sábado, 20 de junio de 2015

Opinión personal (32): Breve aproximación a la visión de la pareja en el cine de Ang Lee, Sam Mendes y R. Linklater. 4º de 4

Richard Linklater: La trilogía “Before”.

Richard Linklater empezó lo que acabaría siendo una trilogía en 1995. Cuando realizó la primera película (Antes del amanacer/ Before Sunrise, 1995, 22) no sospechaba que sería el inicio de lo que, finalmente, acabó siendo un curioso experimento de análisis de una pareja a través de diferentes momentos de su vida y a lo largo de casi veinte años. Al parecer, él no pretendía nada más que aportar una perspectiva natural, desenfadada y espontánea, sobre la relación de una pareja de jóvenes de los noventa. En este sentido se alejó mucho de las perspectivas adoptadas por otros directores (tal y como hemos podido ver) y adoptó un aire documentalista que hizo del film algo fresco y diferente a lo hecho hasta ese momento, consiguiendo llegar así a un público joven, posmoderno, que consideraba como caducas muchas de las batallas y de los planteamientos anteriores.
Antes del amanecer fue su tercera película y narraba en ella una historia sencilla con un cierto aire a Breve encuentro (23,) pero con un estilo tan directo y cercano que alejaba al film de posibles comparaciones con la película de David Lean. 
Un joven norteamericano (Jesse/Ethan Hawke) y una chica francesa (Céline/Julie Delpy) se conocen cuando viajan en un tren y deciden pasar una noche juntos disfrutando de Viena. Se inicia entonces un proceso de descubrimiento mutuo a través de permanentes conversaciones que adquieren un inusual peso en una cinta que los convierte en protagonistas absolutos y prácticamente omnipresentes. Como he escuchado en más de una ocasión  “una película en la que no paran de hablar” aunque no por eso se desaprovecha la oportunidad de filmar el entorno con algunos momentos de postal que contribuyen a dotar de escenografía romántica a un film en el que, ciertamente, se priman mucho los diálogos. 
Podría decirse que Linklater asume de esta manera un cierto estilo europeo que parece darle a su película un toque “francés” (o sueco), aunque también podríamos buscarle semejanzas con su compatriota Woody Allen, si no fuese porque ese afán naturalista que pretende conseguir lo aleja de los posturas irónicas del realizador neoyorquino. El trabajo de Linklater con los diálogos quiere mostrar claramente cómo eran los jóvenes en el momento en que se filmó la película y creo que reflejan muy bien lo que pensaban o sentían muchos jóvenes de aquellos años a pesar de que Linklater tiene algunas dificultades en su intento de evitar caer en determinados tópicos (pero, en el fondo…¿no hablamos todos –por comodidad o vaguería-  muchas veces a bases de tópicos?).
Mankiewick –genial director- se retiró pronto del cine porque consideraba que los espectadores habían renunciado a la inteligencia de los diálogos a cambio de una sobredosis de imágenes. Yo no sabría decir si los diálogos de Linklater son especialmente inteligentes (al menos en el sentido que pensaba Mankiewick) pero sí sé que adquieren un protagonismo esencial en el film y en toda la serie Before, determinando muchas veces la planificación del montaje que opta por largos planos-secuencia que posibilitan el adecuado seguimiento de las conversaciones. Es, en este sentido, un planteamiento curioso y original  aunque no sea siempre bienvenido por ese público que criticaba Mankiewick y que prefiere la acción constante y los montajes hiper rápidos a las disertaciones sin fin que pueden hacerles pensar o, simplemente, sumirles en un aburrimiento mortal.

