jueves, 1 de abril de 2021

Cine (16). Cine y música clásica (2): El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011).

Terrence Malick es un director que suele tener adeptos incondicionales o críticos acérrimos.
Sus planteamientos y sus películas rara vez dejan indiferentes a los espectadores.
El árbol de la vida, estrenada hace ya una década, fue un film de múltiples lecturas -algunas de ellas bastante discutibles- en el que lo cotidiano se funde con lo profundamente filosófico y, (¿necesariamente?) con lo ultramundano.
Sin duda, una pretension tan omni-abarcadora presenta puntos flacos, pero no deja ser una obra que impresiona y que intenta acercar con imágenes increíblemente bellas realidades que tienen muy difícil expresión en el mundo reduccionista e hiper acelerado en el que vivimos.
La banda sonora fue obra del gran compositor francés Alexandre Desplat
Pero en el score abunda la música clásica (en sentido amplio, incluyendo contemporánea).
Podemos señalar como especialmente relevante:

-Funeral Canticle de John Tavener.
(Tavener es un compositor británico, 1944-2013, muy conocido y apreciado por su extensa producción de obras religiosas. Saltó a la fama muy joven, gracias a su Cantata, La ballena (1968). A partir de esta obra, su carrera fue en constante ascenso, recibiendo el aplauso unánime de crítica y de público. 
Su composición The Protecting Veil, grabada por el violoncelista Steven Isserlis, se convirtió un verdadero superventas y Song for Athene fue cantada en el funeral de la princesa Diana. 
Realizó diversas colaboraciones en el cine: aparte de la música que se escucha en el film que nos ocupa, también podemos escuchar obras suyas en Pilgrimagede de Herzog, Hijos de hombres de Cuarón o en La Gran Belleza, del ínclito Sorrentino, en la que podemos escuchar The Lamb).
-Resurrección en Hades, también de John Tavener.

-Sinfonía nº 1 en Re Mayor, de Gustav Mahler (1860-1911).
La primera sinfonía de Mahler -Titán- es hoy, probablemente, una de las composiciones más conocidas y valoradas de este autor, con fama de difícil. 
Esta obra se estrenó en 1889 en Budapest bajo un nombre diferente a como la conocemos hoy, Poema sinfónico en dos partes, pero poco después, Mahler, que trabajó  profundamente sobre ella haciendo diversas modificaciones, volvió a estrenarla en 1893 en Hamburgo, rebautizándola como Titán. 
Fue una obra que, a pesar de su majestuosidad y su belleza melódica, no tuvo ningún éxito en sus primeras audiciones, siendo rechazada tanto por crítica y público.
 Afortunadamente, el tiempo ha hecho justicia y hoy en día es una obra que se interpreta de forma  habitual en las salas de conciertos y, también, como es el caso, sirve de acompañamiento a imágenes cinematográficas excepcionales.

-Lacrimosa 2 de Zbigniew Preisner.
Zbigniew Preisner (Polonia, 1955), es un famoso compositor de bandas sonoras. Conocido sobre todo por sus composiciones para diversas películas de Krzysztof Kieslowski, aunque ha trabajado para diversos cineastas, entre ellos el español Fernando Trueba.


Una de sus obras más destacadas, fuera del ámbito cinematográfico, fue el Requiem por mi amigo, dedicado a la memoria de Kieslowski, una composición que originalmente fue editada por Erato Disques (Warner Classics), pero que posteriormente ha sido relanzada por Sony Polonia.
Preisner ha ido desarrollando una amplia carrera musical y ha recibido infinidad de premios como reconocimiento a su labor artística. Algunas de sus obras, sin ser estrictamente cinematográficas -como es el caso del Lacrimosa que corresponde al Requiem por mi amigo al que me he referido anteriormente- han acabado siendo parte sustancial de las imágenes de una película. 


-Domine Jesu Christe. Requiem Op. 5, de Héctor Berlioz.
Héctor Berlioz fue un compositor francés (1803-1869), de vida y obra prototípicamente romántica (aunque al modo francés). Gracias al interés de su padre (médico) por la música, Héctor estudió desde pequeño flauta y guitarra, aunque -los tiempos y la posición social siempre han tenido su peso- no fue su primera intención dedicarse a la música. Terminado el bachillerato, en 1821, se trasladó a París para estudiar la carrera de medicina en la universidad de dicha ciudad. Claro que París es mucho París y la vida musical de la capital causó tan honda impresión en el joven Berlioz que contraviniendo los deseos de su padre -todo un clásico- abandonó la carrera de medicina y se volcó en la musical. 


Fue admitido en el conservatorio en 1825. 
Obtuvo, en 1830, tras algunas tentativas fracasadas, el Premio de Roma. Ese mismo año vio la luz la obra le consagró como un compositor innovador y original: La Sinfonía fantástica, subtitulada Episodios de la vida de un artista.
Una composición en parte inspirada en su propia vida (por lo que parece el hombre sentía una pasión no correspondida por la actriz inglesa Harriet Smithson y- ya se sabe- el mal de amores, en buenos músicos, es muy inspirador). 
Su excepcional conocimiento de las posibilidades sonoras de la orquesta hizo de esta obra un buen ejemplo de efectismo sugerente, con combinaciones sonoras novedosas, que marcaban el inicio de la superación de la forma sinfónica tradicional. Berlioz plasmaría sus innovaciones de forma teórica en su Tratado de instrumentación y orquestación.
Cosas de la vida, en 1833 conseguiría la mano de su adorada Harriet Smithson, aunque la relación estuvo lejos de ser lo que se dice idílica. Aunque su ópera Benvenuto Cellini fue un fracaso, otras sinfonías programáticas fueron un éxito (Harold en Italia, Romeo y Julieta). También fue un éxito su monumental Réquiem (cuyo fragmento, Domine Jesu Christe, se escucha en El árbol de la vida)

-Siciliana da Antiche Danze y Aria Suite III. de Ottorino Respigui (1879-1936).


Ottorino Respighi que -permítanme la licencia- tiene un nombre que sugiere un medicamente contra el resfriadofue un compositor italiano que formó parte de la denominada "Generazione dell´Ottanta". Desde muy pequeño estudió violín y viola en el Liceo Musicale de Bolonia (actualmente conservatorio) aunque posteriormente se decantaría por la composición y por la enseñanza.
En 1900, con tan solo 21 años, presentó sus Variazioni Sinfoniche 
y ese mismo año marchó a Rusia para perfeccionar sus estudios y trabajar como violista principal en la orquesta del Teatro Imperial Ruso. Allí conoció a Rimski-Korsakov, músico que ejerció notable influencia en sus primeras obras. Su actividad como concertista fue ciertamente notable, pero prevalecieron en su hacer sus deseos de componer.  En 1913, instalado ya en Roma, pasó a ser profesor de composición.
En 1917 compuso su primer poema sinfónico, Las fuentes de Roma. A partir de esa obra, publicó diversas composiciones de este mismo género que contribuyeron a cimentar su fama como compositor y le granjearon un gran número de admiradores.
Sinfonía nº 4 en mi menor, Op. 98 de Johannes Brahms (1833-1897).
La sinfonía número 4 de Brahms es de las más conocidas y aplaudidas de este autor, grande en muchos sentidos y considerado por algunos como el "heredero" de Beethoven, devoto de Schumann y más devoto todavía de su mujer, Clara.



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