Visitar Fountains Abbey -muy cerca de York- es como sumergirse en un cuadro de Caspar David Friedrich: ruinas góticas inmensas con un peculiar aire entre romántico y decadente. Además, el día de la visita, la lluvia y la niebla propiciaron una imagen particularmente melancólica de este monumento, considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El origen de Fountains Abbey se remonta al siglo XII cuando unos monjes benedictinos (parece ser que expulsados por un conflicto interno de la Abadía de Santa María de York) decidieron abandonar su monasterio en York para crear otro en el valle del río Skell.
La nueva Abadía se unió muy poco después a la orden del Cister y, a lo largo del siglo XIII, se convirtió en uno de los centros religiosos más relevantes de Inglaterra.
En 1539, los drásticos cambios instaurados por Enrique VIII al separarse de la Iglesia católica supusieron la disolución de los monasterios y, por lo tanto, el abandono y ruina de todos ellos, incluyendo el que nos ocupa.
En 1540, la Corona, dispuesta a hacer caja, vendió los edificios y los terrenos (unas 200 hectáreas), a Sir Richard Gresham, un comerciante londinense, padre del que sería fundador de la Bolsa de Londres, Sir Thomas Gresham.
Richard Gresham - Wikipedia, la enciclopedia libre
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