sábado, 22 de diciembre de 2018

Lugares (33): Israel. Qurazím y Ginosar Kibutz.

Después de visitar Beit Shean  (ver post anterior) fuimos a comer a un curioso asador en las orillas del Mar de Galilea para reponer fuerzas y descansar un poco.
Fue un menú sencillo y agradable: ensaladas variadas y un pescado de la zona a la brasa, bautizado como "Pez de San Pedro", poseedor de un  aspecto exterior temible pero, sin embargo, de muy grato de sabor. Unos 80 seckels.
A continuación desafiamos la laxitud propia del estómago satisfecho y emprendimos la visita de Korazim o Qurazím, una de las ciudades maldecidas explícitamente por Jesús de Nazareth y de la que solo sobreviven algunas ruinas de atosigante piedra oscura y los restos de su sinagoga, sinagoga en la que es bastante más que probable que Jesús no fuese precisamente bien recibido en vista de su airada reacción.
 "Entonces se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: "¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti" (Mateo 11, 20-24).





 Aunque el visitante -en muchos casos- hace un esfuerzo imaginativo para reconstruir en su mente la sinagoga en la que, quizás, pudo haber predicado Jesús, la verdad es que los restos que se pueden visitar hoy en día son algo más recientes, probablemente del siglo III d.C.
Qurazím, Korazim o Corazaín que se encuentra a unos tres kilómetros del Lago Tiberíades o Mar de Galilea, fue un enclave de cierta importancia que estaba bastante cerca de la más conocida Cafarnaún. Su historia es, con todo, algo incierta aunque se tienen suficientes datos como para afirmar que fue construida en la época helénica.
También se sabe -aparte de la famosa cita evangélica arriba mencionada- que la población era mayoritariamente judía en la época romana y que el lugar fue destruido durante la revuelta protagonizada por Bar Kokba.
Como muchas ciudades y pueblos de la zona, fue reconstruida -y de nuevo arrasada- a mediados del siglo IV; parece que volvió a resurgir otra vez con los bizantinos para ser abandonada no mucho tiempo después durante varios siglos. La estructura general de la sinagoga que visitamos -en ruinas, pero claramente diferenciable del resto de las construcciones del lugar- estaba hecha de poderosos bloques de basalto que han aguantado bien el paso de los siglos. Es similar en su estructura a la existente en Cafarnaún (que visitaríamos al día siguiente).
Orientada sobre el eje norte-sur, su fachada mira hacia Jerusalén, la Ciudad.
Terminada la visita intentamos acercarnos a la ya mencionada Cafarnaún pero, por cuestiones de horario, no se nos permitió la entrada por lo que nos retiramos a nuestro nuevo alojamiento, el Ginosar Kibutz, a las orillas del Mar de Galilea y casi enfrente de Tiberiades.
El lugar resulta sorprendentemente verde teniendo en cuenta la cercanía de zonas áridas y semi-desérticas. El azul del cercano lago/mar y la vegetación abundante que rodea el hotel ejercen en el visitante un poderoso efecto relajante.
Las habitaciones, sencillas pero cómodas, facilitan el necesario descanso y la cena, variada y con algunas muy sabrosas especialidades locales, contribuyó a un final adecuado para un día realmente interesante:Tanto Beit Shean como Qurazím han supuesto una gran experiencia y, desde mi punto de vista, son lugares que ayudan al viajero interesado a retrotraerse a ese mundo judío-romano que tanto interés despierta en algunos de nosotros.

Poco antes de la cena tuvimos que hacer algo de tiempo para entrar en el restaurante.
Como es común en todos los espacios de espera había en la recepción del hotel varias tiendas de diverso tipo y nivel. Una de ellas, con objetos de regalos curiosos (aunque también con muchas chuminadas para el desahogo compulsivo de turistas apresurados), llamó mi atención. Mostraba en su escaparate algunas piezas de artesanía muy interesantes y menorás y janukas (candelabros de siete y nueve brazos) muy atractivos, tanto por su diseño como por los materiales utilizados.
Después de mucho mirar -soy bastante minucioso al respecto- encontré un candelabro de viaje de níquel esmaltado sumamente interesante aunque no barato (unos cincuenta euros al cambio).
La caja da opción para introducir en ella dos velas.
Las dos velas se encienden el viernes por la noche, antes de que oscurezca, mientras se pronuncia en ese momento una oración.
Una representa "Guardar el Shabat" y la otra  es para "recordar el Shabat".
 Muy bien realizadas en general (al menos las que pude ver aquí y posteriormente en Jerusalén), en las cajas porta-velas se representan diferentes temas, pero casi siempre aparecen las doce tribu de Israel (en este caso en forma de brillantitos de colores) y se adornan con símbolos naturales como granadas o animales que expresan la abundancia.
(ahora bien si les interesa conseguir una igual le sale más barato pagar a alguien el viaje a Israel porque los precios que voy encontrado en las páginas de internet consultadas son realmente desbordantes).





Después de cenar nada como un agradable paseo por las cercanías, casi en las mismas orillas del Mar de Galilea. Buena conversación, compartiendo las experiencias del viaje y hablando de lo divino y de lo humano con nuevos amigos.
Mañana, Cafarnaún.
Texto y fotos:  Javier Nebot

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