Uno de los grandes méritos de Linklater, desde mi punto de vista, fue el no desaprovechar a los actores, captando con brillantez la sutil química que se daba entre ellos y que dotaba a la película de uno de sus mayores atractivos a la vez que conseguía que uno se preguntase –como de hecho se preguntaron muchos espectadores y críticos en su momento- qué es lo que iba a pasar con Jesse y Celine ya que la película dejaba la historia sin dar pistas al respecto en un claro ejemplo de final abierto y, por lo tanto, lleno de posibilidades.
La respuesta nos la ofrecería, nueve años después, el mismo director con Antes del atardecer (Before Sunset, 2004 24). Por lo que cuentan algunos cronistas fue el crítico de cine Robin Wood, al escribir un artículo en el número cuarenta y uno de la revista “Cine-Action”, el que más especuló sobre el futuro de la relación iniciada por Céline y Jesse. La promesa de reunirse de nuevo los dos, seis meses después….¿se cumplió? Y, si no fue así, ¿por qué?. 
No sabemos con certeza si Richard Linklater leyó o no el citado artículo pero la secuela –si así podemos llamarla- se abrió paso tejiendo respuestas a los porqués y fabulando sobre la maduración de los protagonistas que, si en la primera película eran unos jóvenes e inquietos estudiantes que viajaban por Europa, en la segunda son ya unos treintañeros que han encarrilado profesionalmente sus vidas y que han ido sumado a sus espaldas muchas experiencias que les han hecho madurar. 
El mosaico es, pues, diferente, porque a las ilusiones de la juventud se añade ahora el recorrido de diez años desde el primer encuentro. En esta película no se ofrecen excesivas variaciones formales respecto al anterior film (de hecho, tampoco variará sustancialmente el formato y estilo en la tercera y última entrega): el peso fundamental del film sigue recayendo en el guión y los actores. La historia varia en sus detalles –lógicamente- pero la propuesta es similar ya que se da de nuevo un encuentro entre los mismos protagonistas y todo gira alrededor de su puesta al día después de todos los años pasados. Es, sin duda, un film hablado. El predominio de los diálogos es absoluto.
Céline y Jesse se encuentran en la famosa librería parisina Shakespeare & Co. Ella vive allí, en París, y él ha ido a presentar la novela que ha escrito inspirada en su primer encuentro en Viena. En la rueda de prensa que se realiza al final de la presentación, los periodistas y curiosos oyentes intentan indagar sobre si en el libro hay referencias autobiográficas, él procura escurrir el bulto alegando que en todo libro hay vivencias propias mezcladas con la imaginación. Las preguntas que le lanzan son las que los espectadores del anterior largometraje querrían aclarar: ¿existió realmente esa joven francesa que conoció en un tren y con la que pasó una noche? (nosotros sabemos que sí) ¿Volvió a encontrarse con esa joven? ¿Qué pasó después? Jesse juega con las posibilidades de un encuentro, pero no desvela a sus oyentes qué pasó en realidad. Casi oculta en la sombra y rodeada de los libros del local, Céline escucha entre fascinada e incrédula las palabras de su amigo. Cuando se saludan parece que brota de nuevo la curiosidad y el interés mutuo de antaño y deciden ponerse al día aprovechando las pocas horas que quedan para que Jesse coja el avión de vuelta a su país.
A partir de ahí presenciamos un largo paseo –con parada en un café incluida- en el que los protagonistas se cuentan sus vidas y charlan de absolutamente todo, desde lo más coloquial a lo más filosófico. La cámara les sigue en largos travellings y no pierde detalle de los coloquios ni de sus gestos. París, al igual que Viena en la película anterior, se convierte en el decorado perfecto para un encuentro de adultos que repasan éxitos y fracasos, sueños perdidos e ilusiones vigentes y que intentan, sobre todo, aclarar por qué no fue posible el encuentro que habían acordado hace diez años y cómo hubieran sido sus vidas si éste se hubiese producido.
Despejadas las dudas sobre si fueron a Viena (él si fue, ella no pudo porque el mismo día de la cita murió su abuela), todas las conversaciones que mantienen nos descubren a dos adultos que se enfrentan a los problemas cotidianos de la manera que me-jor saben. Ya no hay tantas ilusiones o expectativas como antaño sino, más bien, esfuerzos por sobrevivir a la cotidianidad y a las incidencias que imponen los trabajos de cada uno. Ante las propuestas casi de inspiración zen de él para sobrellevar la vida, Céline le contesta: ¿No desear nada no es un síntoma de depresión? Desear algo es bonito”….pero él tiene una visión algo más desencantada: “La vida es dura. Tiene que serlo. Si no sufriéramos no aprenderíamos nada”. Poco queda de aquellos jóvenes en lo que todo era posible. La vida se impone necesariamente (“¡quisiera hacer tanto y hago tan poco!”). La vida, como experta maestra que es, les ha enseñado cosas que antes ni siquiera sospechaban. A medida que transcurre la acción en Antes del atardecer, vamos viendo cómo la teórica satisfacción profesional que han alcanzado ambos (él es escritor –que es lo que quería ser- y ella trabaja vinculada a los temas sociales que le interesaban) no basta para paliar la insatisfacción que sienten a nivel profundo ante otros aspectos de su vida. “Llegar realmente a comunicarse con las personas es muy difícil”. “Obviamente no llevo bien una relación en el día a día”. “Solo cuando estoy sola me siento enteramente feliz”. “La realidad y el amor son conceptos contradictorios para mí”. “El amor de tu vida es un concepto absurdo”. Pero, como suele pasar muchas veces, una cosa es lo que se verbaliza y cómo se verbaliza y otra, diferente -a veces muy diferente-, lo que realmente se siente.
La discusión en el interior del taxi camino de la casa de Céline, es, desde mi punto de vista, uno de los mejores momentos de la película y el elemento de catarsis, que demuestra esa tensión permanente entre lo que se piensa –o lo que cree uno que piensa- y lo que se siente o se desea. ¿Crees que sólo tú te mueres por dentro?. La película termina, al igual que la anterior, con un final abierto que permite especular con las posibilidades sobre lo que puede pasar. ¿Perderá Jesse el avión? ¿Renacerá entre ellos de nuevo la ilusión por el amor? ¿Podrá su madurez plantearse una relación diferente y más plena de la que viven, cada uno por su lado, ahora?

