lunes, 16 de septiembre de 2019

Opinión personal (69): Los inicios de la sociedad actual. Las revoluciones americana y francesa (3º de 4).

3. Francia incendia Europa.

Si la “revolución americana” supuso la creación de un nuevo estado sobre la base de principios ilustrados, la “revolución francesa” -más radical en muchos sentidos- implicó la destrucción de todo un sistema social conocido como “Ancien Régime” y el intento de crear como sustituto una nueva sociedad haciendo tabla rasa del pasado.
Su posterior contagio a prácticamente todos los países europeos se debió en parte a una difusión algo “forzada” a través de los ejércitos napoleónicos y en parte a las labores de los entregados revolucionarios autóctonos. 
Sin duda, modificó definitivamente el mapa geo-político y social del continente europeo.
Como bien señala Juan Pablo Fusi, la revolución fue un hecho de enorme complejidad, claramente multifactorial. No nació solo de la miseria. La crisis fue estallando en los más diversos frentes y la monarquía (y la aristocracia conservadora en la que se apoyaba) no supo lidiar correctamente en ninguno de ellos.
La sociedad anhelaba cambios pero, a su vez, era poco proclive a los mismos salvo en el caso de los abanderados revolucionarios que pretendían una transformación radical. 
Eso implicó el derramamiento de mucha sangre y el corte de infinidad de cabezas (en muchos casos también la de los mismos instigadores: ya saben, las revoluciones suelen antropófagas y no les importa devorar a sus propios hijos).
En cualquier caso, los cambios ya estaban produciéndose a muy diferentes niveles a lo largo de todo el siglo XVIII: inicios de la industrialización en Inglaterra, movimiento ilustrado expandiéndose por toda Europa y –como acabamos de ver- demostrando nuevas posibilidades políticas en América (aparición en el escenario geo-político de una nueva potencia: los Estados Unidos), una burguesía consciente de su poder y deseosa de reconocimiento…. 
En definitiva, múltiples factores de muy diversa índole, culturales, intelectuales, políticos, económicos, demográficos, tecnológicos etc., que se conjugaron entre sí y posibilitaron la transformación de las sociedades agrarias tradicionales propiciando una “aceleración” histórica que acabó con el sistema social anterior e instauró las pautas iniciales del mundo moderno tal y como hoy lo conocemos.
Los revolucionarios franceses llamaron a este periodo histórico la era de la razón, mientras que los científicos la veían como la era de la ciencia y los políticos la consideraron como la era de la democracia y los derechos humanos.
De forma muy resumida me gustaría reseñar algunos elementos claves que se podrían englobar en tres apartados: La sociedad estamental, la Ilustración y la Revolución francesa, que culminó con la aparición de un personaje que, en su afán modernizador pero también conquistador, modificó radicalmente la situación política en Europa: Napoleón.
-La sociedad estamental. Cuando hablamos en este contexto de los “cambios” producidos en Francia y –casi de seguido aunque a ritmos bastante diferentes- en toda Europa a finales del XVIII ¿de qué hablamos realmente? Surgió una nueva sociedad en la que podemos reconocernos, pero ¿Cómo era la sociedad anterior a dichos cambios?
Cito notas que tomé en el  "Seminario de Historia. Orígenes de la Sociedad Actual" impartido en la Universidad de Deusto por la profesora María Romano: Las principales características de la sociedad estamental o del “antiguo régimen” -como la llamaban también los revolucionarios franceses- ( o Sociedades agrarias desde un amplio concepto sociológico):
-Demografía “antigua”: natalidad muy alta, pero con una mortalidad también muy alta.
-Economía agraria: más de tres cuartas partes de la población se dedicaba a la agricultura. Las crisis cíclicas implicaban hambrunas y enfermedades y propiciaban que el exceso de mano de obra se empezase a trasladar de forma mayoritaria hacia las ciudades (también a la emigración hacia América, aunque en el caso concreto de Francia ésta fue bastante inferior a las tasas de otros países europeos en los que sí fue un factor muy relevante).
