El departamento de Dordoña (capital Périgueux), dentro de la Aquitania, es una de las regiones de Francia más agradables de visitar en cualquier época, gracias a los innumerables atractivos que contiene.
Se subdivide en cuatro prefecturas: Périgord Noir (negro), Périgord Pourpre (púrpura), Périgord Vert (verde) y Périgord Blanc (Blanco), todas ellas igualmente sugestivas y denominadas así más por las variaciones cromáticas que marcan sus bosques, prados y viñedos que porque existan realmente diferencias sustanciales.
Las poblaciones a visitar -tanto si uno opta por un tour como si decide viajar por libre- son muchas. Afortunadamente están todas muy cercanas entre sí, lo cuál no es un factor baladí a la hora de viajar porque facilita el organizarse de tal manera que no haya que estar horas y horas chupando carretera para encontrar algo interesante (lastimosamente, parece ser ya una tradición acrisolada en demasiados tours lo de estar horas de marcha antes de hacer una parada que pueda ser digna de llamarse así: por lo visto hay mayoristas que prefieren quemar los neumáticos de sus autobuses -en un extraño afán de desgaste- y tener a sus clientes controlados dentro del mismo que mirar por que éstos disfruten de las delicias de la zona con cierta calma).
Bergerac (unos 27.500 hab) es uno de esos pueblos en los que merece la pena recalar, al menos, unas cuántas horas. Muy famoso por obra y arte de un personaje popular (el ínclito Cyrano, inmortalizado en la literatura y en el cine), se trata de un lugar tranquilo atravesado por el rió Dordoña y conserva, en su casco antiguo o ciudad vieja, todo el encanto propio de las construcciones añejas y cargadas de historia.
Además es posible visitar su Casa de los vinos, el Museo del Tabaco y, si tiene tiempo, nada como un paseo en gabarra por el río.
Se subdivide en cuatro prefecturas: Périgord Noir (negro), Périgord Pourpre (púrpura), Périgord Vert (verde) y Périgord Blanc (Blanco), todas ellas igualmente sugestivas y denominadas así más por las variaciones cromáticas que marcan sus bosques, prados y viñedos que porque existan realmente diferencias sustanciales.
Las poblaciones a visitar -tanto si uno opta por un tour como si decide viajar por libre- son muchas. Afortunadamente están todas muy cercanas entre sí, lo cuál no es un factor baladí a la hora de viajar porque facilita el organizarse de tal manera que no haya que estar horas y horas chupando carretera para encontrar algo interesante (lastimosamente, parece ser ya una tradición acrisolada en demasiados tours lo de estar horas de marcha antes de hacer una parada que pueda ser digna de llamarse así: por lo visto hay mayoristas que prefieren quemar los neumáticos de sus autobuses -en un extraño afán de desgaste- y tener a sus clientes controlados dentro del mismo que mirar por que éstos disfruten de las delicias de la zona con cierta calma).
Bergerac (unos 27.500 hab) es uno de esos pueblos en los que merece la pena recalar, al menos, unas cuántas horas. Muy famoso por obra y arte de un personaje popular (el ínclito Cyrano, inmortalizado en la literatura y en el cine), se trata de un lugar tranquilo atravesado por el rió Dordoña y conserva, en su casco antiguo o ciudad vieja, todo el encanto propio de las construcciones añejas y cargadas de historia.
Además es posible visitar su Casa de los vinos, el Museo del Tabaco y, si tiene tiempo, nada como un paseo en gabarra por el río.
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