viernes, 5 de junio de 2020

Ladies & Gentlemen (22): Greta Garbo (La divina, 1905-1990).

Pocos rostros de la pantalla han sido tan increíblemente magnéticos como los de Greta Garbo.
Siempre rodeada de un halo de misterio que hacía las delicias de sus seguidores, La Garbo se convirtió en una de las actrices más legendarias de la historia del cine. 
Hoy, quizás, sus películas solo se recuerden en la memoria de los cinéfilos más frikis, pero eso no ha impedido que su imagen se haya convertido en un icono imperecedero del séptimo arte.
Greta Lovissa Gustafsson nació en Estocolmo, Suecia, el 18 de septiembre de 1905.
Sus inicios no tuvieron lo que se dice especial glamour ya que fue descubierta, siendo muy joven, al ser elegida como modelo para una campaña publicitaria mientras trabajaba como dependienta de unos grandes almacenes. En cualquier caso, su fotogenia sedujo inmediatamente a los profesionales de la imagen porque ya a comienzos de los años veinte estaba rodando películas, incluso bajo la dirección de directores prestigiosos como Mauritz Stiller o G. W. Pabst.
Su estilo y su belleza llamaron muy pronto la atención entre los buscadores de talentos de otros lares y Louis B. Mayer no dudó ni un instante en ficharla para la Metro y convertirla en una de sus principales estrellas. Greta llegó a los Estados Unidos en julio de 1925.

Dentro de la ya anacrónica lógica del star system, a toda estrella del firmamento cinematográfico había que crearle una imagen (¡que remedio si se quería triunfar!). Como no podía ser menos para una sueca (y más si cabe dentro del imaginario del Nuevo Mundo), a Greta le tocó explorar y desarrollar la imagen de una mujer distante, fría, -a veces incluso gélida- y, claro, en el lote, eso supuso un perfil mas intelectual que emocional (aunque pasiones vivió muchas en la gran pantalla). 
Debutó en las salas norteamericanas con El torrente, en donde formaría pareja con un hoy olvidado Ricardo Cortez y con La tierra de todos de Fred Niblo.
Pero el gran éxito para la Garbo comenzó al juntarse, cinematográficamente hablando, con el apuesto galán John Gilbert. 
Su química como pareja hizo que saltaran chispas y el público no quiso perdérselas. 
A partir de entonces, las salas se llenaron para ver películas como El demonio y la carne (1927) o Ana Karenina (1927) (el cine nunca desdeñó la literatura, aunque en ocasiones la masacrara).
(La actriz filmó dos versiones de Ana Karenina, la muda con John Gilbert y la hablada (1935) con Fredrich March).
Los éxitos se repitieron con films que seguían cultivando la imagen de mujer enigmática:
La dama misteriosa (Fred Niblo, 1928)
La mujer divina (Victor Sjöström, 1928).
La mujer ligera (Clarence Brown, 1928)


La llegada del sonoro supuso el ocaso de muchas estrellas de uno y otro lado del Atlántico, pero la Garbo no solo superó con éxito dicho tránsito (tenia una voz muy agradable, de tono grave, lejos de los pitos de jilguero de los que hacen gala algunas damas anglosajonas) sino que, incluso, se permitió filmar una película muda -El beso de Jack Feyder- cuando ya casi todas las películas se grababan con sonido.
Con Ana Christie, la Garbo dejó claro que el sonoro no sería un problema para ella.
De hecho la promoción del film recalcó lo obvio: "¡Garbo, habla!".
El delirio para sus adoradores.
Sus siguientes películas siguieron contando con el favor del publico.
Tanto Romance (1930) como Susan Lenox (1931, con un juvenil Clark Gable), tuvieron muy buena acogida.
Mata Hari (1931), que parecía un personaje hecho a medida de su aureola mediática, no gustó al publico, todo lo contrario que Gran Hotel (1932) resultó un gran éxito. 
La película dirigida por Rouben Mamoulian, La reina Cristina de Suecia (1934), fue un nuevo éxito de la actriz, aplaudido tanto por devotos como por críticos.
Muchos fueron los directores que quisieron tener a la Garbo como protagonista de alguno de sus films.
Clarence Brown, contaría de nuevo con ella tanto en Ana Karenina (1935, ya referida más arriba) como en María Walewska
George Cukor, director con fama de dirigir muy bien a las actrices, exploró la faceta romántica de la actriz en Margarita Gautier (1936), la dama de las camelias.
En 1939, dando un giro sobre los personajes que representaba habitualmente, la Garbo sorprendió a todos interpretando una comedia: Ninotchka, de Ernest Lubistch.
Si antes se popularizó el eslogan de "¡Garbo, habla!", ahora los publicitarios intentaron dar en la diana con el de "¡Garbo, ríe!"
En 1941, George Cukor volvió a dirigirla en La mujer de las dos caras.
Después de esta película, sorprendiendo a todos sus admiradores, decidió retirarse de las pantallas.
La estrella llevó desde entonces un vida tan enigmática como la que quisieron crearle como actriz, con la diferencia de que el alejamiento y el misterio era ahora real y no volvió a relacionarse con nada que estuviese vinculado con el cine, intentando proteger su vida privada de la mirada de curiosos y chafarderos.
Falleció en New York el 18 de abril de 1990.

Documental sobre la biografía de la actriz.













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