Ghirlandaio, originalmente llamado Domenico di Tomaso Bigordi (1449-1494), se ganó su apodo por la habilidad de su padre haciendo guirnaldas. Fue uno de los mejores pintores de frescos de su generación. Dirigió un taller junto con sus hermanos que alcanzó mucho renombre.
Uno de su aprendices más conocidos fue, sin duda, Miguel Ángel, quien en su juventud aprendió allí la técnica del fresco y dibujo.
El estilo de Ghirlandaio sigue conservando una peculiar frescura hoy en día.
El pintor fue capaz de combinar a la perfección elementos históricos de distintos periodos con los propios de su época. Demostró también una especial habilidad para mezclar con encanto lo terrenal con lo sagrado.
En muchas de sus creaciones el pintor incluyó, siguiendo la moda del momento, retratos de ciudadanos influyentes, miembros de la alta burguesía empezaba a reclamar visibilidad social.
Lo hizo con tanto talento que se ganó el respeto y admiración de muchos florentinos de posibles que quisieron ser inmortalizados en sus cuadros y que le encargaron para ello numerosas obras.
Entre ellas destaca la que ahora nos ocupa: "La adoración de los pastores" (1482-85) que fue pintada, dentro de un conjunto de paneles/retablo, para la Capilla Sassettí, de la Iglesia S. Trinita de Florencia. En ella podemos ver a los mecenas y donantes -Francesco Sassetti, un agente del Banco Medici y a su mujer Nera Corsi- situados en posición orante, a la derecha e izquierda del fresco respectivamente.
La composición, muy bella, tiene una clara influencia nórdica, especialmente de los pintores flamencos. Ghirlandaio parece querer hacer un homenaje al pintor Hugo van der Goes, imitando a sus pastores del altar de Portinari que había sido llevado a Florencia por Tommaso Portinari, amigo de Sassetti y que Ghirlandaio conocía.
Se cree que el pastor más destacado, situado junto al buey y al asno, es un auto-retrato del artista y se coloca, en clara muestra de auto valoración, mucho más cerca del Cristo Niño que los propios donantes que se arrodillan fuera del retablo.
Indica también al espectador y al resto de los pastores el asombroso acontecimiento de la Encarnación.
Se pueden observar en el lienzo influencias clásicas (no olvidemos la admiración que todo lo greco-romano despertaba entre los coetáneos del pintor). Claro ejemplo de ello lo son tanto el arco triunfal, por el que pasa la comitiva que se dirige al establo, como las dos columnas corintias y el sarcófago con inscripciones latinas y que está abierto como símbolo de una futura resurrection.
La mano izquierda del artista señala, en un doble guiño, tanto al Niño como a la guirnalda que hace referencia a su apodo.
Los pastores están pintados con un naturalismo extremo, destacando de forma especial la precisión y detalle de sus manos.
El gesto de José - que aparece un poco alarmado- lleva nuestra atención hacia la comitiva de los Magos que se acercan también a adorar al Nino Dios.
Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran corresponden al artista o artistas referenciados.
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