martes, 13 de noviembre de 2018

Lugares (31): Israel. Masada.

Creo que viajar a Israel es algo que, de poder, debería hacerse al menos una vez en la vida .
No es un destino, desde luego, que deje indiferente a casi nadie, tanto antes como después de visitarlo.
 Las motivaciones para hacerlo -o no, casi todas legítimas, claro- variarán según sea el particular imaginario de cada uno o el abanico de intereses personales, pero me parece que realmente hay algo especial en esa tierra que conecta, sin saber muchas veces exactamente como, con tantas resonancias culturales, espirituales y artísticas de nuestro pasado y presente.
Opté para realizar el tour a Tierra Santa con la compañía de Viajes Pausanias 
Elegí dicha agencia porque  quería imprimir al viaje un plus especial, un valor añadido extra -en este caso histórico/arqueológico- que lo diferenciase del turismo convencional del típico "subanseestrujansebajenyfoto" que resulta ya muy descorazonador.
 En ese sentido, Pausanias es una agencia que se sale de la norma ya que se esmera en la preparación de viajes arqueológicos muy bien pensados y, sobre todo, muy bien guiados, porque cuenta para ello con la colaboración de profesionales y especialistas que vierten en cada viaje todo su saber y experiencia y que son capaces, además, de transmitir a los que viajan con ellos el amor por todo lo que se ve y se descubre.
Un aliciente extra fue también, sin duda, el que se incluyera en el periplo la visita a Masada, lugar que es una especie de hito no solo para la pseudo mitología de loa a la resistencia judía del pasado, sino para todos los que nos sentimos fascinados por la historia y arqueología de los inicios de nuestra era.
En Masada hay un algo especial que no decepciona cuando se está allí (incluso cuando se está como fue el caso del que esto escribe a unos cuarenta y tres tórridos grados).
No es solo que la imaginación galope, es que las panorámicas que desde allí se divisan -desde cualquier lugar de la  enorme explanada- realmente sobrecogen por su árida majestuosidad.
Uno intuye aquí lo que puede significar una expresión -en teoría aséptica para el profano- como es la de "religiones de desierto": La naturaleza extrema muestra con total clarividencia la fuerza de los antagonismos y consigue que conceptos como oscuridad, luz, vida o muerte, cobren un sentido pleno y meridiano.


Fue Herodes el Grande quién construyó en la roca de Masada, en las cercanías del Mar Muerto, la fortaleza palacio que se ha convertido hoy en uno de los lugares arqueológicos más famosos de Israel.
Aquí los soldados romanos de la X legión acabaron con los últimos insurrectos de la rebelión contra Roma que se había producido tres años antes y que tuvo su momento culmen en la destrucción de Jerusalén en el año setenta d.C. por parte de Tito.
El lugar, lógicamente, ya había sido fortaleza militar bastante años años antes.
Su situación, en una gran roca aislada, prácticamente invulnerable al estar rodeada de escarpados precipicios, la convertía en un lugar de gran valor estratégico.
En el año 40 a. C. Masada se convirtió en refugio necesario para la familia de Herodes.
Éste tuvo que dejarla allí para que estuviera a salvo cuando no le quedó otra que huir del ejército parto y marchar hacia Roma para pedir ayuda militar. Los partos, desde luego, no perdieron el tiempo y asediaron con ahínco la fortaleza. La familia de Herodes y los  800 soldados que la custodiaban y defendían estuvieron a punto de morir de sed, pero una oportuna tormenta lleno los aljibes y cisternas de la ciudadela y les permitió seguir resistiendo. Cuando posteriormente Herodes regresó a su país y con la ayuda de los romanos recuperó su reino, transformó Masada en un palacio-fortaleza  -todavía mejor equipado que antes si cabe- con idea de que si volvían a cambiar las tornas, ya fuese por cambios internos en su país (cosa habitual en esos tiempos) o por alguna invasión externa, se pudiese resistir todo lo posible.
Todo el perímetro de la mini-ciudad fue rodeado de una muralla con algunas torres de vigilancia.
Se excavaron en la roca canales y grandes cisternas para proveer a la fortaleza del elemento esencial, el agua. Un fascinante palacio real (aunque se debate mucho sobre la utilización de la construcción) fue construido en el extremo septentrional de la roca.
Desde sus terrazas, construidas en tres niveles, se pueden divisar todavía unas panorámicas realmente extraordinarias del Mar Muerto.
Este suntuoso complejo, junto con sus aledaños fue concebido como palacio para disfrute de herodes y sus invitados pero sin olvidar su importancia clave como baluarte.
Otro palacio, el llamado Palacio del Oeste se diseñó con menos suntuosidad, con mayor funcionalidad, para contener no solo los aposentos reales y los de sus invitados, sino también habitaciones de servicio, talleres y almacenes.
No podía faltar entre las diversas construcciones existentes en la roca, una sala para albergar un mikveb, la sala para los baños rituales judíos.
Los posibles problemas de abastecimiento y aprovisionamiento de agua (no hay que olvidar que la fortaleza albergaba en ocasiones hasta 1000 personas a la vez) fueron resueltos con un imaginativo sistema de drenaje que llevaba el agua de lluvia desde los colectores construidos en los wadis de los alrededores a una red de 12 cisternas en la base de la roca que, según parece, podían contener hasta 40.000 metros cúbicos de agua.
Un sitio, en definitiva, cargado de historia milenaria que nos retrotrae muy fácilmente al pasado tanto por su aislamiento natural como por la casi total ausencia de edificaciones modernas que distraigan la atención.







Rastros del campamento romano que asedió y conquistó, finalmente, Masada.











Texto y fotos:  Javier Nebot

1 comentario:

  1. Los que tuvimos la suerte de realizar este viaje, aparte de gozar del bien hacer de Pausanias, disfrutamos asimismo de la compañía de verdaderos viajeros -ahora amigos-,como el autor de este blog.
    No se puede contar mejor. Así es Masada, un lugar que parece suspendido, no sólo en la roca, sino también en el tiempo. Como si los romanos hubieran levantado el campamento el día antes, para no perturbar las ensoñaciones de los entusiastas (y acalorados) visitantes.
    Quedará para siempre en mi memoria.

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