Salimos de la Toscana para visitar lo que algunos llaman -irónicamente- "la Toscana pobre": Umbría.
Más concretamente partimos en tren desde Siena con destino a Perugia.
Hay que hacer transbordo en Chiusi y después en Terontola de Cortona pero, con todo, el viaje resulta cómodo y entretenido.
La estación del tren de Perugia queda algo alejada del núcleo principal y los taxis no resultan precisamente baratos, lo cual es un factor a tener en cuenta a la hora de moverse por libre y sin coche y cara a ajustar adecuadamente el presupuesto (es bastante habitual que, aun existiendo muchas posibilidades de viajar en buenos trenes, las estaciones no estén en ocasiones en el mismo núcleo urbano sino en sus inmediaciones)
Perugia es una ciudad que sorprende porque su imagen es mucho menos conocida que la de las arquetípicas e hiperfotografiadas Florencia o Siena y también porque sus calles -sinuosas e inter comunicadas por sinfín de pasadizos- destilan misterio y avivan la imaginación: ¡ganas le entran a uno de calzarse atuendos medievales, incluidos leotardos marcavirilidades, y desafiar al primero que se ria!. Bromas aparte, Perugia es una ciudad con mucho patrimonio medieval, de calles empinadas que recuerdan algo a Siena, situada en lo alto de una colina (lo que le otorga unas magnificas vistas del valle) y que, a pesar de ese look de abandono que lucen muchas de sus casas y que recuerda a algunos pueblos sicilianos más que a otros del norte, respira encanto.
Sus edificios, al ser muy altos en ocasiones, tienen un aire imponente. Hay que reconocer que, en ocasiones y en determinados sitios de la ciudad, uno tiene la sensación de haberse transportado a otra época o estar en el escenario de una película histórica "auténtica" ya que en ningún momento se siente esa experiencia tan desagradable de estar en un decorado o en un parque temático (como si suced, por desgracia, en otros lugares).
Es la ciudad de la Rocca Paulina, la del Perugino, la del buen chocolate. Como iremos viendo en sucesivos entradas, Perugia y sus alrededores merecen varios días de visita
Más concretamente partimos en tren desde Siena con destino a Perugia.
Hay que hacer transbordo en Chiusi y después en Terontola de Cortona pero, con todo, el viaje resulta cómodo y entretenido.
La estación del tren de Perugia queda algo alejada del núcleo principal y los taxis no resultan precisamente baratos, lo cual es un factor a tener en cuenta a la hora de moverse por libre y sin coche y cara a ajustar adecuadamente el presupuesto (es bastante habitual que, aun existiendo muchas posibilidades de viajar en buenos trenes, las estaciones no estén en ocasiones en el mismo núcleo urbano sino en sus inmediaciones)
Perugia es una ciudad que sorprende porque su imagen es mucho menos conocida que la de las arquetípicas e hiperfotografiadas Florencia o Siena y también porque sus calles -sinuosas e inter comunicadas por sinfín de pasadizos- destilan misterio y avivan la imaginación: ¡ganas le entran a uno de calzarse atuendos medievales, incluidos leotardos marcavirilidades, y desafiar al primero que se ria!. Bromas aparte, Perugia es una ciudad con mucho patrimonio medieval, de calles empinadas que recuerdan algo a Siena, situada en lo alto de una colina (lo que le otorga unas magnificas vistas del valle) y que, a pesar de ese look de abandono que lucen muchas de sus casas y que recuerda a algunos pueblos sicilianos más que a otros del norte, respira encanto.
Sus edificios, al ser muy altos en ocasiones, tienen un aire imponente. Hay que reconocer que, en ocasiones y en determinados sitios de la ciudad, uno tiene la sensación de haberse transportado a otra época o estar en el escenario de una película histórica "auténtica" ya que en ningún momento se siente esa experiencia tan desagradable de estar en un decorado o en un parque temático (como si suced, por desgracia, en otros lugares).
Es la ciudad de la Rocca Paulina, la del Perugino, la del buen chocolate. Como iremos viendo en sucesivos entradas, Perugia y sus alrededores merecen varios días de visita
Catedral de San Lorenzo y la fontana maggiore de los Pisano.
Animación dominguera.
Interior de la Catedral de San Lorenzo
¡La devoción a la Virgen no podía faltar como buena ciudad italiana!
Recovecos del burgo medieval: apabullantes. Abundan los rincones y los pasadizos como en pocas ciudades he visto. A veces son algo lúgubres o amenazadores pero siempre fascinantes.
Puerta/arco etrusco
Pozo etrusco
SANDRI es una parada obligatoria para los amantes del chocolate. Me costaría decidirme entre este chocolate (y todas sus variaciones) o el de Turín, pero -en cualquier caso- es recomendable. No es barato (un pastel, 3,20 euros), pero si es recomendable.
Las trufas y su utilización culinaria forman parte de la cultura umbra.
Panorámicas del valle y la parte baja de la ciudad.
El autor y su esposa, posando para el recuerdo.
Texto y fotos: Javier Nebot
El autor y su esposa, posando para el recuerdo.
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