lunes, 26 de diciembre de 2022

Opinión personal (106): Acercamiento a la imagen del mito en el arte de ayer y de hoy (3).

 Iconos del arte de ayer y de hoy. 

Francesca Bonozzoli, en su obra De Monalisa a los Simpson (2013), apunta algunos de los elementos que influyen en el hecho de que una imagen se convierta o no en un icono, retomando alguna de las tesis que ya exploraron anteriormente –con mucha profundidad- autores tan prestigiosos como Erwin Panofsky y Friz Saxl. 

Entre ellos, menciona una cierta reverencia cuasi religiosa, cuyo origen lo sitúa en la veneración de las reliquias e imágenes cristianas aunque, probablemente, sea una pauta devocional mucho más antigua, ya que el arraigo del pensamiento mágico y la devoción por talismanes y similares cristalizaciones del poder de los espíritus, era muy fuerte y habitual en todas las culturas de la cuenca mediterránea. La fascinación por lo mágico y todo lo que se relacionase con hechizos y encantamientos era consustancial a todas las religiones de la época y, de manera muy especial, en aquellas que, por sus secretismos, recibían el nombre de mistéricas. 

En cualquier caso, saber cómo, quién y qué tiene el poder de transformar una imagen en algo realmente icónico sigue siendo muy difícil de determinar, y las respuestas a tales preguntas, según Bonozzoli, son complejas y casi siempre discutibles, porque la solución del misterioso poder de los iconos “lejos de ser esquemática y univoca, remite a la historia, a la sociología, a la psicología e incluso a la religión(Op. Cit. p.9). 

 Ciertamente, no podemos olvidar que la Biblia nos reconoce como hijos de una estatua hecha de barro (Adán y el Golem se dan la mano) y esa narrativa mítica se fusiona con otras muchas que aluden a la constante fascinación del ser humano por las imágenes y a su tendencia a dotarlas de una especial significación, tendencia que sigue vigente al día de hoy y de la que la publicidad, el cine y los medios de comunicación han tomado muy buena nota.

 Desde luego, rastrear las implicaciones históricas, sociales y psicológicas de tal vinculación con las imágenes seguirá siendo, durante mucho tiempo motivo de estudio y análisis y aquí solo podemos insistir en lo que es bastante obvio: consumimos imágenes en cantidades inimaginables en cualquier época de la historia; además, todos y cada uno de nosotros somos capaces en la actualidad, gracias a las innovaciones técnicas, de producir nuestras propias imágenes y crear nuestros ionos particulares; nuestra forma de percibir y entender la realidad se ha vuelto casi totalmente visual; los medios publicitarios y de comunicación de masas insisten, hasta límites insospechados, en influir en nuestra sed de imágenes y en despertar con ellas nuevas ansias, necesidades y consumos, aunque para ello tengan que utilizar resortes inconscientes y manipular nuestros arquetipos mentales, empleando sin pudor cualquier iconografía, pasada o presente, que contribuya a su éxito social (traducido siempre en rentabilidad económica). 

Pero dejemos las teorizaciones y veamos imágenes.

Lilith, damas sedentes y otras feminidades adorables 

La influencia y el recuerdo de Lillith vienen de lejos, de muy lejos. De civilizaciones ya totalmente olvidadas, de culturas realmente ancestrales. Sin embargo, su historia ha permanecido y su fuerza apenas se ha ocultado. Va revistiendo, claro, nuevas formas: De hecho muda de imagen constantemente convirtiéndose de esa manera en uno de los mitos/iconos que han sobrevivido gracias a su representación en el arte.

Es, para algunos iniciados, la gran serpiente, para otros la seductora impenitente, que arrastra a los hombres por el mal camino. Personifica a quien se enrosca imperceptiblemente, a la que hechiza con su mirada, la que adormece con su siseo, la que se esconde con forma irresistible de mujer. 

Con sensualidad húmeda y placeres inexplicables arrastra a sus víctimas hacia su guarida. Los judíos la llamaron Lilith; ella era quien medraba entre las sábanas y robaba el semen de los hombres, la que mataba a los recién nacidos porque odiaba dar algo de si misma. Pero, sin duda, esta dama ha tenido y tendrá mil nombres. Si Satanás –según refieren otras historias- se enfrentó a su creador y fue condenado a las oscuridades del inframundo, Lilith y sus reencarnaciones también lo hicieron y su castigo fue arrastrarse como cómplices del Mal. 

Desde entonces la tentación lleva su nombre y configura uno de los tres grandes arquetipos femeninos: la Gran Madre, la Gran Puta y la Gran Virgen. Según la época, según la civilización, o según la mentalidad reinante, se muestra entre sombras o con descaro pero estar, está. 

Como bien refiere Erika Bornay, hay - hoy igual que ayer- todo un "cortejo de fatídicas" que postulan por ingresar en las filas de sus discípulas porque siempre es más fácil seducir que hacer (1). La gran serpiente se adapta y si tiene que concursar en televisión o promocionarse en el cine, sin duda lo hará. Claro que la serpiente también es símbolo de Sabiduría...







Richard Avedon.

Pero la seducción y la sexualidad no siempre han tenido mala prensa. 
El Olimpo griego ha estado poblado de seres voluptuosos que no tenían ningún reparo en hacer ostentación de su poderío y de su insaciabilidad (como iremos viendo, también, más adelante en sucesivos posts). 
Afrodita-Venus, más que en diosa de la perdición, se convirtió en diosa del amor y fue venerada de mil maneras por fervientes seguidores y entregados émulos. 
Ayer y hoy, mostramos verdadera  adoración por la mujer que seduce y despierta las fuerzas del amor y del erotismo, especialmente si éste se materializa de forma lúdica y amable, dando lugar al enamoramiento. 
Desde luego, la misoginia milenaria también ha conseguido poner en entredicho a Venus y, en ocasiones, se nos ha mostrado como vampiresa despiadada o como prima hermana de la vengativa Lilith, deseosas ambas de buscar la ruina al hombre sensato y cabal si no se cede a sus pretensiones. 


La representación griega de Venus ha tenido, lógicamente, numerosísimas versiones. 
Probablemente, las más conocidas sean la Afrodita de Praxiteles o de Cnido (360 a. C), la Venus Medici de Cleómenes, hijo de Apolodoro, del siglo I antes de Cristo y, por descontado, la Venus de Milo. 



Todas ellas han tenido numerosas hijas a lo largo de la historia y mostraré algunas de ellas en el siguiente post.

-continuará-

Notas
(1). La escritora Erika Bornay estudia la figura femenina y su “criminalización” misógina en su libro “Las hijas de Lilith”, un repaso a la imagen –mala- de la mujer en occidente y al negativismo con que se la ha mirado en buena parte por culpa de sectores religiosos (cristianos y musulmanes, especialmente) y, con ellos, sociales. La dualidad Mujer perversa (Lilith/Venus) / Mujer Madre y Santa Esposa (Virgen María) ha lastrado la vida mental y con ella la vida sexual de millones de personas en Occidente, durante siglos (y la cosa no está para nada totalmente superada porque neo-puritanismos rampantes y resentidas vueltas de tortilla, están dificultando una vivencia sana e inteligente de la realidad arquetípica, siempre complementaria y no contrapuesta). 
También Bran Dijkstra en su obra "Ídolos de perversidad" trata en profundidad la imagen de la mujer en la cultura de fin de siglo.

Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran corresponden al artista o artistas referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser un homenaje y una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
En ningún caso hay en este blog interés económico directo ni indirecto.
Texto: Javier Nebot

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