina” (Irineo, A.H., I, 31,4) (17).
Pero ¿por qué suponía tanto peligro la “bestia” y merecía tanto esfuerzo dialéctico? A esa pregunta voy a intentar contestar en los siguientes apartados, guiado por las consideraciones de Eliane Pagels (18), centrándome en los aspectos que, en principio, fueron más polémicos (aunque no fueron los únicos): el sentido de la gnosis, la organización de la autoridad, la participación de las mujeres y la postura ante el martirio.
-continuará-
Notas:
(1): Los orígenes del cristianismo han despertado
siempre mucho interés pero, en las últimas décadas, han aparecido diversos
estudios que intentan integrar en una visión mucho más holística todos los
descubrimientos, aportaciones y métodos de las diversas ciencias en un claro
esfuerzo por dar luz a esos comienzos que determinaron la religión cristiana.
Precisamente la diversidad y la complejidad de las diferentes formas de
entender a Jesús de Nazareth y su mensaje, así como la gran variedad de comunidades
existentes –muchas de ellas con sus propios textos sagrados- que se declaraban
de buena fe cristianas, sea uno de los hallazgos más relevantes y sorprendentes
por su magnitud, hasta el extremo que ha permitido a algunos autores hablar de
cristianismos perdidos (Bart D. Ehrman) o de cristianismos derrotados (Antonio
Piñero).
Para este
trabajo he consultado, aparte de los dos libros que acabo de mencionar, La historia del cristianismo de Paul
Johnson, de muy amena lectura
y en la que el autor nos ofrece una visión global no solo de los primeros
siglos de la Iglesia sino de toda su historia hasta el Concilio vaticano II; Los primeros pasos del cristianismo de Francois Vouga, centrado fundamentalmente en el
siglo I de nuestra era; Sociología
del movimiento de Jesús, de Gerd Theissen, un interesante
análisis de los factores sociológicos que conformaron el movimiento cristiano; La invención de Cristo,
génesis de una religión, de Maurice Sachot, que narra como
la institución sinagogal fue el médium que posibilitó la formación del
movimiento cristiano y como el reconocimiento de Jesús por sus discípulos se
debió a que su discurso y su actitud expresaban lo que creían era la expresión
ideal del propio judaísmo; Jesús: biografía revolucionaria y Jesús: vida de un campesino judío,
ambos de John D. Crossan (el primero una versión más reducida y
divulgativa del segundo), y en los que el reconocido profesor católico de
estudios bíblicos intenta reconstruir una biografía de Jesús de Nazareth
utilizando las aportaciones más recientes de la investigación. Todos estos
libros –a los que habría que añadir los publicados en el ámbito español por Rafa Aguirre y J. A. Pagola pero que sólo he tenido oportunidad de
ojearlos y no los utilizo para el presente trabajo- coinciden en resaltar como
evidente la diversidad y complejidad de los orígenes del cristianismo.
Para una
consulta rápida en internet se pueden visualizar algunos documentales que
tienen interés y que están colgados en you-tube (Aviso general para todos los links
utilizados en este estudio: todos estaban en correcto funcionamiento a la fecha
de terminación del presente texto, 24-abril-15)
(2):Los
hallazgos de Nag Hammadi, en diciembre de 1945, fueron un excepcional y casual
descubrimiento que aportó una gran cantidad de documentos (52) que, en su
mayoría, se daban o perdidos o se conocían por alusiones en copias muy
deterioradas y fragmentarias. La referencia de la wikipedia nos indica:
http://es.wikipedia.org/wiki/Manuscritos_de_Nag_Hammadi
“Estos
manuscritos comprenden 52 tratados gnósticos, pero también tres obras
pertenecientes al Corpus Hermeticum y una traducción parcial y alterada de la
La República de Platón. Se cree que los códices forman una biblioteca oculta
por los monjes del cercano monasterio de San Pacomio cuando la posesión de
estos escritos fue declarada una herejía. Los códices están escritos en copto,
aunque las obras eran probablemente traducciones del griego. Probablemente, la
obra más famosa entre estos manuscritos es el Evangelio de Tomás, del cual, los
códices de Nag Hammadi contienen la única copia completa. Después del
descubrimiento, se reconoció que fragmentos de estos dichos de Jesús aparecían
en manuscritos descubiertos en Oxyrhynchus en 1898, y que había citas que
aparecían en fuentes cristianas primitivas. Se ha propuesto una fecha de
composición de los originales griegos perdidos entre el siglo I y el siglo II
aunque es un tema abierto de discusión. Los manuscritos datan del siglo III y
el siglo IV. Los códices de Nag Hammadi se encuentran en la actualidad en el
Museo Copto de El Cairo, Egipto”.