A todas estas preguntas contestó Linklater, diez años después con su –hasta ahora- último film sobre esta pareja: Antes del anochecer (Before Mignight, 2013 25.). Continúa aquí la reflexión sobre el universo emocional de los protagonistas y los análisis sobre cómo estos han encarrilado sus vidas juntos. La acción transcurre en esta ocasión en Grecia, en un espacio más genérico y menos determinado que una ciudad en concreto. Antonio L. Alarcón señala en su interesante análisis publicado en la revista Dirigido por (26) cómo “no es casual que a diferencia de los dos primeros capítulos de la trilogía –cuya ambientación, respectivamente, en Viena y en París, dotaba a las conversaciones entre ambos de un hálito intensamente cinematográfico, de un idealismo embriagador-, lo más intenso del intercambio verbal entre sus protagonistas tenga lugar en una habitación de hotel fría, no especialmente acogedora: la magia que definía a sus casuales (o no) encuentros se ha ahogado en la monotonía, en el día a día, y se ha transformado en pura rutina”, y considera, además, que la elección de Grecia no es casual ni arbitraria sino que ejemplifica cómo Antes del anochecer es la crónica de la derrota de una generación que quiso vivir mejor que sus padres a todos los niveles y que se ha encontrado con unas crisis permanentes en todo los terrenos que les ha imposibilitado, muchas veces, a pesar de todos sus cuestionamientos y sus intentos de construcción social, vivir como soñaban. La película constituye, pues, un baño de realidad, sin que eso signifique que caiga en un pesimismo existencial.
Para mi esta película es la más lograda de las tres -sin que ello vaya en demérito de las anteriores- y lo es porque me parece que el hecho de incluir más personajes, otras personas con las que compartir y enriquecer los diálogos, ayuda a conseguir que se cree una dinámica menos narcisista y más abierta a otro tipo de interactuaciones, lo que redunda en beneficio de la historia y de la comprensión de los personajes. Desde un punto de vista estilístico, aun manteniendo las equivalencias formales con las otras dos, como he señalado anteriormente, se opta –precisamente por lo que acabo de mencionar- por un montaje más dinámico en donde todo tipo de planos y secuencias comparten protagonismo con los muy amados por Linklater planos-secuencia.
Los protagonistas, que ya han sobrepasado los cuarenta, viven juntos y tienen dos hijas gemelas. El paso del tiempo se muestra en sus cuerpos y rostros. Ya no están tan frescos y lozanos como en la primera película pero eso no quita que sigan teniendo el cerebro ágil y la lengua tan bien dispuesta como en los films anteriores. Pasan las vacaciones de verano en Grecia, invitados por un amigo escritor y rodeados de otros amigos. Las reuniones a la hora de comer, sentados alrededor de una mesa bien ser-vida propicia interesantes conversaciones. Céline trabaja en una ONG y Jesse sigue escribiendo libros, con cierto éxito ya que parece puede vivir de ello. La película se inicia cuando Jesse lleva al aeropuerto al hijo de su anterior matrimonio que está pasando las vacaciones con ellos pero tiene que volver a los Estados Unidos. Céline le recoge en el aeropuerto y mientras van de regreso a la casa Jesse le comenta que tiene la sensación de que se está perdiendo buena parte de la vida de su hijo y que le gustaría estar más tiempo con él.
 Este comentario desencadenará miedos más o menos inconscientes en ambos que irán desarrollándose y verbalizándose durante toda la película. A partir de ahí es un hablar sin cesar lo que exige al espectador atención y concentración para no perderse y para vincularse al proceso de encuentro-desencuentro-encuentro que se da durante todo el film.
Proceso similar al que se da entre las tres películas. Estas pueden verse, sin duda, independientemente. Cada una tiene su propia entidad y pueden entenderse a la perfección individualmente, pero no cabe duda que, como conjunto, se complementan a la perfección por lo que tienen de muestrario de un proceso vital en donde se pasa del amor romántico e impulsivo de la juventud, lleno de expectativas más o menos fantásticas e ideales inconcretos, a un amor mucho más maduro sobre el que se construye una relación adulta, con sus buenos momentos y con sus altibajos, lejos ya de cuentos de hadas o ensoñaciones adolescentes. Si algo tiene Antes del anochecer es que se convierte en una buena defensa de lo que la pareja tiene de compromiso