domingo, 14 de diciembre de 2025

Microdesahogos (26): Dificultades comunicativas...por enésima vez.

 Como bien saben los que tienen la amabilidad de seguir esta sección (a veces de arrebatados desahogos), el tema de la incomunicación o de las dificultades para comunicarse, es una de mis más constantes preocupaciones. 


He reflexionado aquí mismo varias veces sobre ello; personalmente he intentado aplicar muchos de los consejos o recomendaciones que hacen los expertos del asunto al respecto...pero, aun así, siempre me encuentro en demasiadas ocasiones patinando por terrenos resbaladizos y aplicándome aquello que con rin tintín nos decían en tiempos pasados: "calla que así estás más mono" (y, sobre todo, te ahorras problemas).

Ocio Inteligente: para vivir mejor: Micro-desahogos (5): Incomunicación.

Ocio Inteligente: para vivir mejor: Micro-desahogos (10): Parloteo.

Ocio Inteligente: para vivir mejor: Micro-desahogos (12): Escuchar (1).

Estoy seguro -así lo he podido comprobar personalmente en muchas ocasiones- que hay personas que han nacido con un talento personal extraordinario para relacionarse y para saber comunicarse adecuadamente en función del tipo de situaciones y de las personas con las que tratan, aunque también estoy seguro -y así lo constato mucho últimamente- de que hay otras muchas que solo saben hacerlo si ellas asumen el protagonismo y acaparan sin limite la atención, olvidándose del tradicional y recomendable "toma y daca" (reciprocidad de tiempos y modos)



A veces me encuentro en tesituras incómodas porque, al haberse perdido las pautas tradiciones de la educación social (convenciones de urbanidad a veces rígidas, pero muchas veces convenientes), no sabe uno a que atenerse y cómo preceder y hay que limitarse -cada vez en más ocasiones- a mirar al interlocutor con expresión de emoticono azorado ante la incertidumbre de no saber exactamente que es lo que se espera de uno...o de saberlo pero no poder actuar con naturalidad propia y espontánea para no generar conflicto (debido al virus de la ofensa).

Creo que dejado claro en posts anteriores que, personalmente, aborrezco las vomitonas incontroladas de verborreas y los desahogos emocionales extremos que solucionan muy poco y contaminan mucho a quien las recibe (claro que siempre hay personas que, a pesar de todo, ese tipo de visceralidades les da vidilla, por lo visto). 
Todo tiene, desde luego, su punto, su lugar y su medida y con lo que aquí digo no pretendo limitar las relaciones a la mera cortesía (aunque yo lo haga cada vez más). Para todo hay niveles y entre amigos, evidentemente, hay muchos límites que se pueden superar y muchas cosas, por extremas que parezcan, que se pueden vivir y aguantar juntos.

Se trata, como en casi todo, de una cuestión de grado. 

De no imponer siempre al otro el modelo comunicativo personal y de ser consciente de las limitaciones propias y de las de los otros. A veces, se topa uno con personas tan autorreferenciales que exigen a los demás que se les escuche de la manera y forma que ellas quieren y no, faltaría más, desde la personalidad y estilo del que escucha. 
Pero eso crea, necesariamente, cabreos, tiranteces, pulsos y, finalmente, por cansancio y desgaste, la ruptura de las relaciones.


Naturalmente, la habitualidad de esas dificultades o faltas de entendimiento hace que uno dude en cómo proceder ante según que personas o situaciones.

¿Preguntar o no preguntar? 
¿Interesarse o no interesarse
¿Esperar a que termine el soliloquio o interrumpir el discurso en según que momentos para aclarar posibles malos entendimientos o círculos reiterativos?

Uno, intentando actuar con un mínimo de habilidad social (antaño educación), escucha y, también, a veces, tiende a preguntar (con sosiego y atendiendo, no para impedir que el otro hable y cuente lo que desee). Incluso, en algunos casos, pocos, visto lo visto, llego a sugerir o medio aconsejar en función de lo que me van contando, pero cada vez me topo con más personas que viven eso NO como una muestra de interés o cortesía sino como una especie de agresión intolerable a los estrechos límites de su relato (del que no quieren oír ningún feedback ni que se cambie ni una sola coma).

Traduciendo: Calla, no me interrumpas que estoy en fase de volcán en erupción y si no me dejas acabar te retiro el saludo de por vida y me doy por ofendido eternamente. O sea, una versión más chabacana e irascible si cabe del mencionado más arriba ¡Cállate que estás más mono! .

A veces, aunque tenga esta sección de desahogos y no lo parezca, intento cultivar la paciencia: opto por poner cara de esponja, me trago todo lo que me dicen y asumo la situación: "si, si, cuéntame la novela de tu vida que tengo penitencias que purgar antes de irme al cielo de los escuchadores".
 Claro que en otras - cada ves más, tristemente, por saturación- me dan ganas de largarme sin más en mitad del monólogo o decirle sin más a la interfecta o al interfecto que escupan su "relato" ante un terapeuta o, si no tienen posibles, en un confesionario (que además de gratis te absuelven de estupideces presentes y pasadas...si hay propósito de enmienda, por descontado). 
No las mando al Teléfono de la Esperanza -en donde colaboré durante tres años- porque hasta allí se ponen limites de tiempo y esas personas al entender de eso se cabrearían de forma insana (más).

Una lástima que con tantas palabras "proactivas" que hoy en día se estilan y predican en nombre de millones de derechos y pretensiones, no estén algunas que eran esenciales hasta no hace tanto: educación, respeto, reciprocidad, tacto...

Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al artista o artistas referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser un homenaje y una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
En ningún caso hay en este blog interés económico directo ni indirecto.
Texto: Javier Nebot.

No hay comentarios:

Publicar un comentario