Santander es una ciudad que bien merece una visita (o varias).
Dar un buen paseo por sus calles o disfrutar de su bahía es algo siempre apetecible y, por descontado, sus playas son un excelente lugar de esparcimiento si el tiempo acompaña.
Como otras muchas ciudades, Santander ha mejorado mucho en los últimos años su oferta gastronómica, ofreciendo posibilidades al gusto de todos los bolsillos.
Una buena opción, si uno no quiere someter a estrés sus dineros, es aquella que aconseja lo "bueno, bonito y barato". En este sentido un restaurante tradicional como La Pirula puede ser conveniente.
El menú del día (12e) tiene una relación calidad-precio satisfactoria y la carta no es de las que deja temblando la tarjeta de crédito.
Después del menú nada como un café y un orujo de la tierra (o varios si se tercia) y, para sosegar sin esfuerzo la digestión, un paseo en bote (o lancha como me precisan voces expertas) por la bahía (4,95e) resulta una alternativa absolutamente recomendable: comodidad, inmejorables vistas, brisa marina, posibilidad de apearse en Pedreña o Somo...
(a modo de chascarrillo: en el bote/lancha coincidí con una joven -penosa, aunque quiero pensar que era casi adolescente- que durante toda la travesía no dejó ni un solo segundo de auto-fotografiarse (selfie-ando) con su móvil poniendo "morritos" de star con pretensiones. Nada de disfrutar del panorama o relajarse simplemente:¡ narcisismo extremo, signo de mentalidades pobres!
Texto y fotos: Javier Nebot
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