La misma
referencia contiene la lista
detallada de textos. La
edición española de los mismos esta publicada por la editorial EDAF, bajo la
dirección de Antonio Piñero.
Todos los
especialistas coinciden en reconocer la importancia del descubrimiento, especialmente
cara a entender los posicionamientos gnósticos cristianos. Elaine Pagels y Francine
Culdaut, ambas expertas en gnosticismos, utilizan, lógicamente, dichos
textos en sus análisis sobre el nacimiento del cristianismo y los evangelios
gnósticos. Los libros publicados por ambas (Los evangelios gnósticos de Pagels y El nacimiento del Cristianismo y el
gnosticismo. Propuestas, de Culdaut)
constituyen la base de las consideraciones sobre gnosticismo del presente
trabajo.
Otras
referencias:
(3): En
ámbitos que dicen cultivar la New Age o proclives al esoterismo light han
proliferado relatos alternativos sin ninguna base histórica. También, como era
de esperar teniendo en cuenta el interés que despierta la figura de Jesús, en
literatura (con adaptaciones al cine en algunos casos) y en Internet abundan
historias que caen de lleno en lo
fantástico y que no se sostienen lo más mínimo si se someten a un análisis de
cierto rigor. Desde libros del tipo “Jesús vivió y murió en Cachemira” de Andreas Faber-Kaiser a los best
sellers de Dan Brown y sus dichosos códigos, los escritores avispados han
jugado a especular con las partes desconocidas de la historia, rellenando los
huecos con imaginativas propuestas y elaborando tesis conspiratorias que
parecen ser del agrado de muchos lectores que son más amantes de los cotilleos
sin fundamento que de las reflexiones serias.
(4): Sobre los
“amores” de Jesús han corrido ríos de tinta e internet está lleno de
documentales que insisten en como María Magdalena y Jesús eran algo más que “amigos”
y que, incluso, tuvieron unos hijos que inauguraron un linaje de “semidioses”:
(5): Ehrman dedica varias páginas en Cristianismos perdidos (pp.60 y ss) a la historia de Tecla,
incluida en el apócrifo Los hechos de Pablo. Fue uno de los casos más sonados
de falsificación que el mismísimo Tertuliano ayudó a desenmascarar dejando
claro que el texto fue escrito por un presbítero de Asia menor que confesó
haber escrito esas historias “por amor al apóstol Pablo”. Es bastante probable
que dicho presbítero reuniese tradiciones orales que circulaban desde hacía ya
tiempo sobre la famosa conversa de San Pablo. La historia de Tecla resulta un
verdadero novelón y no es de extrañar que enganchase a una feligresía amante de
los hechos extraordinarios; de hecho Tecla se convirtió en un personaje de
culto célebre incluso en las más remotas regiones de la cristiandad.
Especialmente entre las mujeres –muy activas en el mismo relato-, su particular
“ideología” fue considerada digna de imitación: “Tecla, la inspirada devota
de la renuncia sexual, protegida por Dios de todo daño en todo momento; su
protectora en Antioquía, Trifena, que la acoge y la defiende de una fuerza
masculina casi implacable; las mujeres de la ciudad, que claman justicia y
consiguen que los administradores locales la liberen. Algo similar ocurre
incluso entre las bestias salvajes, y es la leona la que se pone del lado de
Dios y de su protegida, mientras los machos se comportan como los hombres,
fieros y hambrientos, deseosos de apropiar-se de lo que creen que es suyo, la
pura virgen de Dios” (Op. Cit. P.67).