y de proceso de maduración sin que ello sea casarse con una losa o hundirse en un tipo de auto-destrucción a los Revolutionary Road. Linklater, más allá de que le guste o no a uno su peculiar estilo, es capaz de retratar problemas y situaciones habituales y cotidianas mostrándolas desde un punto de vista realista, sin pesimismos límites, reconociendo que el complejo proceso tiene aristas pero también muchos aspectos buenos. No son personajes lo que vemos, son personas. Quizás no tengan el glamour y la fascinación de aquellos ídolos de antaño ni lo que viven o lo que nos cuentan sea especialmente fascinante, pero seguro que cualquiera puede identificarse con ellos y sentirse, en algunos puntos, cercano a sus vivencias y eso, queramos o no, tiene un cierto efecto terapéutico que no debe ni puede desdeñarse (no quiero, desde luego, desmerecer los sueños hollywoodenses; todo, en la dosis correcta tiene cabida, pero como el cine construye tanto las imágenes con las que nos reconocemos y con las que forjamos muchas de nuestras fantasías, no está mal que, de cuando en cuando, éste incorpore gotas de realidad, aunque sea para minimizar la sensación de ser un bicho raro porque uno no sea un héroe o no consiga hacer desfallecer a las damas con un meneo de pestañas).
Conclusiones.
Hacer cine no es, según la opinión de algunos, hacer psicología o sociología. Personalmente no estoy muy seguro de compartir en su totalidad esa consideración. Ciertamente una película no es un tratado académico (a dios gracias!) que deba versar u opinar con un método científico sobre lo divino o lo humano, pero no cabe ninguna duda de que como arte que sí es –o debería ser aunque algunos prefieran reducirlo exclusivamente a industria- el cine tiene mucho que decir sobre diferentes y variadas cosas. No siempre, no constantemente, pero sí se agradece el que además de espectáculo, de ser entretenimiento y diversión, esa máquina de producir sueños produzca también ideas, cuestione realidades y sensibilice sobre situaciones o hechos sobre los que nunca viene mal tener conciencia. Si lo hace creativamente, mejor que mejor; que consigue a la vez fascinarnos y entretenernos……bienvenido sea!
Los tres directores que hemos visto tienen films de muy diferente nivel y sobre los más variados temas. Las películas que aquí hemos analizado reflejan su preocupación por el cómo estamos resolviendo los problemas que plantea, en nuestra sociedad pos-moderna –en todas las culturas, somos humanos-, la relación de pareja, la creación de una familia. En buena parte, los tres (Lee, Mendes, Linklater) mantienen unas tesis concretas apoyándose en guiones inteligentes, en unas puestas en escena brillantes y en unas actuaciones más que meritorias. Sus conclusiones, o lo que quieren mostrarnos, puede parecernos bien o mal, gustarnos o no, pero no cabe duda de que son unos ejercicios de reflexión dignos de ser tenidos en cuenta. Su grado de precisión psicológica o de detallismo sociológico quizás pueda también cuestionarse (como cualquier otra obra de arte). Nadie puede concebir el film total; mucho menos ofrecer una visión definitiva sobre nada. Se trata, mas bien, de observar unos mosaicos que suenen a auténticos; acceder a unas problemáticas que despierten el interés no solo por la brillantez del espectáculo sino porque conecten con algo más profundo o nos sirvan de herramientas para comprender mejor la sociedad en la que vivimos. Creo que, lejos de las idealizaciones pseudo-románticas de los años treinta y cuarenta, estos tres directores aportan una visión realista, aunque a veces teñida de cierto pesimismo, sobre lo que es y puede ser una relación de pareja. Lee evoluciona del buenismo bienintencionado a la mirada gélida; Mendes, prefiere el análisis temperamental o la mirada ácida sobre un sistema cruelmente sibilino; por último Linklater opta por ofrecernos una versión coloquial y realista de la pareja.
¿Cuál atina más? La respuesta, lejos de ser única, es tan variada y compleja –caleidoscópica, diría yo- como puede serlo cada espectador que se siente a ver las películas: de lo particular y concreto que se les muestre podrán obtener unas conclusiones que no tendrán por qué ser necesariamente las de los directores. Estos habrán conseguido su función si, después de haber visto las películas, éstas tienen la suficiente fuerza e interés como para hacernos reflexionar sobre lo que tratan. Yo creo que los tres  han superado sobradamente su pretensión.

