jueves, 18 de febrero de 2021

Micro-desahogos (15): Exageración.


Vivimos en unos tiempos en los que, lejos de considerar las exageraciones frutos de la cortedad de conocimientos o del mal gusto, se consideran muestras de legitima expresión (entiéndase por ello lo que quieran imaginarse, que ya da casi igual).
Mire uno por donde mire, o escuche uno por donde escuche, prima la distorsión, la magnificación, el autobombo y la autorreferencia constante (la penosa necesidad de inflar el ego).
La moderación resulta tibia o pacata; la prudencia, signo de debilidad o de insignificancia.
La consideración hacia el otro, defecto de personalidades pusilánimes.

La falta de argumentación se justifica con la validación de cualquier opinion (aunque sea una memez) por el mero hecho de emitirla. "Es mi opinión" se convierte, en demasiadas ocasiones, en punto final de cualquier debate, ante la imposibilidad de rebatir lo que se convierte en una "experiencia" personal e intransferible. Es el santo y seña de los que necesitan hacer hincapié -exagerado- en la importancia de sus opiniones, unas opiniones que, lamentablemente, en ocasiones no hay ni por dónde cogerlas.

A todo esto contribuyen, no lo duden, el poder de los medios de comunicación y el "salvaje oeste" de las redes.

Los primeros, hace ya mucho tiempo que optaron por la berlusconizacion de la realidad.

El share de audiencia sube meteóricamente cuando hay gresca, bronca y polémicas de trazo grueso (exageraciones en la distorsión de los puntos de vista y exageraciones en las respuestas emocionales).
Caras enfadadas, ceños fruncidos por la "ofensa" (jocker providencial de estos tiempos y exageración del ánimo), o aspavientos emocionales, hoy venden mucho.
En cambio, la conversación sosegada, la argumentación contrastada o la abundancia de datos ya no vende prácticamente nada. Así que se ha optado por potenciar estilos comunicativos que, al parecer, obtienen más devotos y generan, por lo tanto, más beneficios. 
Se trata de reducir la realidad a "un titular"
Por lo visto pedir más sería cansar las neuronas y eso, por ende, es muy poco democrático.
La estulticia, la necedad, la impostura, son cualidades que van mucho más en línea con la tendencia actual a la exageración, a la letra grande y al sesgo cognitivo como forma última de expresión.


Por su parte las redes sociales, entes virtuales que deberían haber servido para una grado de conocimiento e interacción sin precedentes (cosa que en parte, seamos justos, si se ha logrado) no han contribuido precisamente a calmar las tempestades mediáticas
Más bien al contrario. Los juicios sumarísimos, los linchamientos sociales, las lapidaciones a quienes opinan diferente (o al que sin más opina y argumenta), están al orden del día. 
Se validan conspiranoias, se aplauden rumores, se vierten necedades.......
Y aunque, en general, se critican -mayoritariamente- tales comportamientos pocos nos libramos de creer un fake, de contribuir a un rumor -según nuestra particular gama de creencias- o de verter en las redes todo tipo de "prodigalidades de la estimación".

Quizás para ello habría que iniciar un camino inverso un camino de desanclaje. 
Desanclaje de medios que no informan, sino que intoxican y manipulan.
Desanclaje de narcisismos que evitan como molesta o "injusta" cualquier reflexión o cualquier cuestionamiento.
Desanclaje de maximalismos que distorsionan la realidad y construyen vanos mundos paralelos.
Sabio Gracián.

Texto: Javier Nebot

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