(6): La
historia del romano Pantera, supuesto “padre” de Jesús, aparece incluso
en el Talmud. http://blogs.periodistadigital.com/antoniopinero.php/2007/11/27/p128806
(7): Cuadernos
CJ x 25- Jesús, Judas, da Vinci……… Pág. 7
(8): Se
considera apócrifos, en contraposición a los canónicos - tal y como indico en la misma página
de la que procede esta nota- a toda una serie de textos con pretensiones evangélicas
que fueron excluidos del canon de libros inspirados, por la Iglesia católica.
Varios de ellos fueron considerados también heréticos y, por lo tanto,
prohibidos y anatemizados. Prácticamente todos están publicados y han sido
estudiados por todo tipo de especialistas. Los posibles retrasos en la
aparición pública de alguno de ellos no son causa de ninguna “conspiración” de la Iglesia
sino producto de divergencias académicas y cuestiones de competencia y
propiedad como bien cuenta Pagels (1992). Muchos de ellos también se pueden
descargar gratuitamente de internet.
(Una
interesante tesis doctoral sobre los apócrifos).
La entrada
correspondiente de la wikipedia tiene la ventaja de exponer una lista completa
de los evangelios apócrifos así como de sus traducciones en castellano.
http://es.wikipedia.org/wiki/Evangelios_ap%C3%B3crifos
Evangelios
gnósticos
· Evangelio de Tomás
· Evangelio de Marción
· Evangelio de María Magdalena
· Evangelio de Judas
· Evangelio apócrifo de Juan
· Evangelio de Valentín o Evangelio
de la Verdad
· Evangelio griego de los egipcios
Evangelios
de la Natividad
· Protoevangelio de Santiago
· Evangelio del pseudo-Mateo
· Evangelio de la natividad de María
· Extractos del "Liber de
Infantia Salvatoris" (cód. Arundel 404 del British Museum)
· Otros apócrifos de la Natividad
Evangelios
de la Infancia
· Evangelios de la infancia de Tomás
· Evangelio árabe de la infancia
· Historia de José el Carpintero
· Evangelio armenio de la infancia
· Liber de Infantia Salvatoris (ms.
lat. 11867 de la Biblioteca Nacional de París)
Evangelios
de Pasión y Resurrección
· Evangelio de Pedro (fragm. de
Akhmim)
· Evangelio de Nicodemo, también
llamado "Hechos de Pilatos" (Acta Pilati) y Escritos complementarios
· Evangelio de Bartolomé
Evangelios
asuncionistas
· Libro de San Juan Evangelista (el
Teólogo)
· Libro de Juan, arzobispo de
Tesalónica
· Narración del Pseudo José de
Arimatea
Cartas del
Señor
· Correspondencia entre Jesús y
Abgaro
· Carta del domingo
Otros
· Evangelio secreto de Marcos
· Evangelio del Pseudo-Santiago
· Evangelio cátaro del pseudo-Juan
· Evangelio de Bernabé
· Evangelio de Taciano
· Evangelio de los nazarenos
· Evangelio de Ammonio
· Evangelio de la Venganza del
Salvador
· Evangelio de la muerte de Pilato
· Evangelio apócrifo de Galilea
Manuscritos
de Nag Hammadi
· Apocalipsis de Pablo
Evangelios
perdidos
· Evangelio de los hebreos
· Evangelio de los Doce ó Evangelio
de los ebionitas
· Evangelio de los Egipcios
· Evangelio o Tradiciones de Matías
· Evangelio de Tomás
· Evangelio de Felipe
· Evangelio de Pedro
· Evangelio de los adversarios de la
Ley y de los Profetas
· Memoria de los Apóstoles
· Tres clases de frutos de vida
cristiana
· Evangelio de los cuatro rincones y
quicios del mundo
· Evangelio de Apeles
· Nacimiento de María
· Evangelio de Judas Iscariote
· Evangelio de Eva
· Ascensión de Santiago
· Evangelio vivo
· Preguntas de María
· Evangelio de la Perfección
· Evangelio de Basílides
· Evangelio de Marción
Fragmentos
papiráceos
· Oxyrhynchus pap. 655
· Oxyrhynchus pap. 840
· Oxyrhynchus pap. 1081
· Berlin pap. 11710
· Fragmento evangélico de Fayum
· Fragmento de El Cairo n. 10735
· "Logia" de Oxyrhynchus
(9): Al tema
de las falsificaciones y todos sus matices y consecuencias dedica Ehrman la
primera parte de su apasionante libro –ya citado anteriormente- Cristianismos
perdidos. Durante más de
cien páginas el autor desentraña los intríngulis de las falsificaciones
antiguas y modernas y contribuye a mostrar como la cautela y la constante
investigación son herramientas imprescindibles para situar textos y contextos.