El comercio: se desarrollaba sobre todo a larga distancia.
La dinámica económica pasaba también por crisis con periodos de estancamiento que provocaban fatales consecuencias en los niveles de calidad de vida de la población.
-Ciudades pequeñas: salvo contadas excepciones las urbes no se hiper-desarrollaron como pasaría pocas décadas después por impacto de la industrialización
-Una estructura social estamental. Claramente aristocrática en donde la propiedad se concentraba abrumadoramente entre el Rey y la Iglesia y en donde la burguesía empezaba a exigir un papel determinante.
-Una forma de gobierno absolutista. Monarquía de derecho divino (J.B. Bossuet intelectualiza la posición divina del rey mientras que filósofos como T. Hobbes mantienen ya en el siglo XVII la postura de que es el pueblo la base del poder del rey).
-Se inicia el despotismo ilustrado: un absolutismo apoyado en la burguesía y en los nuevos valores ilustrados que empezaban a contar ya con amplia aceptación social no solo entre la propia burguesía si no, también, entre aristócratas intelectuales. (Hay excepciones por anticipación: Inglaterra ya había realizado su particular “revolución gloriosa” en 1688 –Bill of the Rights- y tanto los Países Bajos como la República Veneciana se movían en parámetros más democráticos de los habituales en la época) (1).

-La Ilustración.
Quizás sea éste uno de los movimientos culturales de mayor alcance en la Historia si nos atenemos a sus consecuencias transformadoras a posteriori. Su expansión y “brillo” hizo que se llamase “siglo de las luces” al siglo XVIII si bien no se puede atribuir todo el mérito al mismo porque los contenidos de lo que se conoce como “Ilustración” ya fueron apuntados en épocas anteriores. Como bien señala Miguel Avilés Fernández en el artículo correspondiente de la “Gran Historia Universal”: “Lo que se entiende por movimiento cultural ilustrado es más bien la consecuencia de una cierta sistematización de conceptos conocidos y, sobre todo, de su divulgación y aplicación práctica(2).
Si los temas y cuestiones filosóficas quedaban en un terreno muy minoritario hasta el momento, a partir de las primeras décadas del siglo XVIII se empezará a generalizar el interés dentro de determinados círculos cuyos abanderados eran aristócratas, pero que fueron incorporando con bastante celeridad a un sector cada vez más en alza dentro de la sociedad: los burgueses
Las nuevas ideas fueron germinando y desarrollándose con rapidez por toda Europa y algunas de sus colonias, aunque “de todos los países europeos proceden los principales materiales de acarreo que configuran la Ilustración, fue Francia el país que contribuyó de modo más decisivo y eficaz a dar unidad y resonancia a la cultura ilustrada, hasta el punto de que el siglo XVIII quedara impregnado, fundamentalmente, por la cultura francesa y por su lengua, principal instrumento de difusión mundial(3).
Como he apuntado antes los principales problemas y sus respuestas ya se habían formulado en el siglo XVII (que algunos denominan claramente como “pre-ilustración”).
De alguna manera la Ilustración recuperó los valores ya ensalzados en el Renacimiento (aunque enfocados hacia la transformación del futuro y no hacia una idealización del pasado): renovado interés por la naturaleza y el hombre; se valoró, incluso a veces se idolatró, la razón como la mejor forma -si no la única- de acceder al conocimiento; se intentó aplicar formas de organización racionalizadas tanto a nivel político como económico.
Probablemente la diferencia más sustancial con el Renacimiento se observe en su relación con la religión ya que aquí el criticismo fue absolutamente demoledor cuestionando la mayoría de los presupuestos que se consideraban “revelados”. Todo ello propició un radical cambio de paradigma: Frente a lo sobrenatural, se valoraba lo natural a secas; frente a la revelación se esgrimía la razón; frente a la salvación del alma y el cielo futuro se reclamaba con vehemencia la felicidad ahora; frente a dogmatismos y certezas se defendía el cuestionamiento permanente a la luz de los nuevos enfoques.
