domingo, 9 de diciembre de 2018

Micro-desahogos (6): Hacia la estupidez ¿rampante?.

Es curioso (por decirlo de alguna manera) lo poco que se cortan los estúpidos (o las estúpidas, que en esto hay una paridad encomiable) en pontificar sobre todo aquello que dicen (y creen) saber. 
Luego resulta que cuando, en el fragor de la conversación, les pides que expliciten los argumentos o las líneas de pensamiento que avalen sus planteamientos todo se reduce a un mero "yo creo", o "lo siento así" o -como he visto pintado en algunas calles de Bilbao- "porque me sale del coño".
Claro, ante tan poderosas justificaciones dialécticas, aplicar la lógica o intentar esgrimir criterios sopesados y contrastados resulta -cuando menos- irritante para quienes desconocen tales posibilidades comunicativas. Incluso para algunos es insultante porque para el o la amante de la consigna y del pensamiento/píldora cualquier cuestionamiento resulta absurdo y provocador ya que es incapaz de hilar dos ideas seguidas (eso supone un esfuerzo: p-e-c-a-d-o).
Curiosamente este sesgo cognitivo tan habitual (¡como tantos otros, por desgracia!) parece que ya ha sido catalogado por los expertos como el efecto Dunning-Kruger.

Dicho efecto confirma lo que observamos en muchos sitios y en diferentes situaciones.  
Independientemente de que estemos en el bar o en la tasca, escuchando una tertulia en televisión o deliberando en un grupo de trabajo, incluso -y ya es preocupante- en un ámbito universitario, siempre salsrá alguien esgrimiendo como criterio último de argumentación su incuestionable experiencia o su "vivencia personal" (sesgos de confirmación y de generalización), cuando no pretendiendo saber mucho de lo que sea pero sin apenas saber argumentar algo al respecto (el efecto mencionado).
No me cabe ninguna duda de que las creencias y los sentimientos pueden pesar de manera indeleble en la configuración de nuestro sentir y, probablemente -también- en la de nuestro pensar, pero ello no elimina la insustituible necesariedad del contraste y la exigencia de la argumentación porque de otro modo la posibilidad de llegar a un entendimiento o un encuentro se reducirá extraordinariamente. Lo que uno "sienta" o "crea" estará genial en el mundo privado de cada uno, pero no encontrará -o no debería encontrar- eco más allá de los devotos y devotas. 
Claro que esa emocionalidad rampante que nos inoculan por doquier sin acrisolar (los medios de comunicación tienen en esto una responsabilidad tan elevada como los gestores políticos) no contribuye al entendimiento ni al verdadero conocimiento.
Las emociones y las vísceras están muy bien en donde están, son imprescindibles, pero trasladarlas sin ton ni son a "foros" que no les corresponden contribuye a que los enconos se cronifiquen, las rivalidades se entiendan como irresolubles y los odios se activen. 
Dárselas de experto o ridiculizar a los que lo son en nombre de una manera torticera de entender la "igualdad" puede resultar "gracioso" en ocasiones, pero a corto plazo -ni siquiera a largo- solo se conseguirá enturbiar la realidad y dificultar el buen entendimiento, independientemente de que se trate de individuos, comunidades o estados.
De este manera ¿quién gana?
Pues aquellos que nos manipulan sin pudor.
¡Entramos a saco en la zanahoria (o la seta) que nos ofrecen!.....sin saber siquiera si está envenenada.
Penoso.
Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al artista o artistas referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser un homenaje y una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
En ningún caso hay en este blog interés económico directo ni indirecto.
Texto:  Javier Nebot

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