Notas:
(22) Sobre Antes del amanecer:
(23) Sobre Breve encuentro:

Bibliografía:
-Lens, J. y Ortiz, F.J. Hasta donde el cine nos lleve.
-VVAA (Equipo Reseña), Cine para leer 1994, Mensajero, Bilbao, 1999
-VVAA (Equipo Reseña), Cine para leer 1996, Mensajero, Bilbao, 1999
-VVAA (Equipo Reseña), Cine para leer 1998, Mensajero, Bilbao, 1999.
-VVAA, Dirigido por…nº 238. Septiembre 1995, Barcelona.
-VVAA, Dirigido por…nº 262. Noviembre 1997, Barcelona.
-VVAA, Dirigido por…nº 286. Enero 2000, Barcelona.
-VVAA, Dirigido por…nº 338. Octubre 2004, Barcelona.
-VVAA, Dirigido por…nº 435. Julio/Agosto 2013, Barcelona.
-VVAA, Imágenes de actualidad. nº 286. Diciembre 2008, Barcelona.
-VVAA, Estrenos 1997.Todos los estrenos del año. Ediciones JC, Madrid, 1997.
-VVAA, Estrenos 2004.Todos los estrenos del año. Ediciones JC, Madrid, 2004.

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Texto:  Javier Nebot

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