El caso de Morton Smith –intelectual muy reconocido y muy
citado en muchos de los libros consultados para este estudio-, que se vio
envuelto en un caso de posible falsificación de un texto que podría pertenecer
al evangelio secreto de Marcos y que todavía no ha podido resolverse con toda
seguridad, demuestra que toda prudencia es poca y que los procedimientos a
aplicar en los análisis textuales deben ser estrictos y rigurosos.
(10): Ehrman
denomina así a la parte de la Iglesia que mantuvo las tesis que finalmente
fueron predominantes antes de que la ortodoxia se identificase definitivamente
con la Iglesia.
(11): Vouga, F. Los primeros pasos del
cristianismo. Escritos, protagonistas, debates. Verbo Divino. Estella, 2001.
(12): Como bien
reseña Pagels (Op. cit. p. 22): “El cristianismo contemporáneo muestra una
unanimidad mayor que la de las iglesias cristianas de los siglos I y II. Porque
casi todos los cristianos desde aquella época, católicos, protestantes u
ortodoxos, han compartido tres premisas básicas: 1) aceptan el canon del Nuevo
Testamento; 2) confiesan el credo apostólico; 3) afirman formas específicas de
institución eclesiástica. Pero cada uno de estos elementos surgió en su forma
actual sólo hacia las postrimerías del siglo II”.
(13): Pagels,
E. Los evangelios gnósticos. Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1982; p.39.
(14):
Erhman, Bart D. Cristianismo perdidos. Los credos proscritos del Nuevo
Testamento. Ares y Mares, Barcelona 2009; p.25.
(15): Para
algún sector ortodoxo el Evangelio de San Juan, reconocido por los gnósticos,
fue uno de los “goles” que éstos lograron introducir dentro del canon.
(16): Culdaut,
F. El nacimiento del Cristianismo y el gnosticismo. Propuestas. Akal-Hipecu,
Madrid, 1996, p6 y ss. Esta autora insiste en que el término “gnosticismo” es
moderno y retoma el término “gnostikoi” de los antiguos compiladores de
catálogos de herejías para designar un movimiento religioso en sus múltiples
aspectos, un conjunto de sectas y escuelas muy diferentes, pero que presentan
rasgos comunes.
(17): Citado
por Culdaut (1996), p.9
(18): Utilizo
como referencia fundamental a esta autora porque considero, después de
consultar diversa bibliografía, que sus planteamientos son claros y asequibles
a un lector medio. Además, como ya he señalado, sus tesis sobre como la
ideología religiosa se intermezcla indisolublemente con la realidad política me
parecen claves para entender
como el
cristianismo se erigió en la religión del Imperio y como ese hecho contribuyó
tanto a la perdurabilidad de la nueva religión como a configurar Occidente.
El
planteamiento de Pagels es, probablemente, más uniforme del que asume Culdaut:
“La gran diversidad de posturas pone claramente de manifiesto que no es
posible todavía una síntesis o enfoque totalizados del fenómeno (como
personalmente consideró que si hace en algunos momentos Pagels, probablemente
más en el ámbito divulgativo que en el académico). Hoy es claro que el
gnosticismo no fue nunca una iglesia que poseyera un cuerpo de doctrinas
acabadas, sino más bien, una multiplicidad de grupos y tendencias muy diversas.
Hay que situarlo en las múltiples combinaciones y mezclas culturales propias
del mundo helenístico y, más tarde, romano.” (Culdaut, 1996, p.17).
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