viernes, 1 de septiembre de 2017

Momentos de cine (87): Le Week-end (Roger Michell, 2013).



Dirigida por Roger Michell, sobre un guión del escritor Hanif Kureishi e interpretada por dos excelentes actores (Jim Broadbent y Lindsay Duncan), Le week-end (2013) es una tragicomedia interesante aunque, en el fondo, bastante desoladora. 
Para su director se trata de "una comedia en el sentido chejoviano, es decir, que hay amargura y desilusión, pero los personajes también se divierten entre ellos a partir de su narcisismo" (entrevista en El Mundo, 29-11-2013). Para el espectador -al menos para el que esto escribe- es un triste recordatorio de ese proceso de "cuerificación" que ya certificaba en un artículo que escribí hace tiempo en este mismo blog y que el cine nos muestra, para desgracia de muchos, bastante a menudo (son varias las películas que inciden en la rigidez físico/mental que conlleva envejecer).
Ver esta comedia implica observar el cinismo desencantado de unos sesentones con muchas más ganas de pasarse factura por todos los agravios convividos y de depurar lastres y resquemores del pasado, que de divertirse en la ciudad del amor. 
Por lo visto, las malas digestiones emocionales perduran aunque el escenario en el que se produzcan sea tan bello como lo es de hecho París.
Eso no quita, desde luego, que haya algunos momentos graciosos, pero llama poderosamente la atención que los acercamientos del cine a la "tercera edad" suelan ir desde el extremo de mostrar a viejos simplones, desnortados y caricaturizados en su terrible patetismo, a tristes exponentes de decepciones, amarguras y odios. A pesar de mi natural y auto-reconocido escepticismo, todavía quiero pensar que la realidad es más diversa y abarcadora  de lo que en este asunto nos muestra el cine actual (ni solo abuelos chocho/gagas, ni miradores de "obras" pasivos y aburridos o resentidos patológicos); creo que el ideal de envejecer con talento y sabiduría, creciendo como personas, no es una utopía inalcanzable  (utopía claramente olvidada por el cine o un teatro) sino que, aunque no se de en abundancia, es algo real y posible al menos para algunos.
Lamentablemente si es cierto que la realidad a veces insiste en hacernos dudar de ello, pero seguro que es posible no ir directos hacia la cretinez.
Desde luego, al cine no parece que le interese -ni tampoco a la literatura demasiado- mostrar esas posibilidades más expansivas, porque la realidad de lo que se ve en las pantallas se mueve muy acotada en la polarización ante expuesta  (o memos gagas o resentidos patológicos).
¡Y eso que Kureishi no es amigo de trazos gruesos ya que como escritor es bastante analítico, profundo, y suele diseccionar atinadamente la realidad (como bien lo demostró por ejemplo en Intimidad)!
En cualquier caso, películas como ésta no dejan de fascinarme por lo que tienen de acercamiento a un mundo en el que -me guste o no- estoy inmerso (y en el que todos "caeremos", Dios mediante).
 Roger Michell señalaba en la entrevista antes citada como "es muy difícil amar a alguien durante mucho tiempo. Hay mucho odio en el amor, muchos conflictos y dificultades. El hecho de que te enamores no hace las cosas más fáciles, todo lo contrario, y ahí es donde empieza la película: como amas a alguien después de tanto tiempo".
Sin duda tiene en buena parte razón....pero ¿un poquito de esperanza disminuye la autenticidad de la realidad?
Si algunos quieren ver este film como un hipotético "cuarto capitulo" de la trilogía que realizó en su momento Richard Linklater sobre la pareja creo que se equivocan: la pareja de Jesse y Celine, cuyas andanzas nos cuenta Linklater -desde un antes del amanecer hasta un antes del anochecer-  muestra, en mi opinión, bastante menos resabios y muchas menos facturas impagadas que agríen la relación.
Cierto que en sus tres films el director, de manera muy naturalista, nos cuenta el proceso de deterioro que implica cualquier relación de pareja (un deterioro que tiene mucho que ver con la rigidez que yo también observo en casi todas las relaciones a medida que pasa el tiempo), pero la mirada de Linklater no resulta ni tan pesimista ni tan desalentadora como la de Michell, es mucho más benevolente (que no optimistamente falsa).



Con todo, la película no carece de sutiliza e inteligencia y a eso contribuye mucho la excelente interpretación de sus protagonistas, Jim Broadbent y Lindsay Duncan: ambos realmente entregados a la tarea de dar vida a sus personajes, el matrimonio de profesores universitarios Nick y Megen.
Son capaces de transmitir a la perfección y con autenticidad -que es esencial en estos casos- lo que significan más de treinta años de matrimonio, sobre todo en una pareja que, como la que encarnan, ha conocido serios altibajos y además muy cerrados en falso.

Entrada revisada a 24-04-2020.
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