A todo esto (que a veces parecía cercano al terreno literario de la Utopía) contribuyeron como hemos indicado antes muchas causas previas (de hecho pocas cosas en Historia surgen por “generación espontánea”): Los ámbitos coloniales trasladaban nuevos mundos en un sentido muy amplio y generaban otros horizontes, tanto físicos como espirituales, cuestionando las “exclusividades” europeas. La imagen tradicional de un cielo “situado en las alturas” empezó a resquebrajarse con las aportaciones de Copérnico, Giordano Bruno, Galileo, Descartes, Kepler y Newton, puesto que entre todos descubrieron unas leyes que otorgaban al funcionamiento del universo un sentido menos esotérico y religioso. En filosofía no se quedaron a la zaga y ya a finales del XVII Spinoza afirmaba que había que hacer tabla rasa con todas las creencias tradicionales (una afirmación “arrebatada” desde un punto de vista sensato, pero comprensible dentro del contexto ideológico de cambios y descubrimientos permanentes del momento) y algunos teólogos como John Tolan (“Cristianismo no misterioso”) y Richard Simon empezaron a establecer pautas críticas aplicadas a los textos sagrados.
En todo este contexto surgió un encomiable intento de sistematización y difusión: la Enciclopedia
(4) 
que ya tuvo un digno antecedente en el “Diccionario histórico y crítico”, publicado entre 1695 y 1697 por Pierre Bayle aunque quizá el valor distintivo de la Enciclopedia residió en el espíritu que la inspiraba: la defensa de la razón como instrumento único para lograr el conocimiento de todas las cosas (incluido Dios) y refutar los errores de la tradición alejando radicalmente el oscurantismo.
Como bien señalan algunos historiadores, con la publicación de la Enciclopedia la Ilustración sale de los salones a la calle (1751). En el arte de la época se observa una transición del rococó a las líneas más “racionales” del neoclásico; la música, hasta el momento también refugiada y protegida en los salones, salta a la calle para expresarse en conciertos y salas abiertas a un público no aristocrático.
¿Cómo poner caras a la Ilustración? 
Fueron muchos los que contribuyeron a ello pero nombraré solo a aquellos que han pasado a la Historia como próceres del movimiento: Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, D.Hartley, J.Berkeley, David Hume, Adam Smith, Thomas Reid, Condillac, Denis Diderot, Montesquieu, Kant, etc. (5). Toda una pléyade de personalidades que contribuyeron a intelectualizar los cambios de una manera que hizo imposible una vuelta atrás.
Desde luego hubo “contra-reacción”, aunque no alcanzó el nivel intelectual suficiente como para conseguir invertir los cambios (importantes las visiones de Louis de Bonald y de Joseph de Maistre -más como soporte de ideas conservadoras que como alternativa a los cambios-;  Cagliostro o Mesmer, desde otros presupuestos podrían considerarse también representantes de la reacción, pero los elementos irracionales de sus discursos fueron considerados como “charlatanería taumatúrgica(6). A nivel social la reacción adquiriría matices complejos a través de todo el siglo XIX).
Hay algo que me gustaría señalar antes de acabar esta breve recensión porque me parece de capital importancia: el ideario de la Ilustración NO se conformaba con la teoría: anhelaba conseguir su aplicación práctica.
El movimiento ilustrado quería considerarse una alternativa global a las interpretaciones sociales vigentes hasta entonces. No se trataba de regodearse en los planteamientos intelectuales: su fe en las posibilidades de transformación, en lo que consideraban mejoras inexcusables, fue determinante. De hecho esa fe en el PROGRESO  (una palabra hoy en día terriblemente devaluada y desprestigiada por uso y abuso) encendió la mayoría de los movimientos socio-político-culturales del siguiente siglo.
