El siglo XVIII en el cine.
El interés del cine por el siglo XVIII no ha sido lo que se dice muy entusiasta.
Hay, desde luego, películas interesantes y varias de aventuras en plan Pimpinela
Escarlata o corsarios enfebrecidos, pero –sin duda- otras épocas han recibido
mucha mayor atención por parte del séptimo arte, hasta el punto, incluso, de que
algunas de ellas han llegado a constituir todo un subgénero, como es el caso del
cine de “romanos”, los famosos péplums, que gozaron del favor del público durante mucho tiempo (aunque realmente se trataría más de cine de aventuras, de películas ambientadas en la antigüedad grecorromana que de algo digno de ser llamado cine
histórico).
Fotograma de la película Gladiator de Ridley Scott.
En cualquier caso, no es este el lugar para establecer límites a los géneros cinematográficos o disertar sobre ellos. El objetivo primordial de estos posts es referenciar algunos films que, por su calidad o por su interés específico,
se puedan considerar “herramientas” interesantes, tanto cara a un conocimiento
general del siglo como a la ilustración de algunas de sus obras literarias más notables.
Para observar esa recreación de los modos de vida del siglo XVIII y algunos de
sus acontecimientos históricos más relevantes nos centraremos en algunas películas realmente imprescindibles para el objetivo que nos ocupa, como son Barry
Lyndon, Las amistades peligrosas, o Revolución, pero también veremos con
un poco más de detenimiento algunos films menores como Pacto de lobos, El
patriota o La duquesa, porque ilustran, desde muy diferentes ópticas, aspectos interesantes de la citada centuria. Además, antes de centrarnos en las películas
mencionadas quisiera hacer referencia, siquiera someramente, a otras muchas
que, sin duda, hubiesen merecido también un análisis detallado, pero que los limites propios y razonables de un acercamiento de este tipo no permiten.
Fotograma de Barry Lyndon de Stanley Kubrick.
Visión impresionista: selección películas para adentrarnos en el siglo XVIII.
De forma bastante general, se podría afirmar que tanto la Revolución Francesa como la gigantesca figura de Napoleón han sido los dos temas claves y predominantes en la cinematografía sobre el siglo XVIII. La primera porque ofrecía la posibilidad de narrar
los hechos con un dramatismo exagerado, de buenos muy buenos y de malos
muy malos (y eso siempre ha gustado mucho a algunos guionistas y productores
hollywoodenses).
El segundo porque la cinematografía estadounidense, medio
luterana, medio judía, ha demostrado históricamente una gran predilección por
los personajes fuertes, hechos a sí mismos que, contra viento y marea, eran capaces de escribir la historia (y Napoleón, en ese sentido, siempre dio la talla).
Biopics, por lo tanto, podemos encontrar muchos, de muy diferente interés.
Marlon Brandon como napoleón en Desireé, la amante de Napoleón (1954).
Hemos tenido que esperar a que surgiera una sensibilidad tan perfeccionista como la de Stanley Kubrick para encontrar una película -basada en una novela de
W.M. Thackeray- de la que se pueda afirmar que, en casi todos sus aspectos y
facetas, se respira una atmósfera dieciochesca (Barry Lyndon, 1975). Desde entonces, afortunadamente para los amantes del cine y de la historia, los films de
alta calidad ambientados en el siglo XVIII, han sido muchos.
Podemos señalar como recomendables, por unos u otros motivos (de muy diferente índole), las siguientes películas (excluyendo de esta relación las que analizaremos más adelante con cierto detalle):
-Ambiente general del siglo:
-“Adiós a la reina” (2012). Película dirigida por Beniot Jacquot, director francés
que, como veremos más adelante, volvería a tocar el tema del siglo XVIII.
En este largometraje nos cuenta la particular relación de la reina María Antonieta (Diane Kruger) con una de sus lectoras (Léa Seydoux).
Fotograma de Adiós a la reina.
La historia se narra desde la
perspectiva del batallón de cortesanos y criados que bailaban al son de los monarcas, manteniendo un sistema que estaba totalmente ajeno a la realidad del
país. El director describe el –posible- ambiente del Palacio de Versalles justo antes de que los acontecimientos revolucionarios irrumpiesen total y definitivamente en la historia, acabando con una casta que ya daba muestras de su absoluta incapacidad rectora y, también, de su cobardía.
Desconozco si la historia de
lesbianismo real que cuenta (entre la reina y la duquesa de Polignac) tiene visos
de verosimilitud, pero parece, en cualquier caso, que es un tic habitual en las películas recientes ubicadas en el contexto dieciochesco (La favorita y Retrato de
una mujer en llamas, inciden también en ello (1)).
