Saint Michel es un sitio mágico. Un enclave extraordinario y una hermosa construcción medieval contribuyen a ello. Por eso es una lástima que el trasiego constante de turistas lo convierta en un decorado de lujo.
Realmente es un dilema elegir entre el turismo de masas (con el que se rentabiliza todo) o la promoción minoritaria (que acaba siendo, necesariamente, elitista y aristocrática).
Lugares que nacieron para otros afanes tienen que reciclarse para "sobrevivir".....pero ¿hasta el extremo de perder su esencia en nombre del mercadeo?.
Esta debería ser una preocupación de todos los responsables de "promocionar" (pero también de mantener) lugares, pueblos, ciudades: el dios mercado convierte casi todo -con publicidad- en una "gallina de huevos de oro" pero eso puede conllevar que todos acabemos como el rey Midas.
Fotos: Javier Nebot
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