jueves, 1 de julio de 2021

Opinión personal (88): El siglo XVIII y su cultura en el cine (17). "Las amistades peligrosas" y "Pacto de lobos".

 “Las amistades peligrosas” (Stephen Frears, 1988).

La película de Frears es una brillante versión del libro de Choderlos de Laclos del mismo título. 

La marquesa de Merteuil (una prodigiosa Glenn Close) y el vizconde de Valmont (un seductor John Malkovich) han sido amantes y mantienen una compleja relación de “ex”, aunque la amistad que se profesan les permite “hacerse favores” que conllevan buenas dosis de seducción y de peligro. 

Los enredos amorosos se desarrollan a lo largo de toda la película dando ocasión de conocer los entresijos de una sociedad basada en las apariencias y en lo frívolo. Frears es capaz de recrear a la perfección la estética y la vida del siglo XVIII y todos los actores –cosa poco habitual- están a la altura de un guion talentoso y dinámico (de Christopher Hampton), repleto de extraordinarias réplicas y contrarréplicas. 

La cuidadísima fotografía (de Philippe Rousselot) y la excelente selección de escenarios hacen de esta película un perfecto viaje a la atmósfera del siglo XVIII

La película contiene muchas escenas memorables, pero hay una que pasará -o debería pasar, sin duda- a la historia de las mejores metáforas cinematográficas: Hacia el final del film, la marquesa de Merteuil, dispuesta a disfrutar de un espectáculo desde su palco se percata de las miradas de desaprobación que recibe de parte de todos. 

Glenn Close es capaz de transmitir con su mirada todo lo que está sucediendo y su particular toma de conciencia: es su ( y la) muerte social, el fin de una época. La trágica manera con la que poco después se va desmaquillando es un reflejo claro de cómo los nuevos tiempos exigen otros valores y otra manera de entender la vida. El romanticismo y sus aires de libertad están ya golpeando y arrasaran todo lo viejo.



Hay en esta versión de Frears una crítica, a veces abierta, a veces soterrada, a un sistema social que se envuelve en belleza, pero que –finalmente- acaba hastiando a sus propios protagonistas. Una frivolización, una “ligereza”, que, lejos de hacer la vida tan grata como sus decorados, la vuelve turbia y peligrosa.

También conviene señalar que la marquesa, a pesar de dirigir su pasión e inteligencia a causas que podríamos considerar poco loables, es una proto-feminista: Consciente de sus capacidades y dispuesta a utilizarlas sin aceptar frenos ni límites sociales, elabora un plan de auto-creación -recio y espartano- que le permitirá salvar convencionalismos y sobrevivir en una sociedad que, a pesar de la profunda feminización del siglo XVIII en muchas de sus formas, sigue siendo dominantemente masculina. Ella es un ejemplo de como, aunque el medio y el contexto pesen, la determinación y el deseo de cambio de los individuos puede sobrevivir aunque sea detrás de una máscara (y sin ayuda de "colectivos" ni absurdas generalizaciones de género).

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“El pacto de los lobos” (Christophe Gans). 

Digamos que es una película “menor”. Odiada por algunos críticos, pero considerada película de culto por otros, no es fácil posicionarse respecto a ella. Por descontado, no tiene ni el rigor ni la inteligencia de la que acabamos de comentar, pero si la cito aquí es porque me parece que esa curiosa mezcla de cine de época y de artes marciales puede interesar bastante a la gente joven, lo cual no deja de ser una virtud a la hora de que vean algo de “época”. No es que justifique la trivialización (polémica eterna entre apocalípticos e integrados), no, sino que pienso que, a según qué niveles, las “mezclas” no son del todo tóxicas y pueden despertar intereses que de otra manera –quizás- quedarían totalmente dormidos.

 Las historia nos cuenta como en un pequeño pueblecito francés del siglo XVIII aparece un misterioso monstruo que devora sin piedad a los lugareños. Ante la incompetencia de las autoridades locales llega, con intención de aclarar los hechos, un emisario de Luis XV, Grégoire de Fronsac, proveniente de América (¡otros aires!) y acompañado de un hermano de fatigas que resulta ser un nativo americano ducho en artes marciales. Lo delirante de la trama, que fusiona muchos elementos difícilmente conciliables, se suaviza por lo bien que refleja los entresijos de la reacción de los nobles –que como se verá tienen arte y parte en el mantenimiento del terror y el oscurantismo- en contraste con la figura del aristócrata ilustrado (Thomas d´Apcher) que narra los hechos en forma recuerdo y que está a punto de ser ajusticiado por la ira de las masas revolucionarias a pesar de sus bondades. Como bien dice el marqués en un momento del film: "Los ideales pueden volver ciego al hombre y enloquecerlo....devorar su corazón, hasta convertirlo en una bestia".

Lo dicho: una película de entretenimiento sin los perfeccionismos estéticos e históricos de “Las amistades peligrosas”, pero válida para captar algunos entresijos que –con la excusa de una trama cuasi policíaca- explican determinadas posturas vitales del siglo XVIII. 

-Continuará-

Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al artista o artistas referenciados.
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Texto:  Javier Nebot

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