Fotograma de Adiós a la reina
-“Belle” (2013). Film dirigido por Amma Asante, una directora de corta, pero interesante filmografía. La película, basada en hechos reales, nos narra la vida de
Dido Elizabeth Belle (Mbatha Raw), hija ilegítima de un capitán de la armada británica (Matthew Goode) y una esclava africana, que fue educada por el tío abuelo del padre, Lord Mansfield (Tom Wilkinson) y su mujer (Emily Watson), en un
contexto histórico bastante complejo –la Inglaterra, todavía esclavista, de finales del siglo XVIII- y, lamentablemente, lleno de prejuicios (2).
Fotograma de Belle.
Retrato de Dido Elizabeth Belle, realizado por Johann Zoffany (1779).
-“Casanova, su último amor” (2019). Película dirigida por Benoit Jacquot, a cuyo film anterior, “Adiós a la reina”, ya me he referido unas líneas más
arriba. En esta ocasión, el director francés nos introduce en el peculiar mundo del seductor por antonomasia,
Giacomo Casanova (encarnado aquí por el actor Vincent Landon). La historia nos cuenta cómo el famoso libertino llegó a Londres porque estaba obligado a exiliarse debido a sus particulares
“correrías” (sus múltiples seducciones y pendencias fueron su particular santo y seña y, ciertamente, dejó con ellas, por lo que se cuenta, muchas y profundas huellas). Allí conoció a una prostituta, Marianne de Charpillon (Stacy Martin), de la que se quedó tan prendado que, incluso, pensó en renunciar por ella a las demás
mujeres.
La dama, por lo visto astuta y sagaz, se mostrará capaz de lidiar con Casanova y, además
en su misma línea de juego, utilizando un arma común (y muy valorada en todo
el siglo XVIII), la seducción.
Fotograma de Casanova, su último amor.
Fotograma de Casanova, su último amor.
La figura de Casanova ha seducido también a muchos cineastas, empezando
por el barroco Federico Fellini. Quizás sería más oportuno situar los films sobre
este personaje en la línea de los biopics, pero como su extraordinaria vida está
plagada –quiero pensar- de licencias imaginativas y detalles asombrosos, me
parece más oportuno ubicarlo en el apartado presente que en el de biografías,
ya que sus andanzas (como en cierto sentido, aunque con otros matices, las del Marqués de Sade) reflejan
un determinado estilo de vida, más que los hechos de una personalidad concreta
(aunque la suya arrebate admiración y anhelos inconfesados a más de uno y de una).
-“Casanova” (1976). El acercamiento de Fellini a la figura de Casanova es más
un acercamiento por coincidencia de excesos que una verdadera recreación del
mundo o de los parámetros del siglo XVIII, aunque este fuese, en muchos aspectos, ciertamente, un siglo excesivo.
En este sentido, el mundo desbordante del
proto-macho italiano, del latin lover por excelencia, coincide en buena medida con
el gusto y la imaginación del director italiano (aunque parece ser que este director no sentía especial simpatía por Casanova).
En cualquier caso, visto hoy en día,
el Casanova de Fellini es un film -al menos para el que esto escribe- solo apto para los admiradores del particular
imaginario felliniano. Eso sí, Donald Sutherland, soberbio.
Federico Fellini charla con Donald Sutherland, durante el rodaje de Casanova.
-“Casanova” (2005), dirigido por Lasse Hallström, un director notable que, en esta ocasión, no se lució particularmente. Su película es una ilustración curiosa, sin
más, de un mito que en estos tiempos empieza ya a quedar bastante desfasado.
En el mismo año, la BBC realizó una miniserie, con David Tennant como protagonista, en la que la imagen del mito era más objeto de burla y sátira, más o menos velada, que de sincera admiración.
-Continuará-
Notas.
(1) Siglo reivindicador de los placeres y de todo tipo de frivolidades (más o menos refinadas, o
más o menos vulgares). De los perritos de compañía de damas aburridas y deseosas de consuelo
a las exquisiteces y excentricidades del Marqués de Sade hay un largo recorrido de “gustitos” a
resolver. Es curioso el análisis de la feminización del siglo XVIII, realizado por Elizabeth Badinter
en XY, la identidad masculina (1993).
(2) El esclavismo, con su horripilante mercado de seres humanos, fue una actividad tristemente
lucrativa que supuso la fortuna de muchas ciudades (Nantes y Burdeos, por poner un ejemplo)
y que, como bien sabemos, costó mucho erradicar, motivando incluso, a mediados del siglo XIX
la guerra civil norteamericana.
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