¿De qué medios se valieron los ilustrados para difundir sus ideas
Como la enseñanza estaba monopolizada por las órdenes religiosas (en los países católicos los jesuitas primaban sobre las demás ordenes) parecía que se iba a dar un encontronazo de alto nivel pero, curiosamente, este fue más “matizado” de lo esperado ya que en los países católicos se había insistido en las bondades de la naturaleza humana (frente al pesimismo protestante) y “se estimulaban las cualidades naturales de los estudiantes para hacerlos más receptivos a una gracia que no destruye la naturaleza, sino que la eleva al plano de lo sobrenatural. En principio, pues, no cabía esperar una grave contradicción entre la enseñanza católica y las ideas de la Ilustración, en cuanto que en éstas se afirmaban los valores naturales del hombre” (7).
En cualquier caso, antes que en la enseñanza las nuevas ideas se fueron introduciendo por otros medios: Los medios de difusión de la palabra escrita se ampliaban y diversificaban. Ya hemos hablado de la publicación de la Enciclopedia francesa, pero no fueron menos eficaces las filtraciones” de ideas que se producían a través de los periódicos (que iban aumentando en número y en tiradas). En cuanto la palabra “hablada” no podemos menoscabar la importancia de los “salones”, focos de concentración de los ilustrados del momento y en donde los aristócratas intentaban reunir a los mejores cerebros de la época.

Fueron mujeres las que muchas veces propiciaron el éxito de los salones más renombrados (Madame Geoffrin, Madame de Lambert, Madame Tencin, Mademoiselle de L´espinasse, por poner solo algunos ejemplos) a pesar de la “competencia” de otros salones que también tenían reconocida fama como el “Club del entresuelo”, o la tertulia del Barón de Holbach que eran de lo más renombrados y solicitados.
Al ser la Ilustración un fenómeno casi exclusivamente urbano no podemos olvidar la importancia de los “cafés” y de los “clubes”. Tampoco la de las “Academias provinciales” e instituciones similares como las sociedades literarias y filantrópicas que en España tuvieron cierto auge a través de las llamadas “Sociedades económicas de Amigos del País” (la de los Caballeritos de Aizcoitia”, por poner un ejemplo cercano) (8).
La masonería, institución medieval, tuvo también su momento de auge ya que experimentó una profunda transformación, pasando a ser una sociedad imbuida de principios ilustrados y que contribuyó mucho a la difusión de los mismos por toda Europa. La Gran Logia de Inglaterra se fundó en 1717, la primera de París fue fundada en 1732 e incluso antes lo fue en Madrid, 1729.
Claro que, para placer de los amantes de las conspiraciones y demás “manos negras” (que haberlas, las hubo), hay que constatar también el hecho de que junto a la masonería propiamente dicha aparecieron también todo tipo de sectas, más herméticas, cabalísticas, eclécticas o místicas en donde –como es habitual incuso en nuestros días- todo tipo de charlatanes y farfulleros se movieron con habilidad y soltura pero, contribuyendo más al demérito de la institución que a otra cosa y creando una aureola de sinsorguez que he llegado hasta nuestros días.
En España la adopción del espíritu ilustrado por parte de las clases altas generó una profunda división entre los partidarios de defender los ideales tradicionales (amparados en la cobertura del catolicismo más rancio y fundamentalista) y los seguidores de las nuevas ideas ilustradas que pretendían, además, reformar el país en todos los órdenes (dentro del espíritu progresista que adoptó en toda Europa la Ilustración). Hubo algunos intentos de conciliar valores nuevos y catolicismo pero, en general, España se sumió durante  casi dos siglos en una lucha de bandos opuestos que no logró conciliarse hasta mucho después de la guerra civil (y habrá que ver si esa conciliación se mantiene).
Quiero puntualizar aquí que, a pesar de los expuesto hasta ahora, el panorama de las ideas ilustradas fue más limitado de lo que pudiera parecer ya que no cabe duda de que su incidencia sobre las masas fue muy minoritaria; se trató, más bien, de un movimiento restringido y controlado por minorías muy formadas, generalmente pertenecientes a las propias clases superiores, ya fuese por su ascendencia o por sus riquezas. Por su parte tanto los gobiernos como las iglesias vieron en el pensamiento ilustrado una amenaza y no se quedaron paradas precisamente intentando movilizar amplios sectores sociales a su favor y atizando el fantasma del miedo ante los cambios.
Para finalizar este apartado señalar que uno de los objetivos de ataque más codiciados por los ilustrados lo constituyeron los jesuitas (9), como representantes más preclaros del poder papal.
En el acoso contra los jesuitas contaron no solo las quejas fundametadas sino todo tipo de increíbles calumnias. Se trataba de derribar la orden fuese cómo fuese. La primera expulsión se materializó en Portugal, en 1758; en Francia primero se les prohibió ejercer la enseñanza y posteriormente se les expulsó en 1764. Poco después siguió el mismo rumbo España, donde Carlos III firmó orden de expulsión de la península y todas sus colonias en 1767. Además, ilustrados españoles como Floridablanca ejercieron fuertes presiones ante el Papa Clemente XIV y consiguieron que éste firmara la extinción de la Compañía de Jesús en 1773 (Dominus ac Redemptor). A río revuelto, lógicamente, siempre ha habido ganancia de pescadores avispados y el lugar de los jesuitas fue rápidamente aprovechado por los Escolapios y los Salesianos.
Desde luego, no todos los miembros de la Iglesia eran furibundos anti-ilustrados.
Jansenistas y seguidores de Bolandistas y Maurinos intentaron movimientos de reforma asumiendo algunos de los nuevos principios, pero hay que reconocer que se evolucionó hacia una religiosidad más pietista que transformadora, surgiendo devociones como la del Sagrado Corazón de Jesús, cuya imagen todavía perdura con cierto éxito en algunas puertas de nuestro país.
Devoción por devoción, los ataques ilustrados consistieron en muchas ocasiones en sustituir unas por otras de distinta índole ya que no consiguieron apartar al pueblo de sus creencias tradicionales (curioso ejemplo de cambio fue el ex-jesuita Marín que se encargó de componer el discurso de Robespierre en la fiesta del Ser Supremo).
Tiempos de transición en que se fueron enervando hasta llegar a una de las mayores convulsiones sufridas por Europa.
-continuará.

Notas:
(1).Como es lógico hay información de muy fácil acceso y consulta sobre la sociedad estamental ya que no fue algo aislado o esporádico en el tiempo si no el sistema social predominante en toda Europa durante varios siglos. En la bibliografía que del último post mencionaré diferentes títulos que tratan el tema a diversos niveles. En internet, cómo no, hay esquemas y resúmenes de “urgencia” de todo tipo y algunos bastante válidos para una consulta rápida, así:
(2). Gran Historia Universal. Tomo 19. Pág. 85 (Ilustración. Las ideas).
(3). Gran Historia Universal. Tomo 19. Pág. 85 (Ilustración. Las ideas).
(4). Philip Bloom en sus libros “Enciclopedy” y “Gente peligrosa” narra maravillosamente bien la época y los orígenes de todo el movimiento ilustrado así como la gestación de la Enciclopedia en sí.
(5). Referencias biográficas de los principales protagonistas.
(6). Sobre Cagliostro:
Sobre Messmer:
Alain Fienklekraut habla en “La derrota del pensamiento” de otros autores anti-ilustrados.
(7). Gran Historia Universal. Tomo XIX, página 108.
(8). Sobre las Sociedades de amigos del País:
(9). Sobre la expulsión de los jesuitas:
Vídeos curiosos:
https://www.youtube.com/watch?v=FiV1KDScYqI&t=25s

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Texto: Javier Nebot

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