lunes, 14 de abril de 2014

Opinión personal (9): Cine e Historia: TROYA (1º de 5).

El "peplum", el cine de "romanos"de toda la vida, entretuvo buena parte de mi infancia. 
Por aquellos tiempos -ya muy lejanos- los “reyes” deseosos de inculcarme buenos hábitos me premiaron con una versión ilustrada –y sencilla- de la Ilíada. 
Como crío fantasioso que era enseguida me sentí atrapado por aquellos guerreros que peleaban constantemente y cuya vida estaba llena de aventuras. La imaginación me hacía soñar con mis propias “versiones” de aquella historia y así transformaba algunos juegos infantiles (¡vamos a hacer películas!) en una escenificación de los episodios que me parecían más interesantes, tal y como hoy día hacen, con todos los medios del mundo -pero no sé si con tanta imaginación- muchos cineastas al crear versiones igualmente "libres" de temas que nadan entre la historia y el mito.
Todos aquellos héroes y sus historias han quedado en mi memoria como un grato recuerdo que, sin duda, ha influido posteriormente en mi afición a la lectura y al cine, a la vez que despertaron mi interés por escudriñar el pasado y saber “cómo vivieron los antiguos”, más allá de cuentos o de películas.
Mito e Historia (y no solamente en la Ilíada)  han caminado muchas veces juntos de la mano en un constante esfuerzo por acercar a la memoria de las distintas generaciones el recuerdo de los antepasados y de sus hazañas.
En nuestra época el cine ha contribuido extraordinariamente a transmitir ese peculiar cóctel de realidad y fantasía y, seguramente, a él le debemos la popularización de muchos episodios históricos que de otra forma es más que probable que solo existirían en algunos empolvados libros de historia o en la mente de algunos pocos devotos del pasado. 
No quiero afirmar con esto que la supervivencia de los mitos o de las historias que conforman la Historia se deba exclusivamente al cine, desde luego que no, pero es innegable que en los tiempos actuales éste ha conseguido crear un especial Olimpo en donde conviven apretadamente personajes de fantasía, estrellas de distinta magnitud y los fantasmas resucitados -o reinventados- de algunos personajes históricos.
Aquiles revive a través del cuerpo de Brad Pitt; Ulises navega de nuevo en un viaje sin fin con el rostro de Kirk Douglas; Alejandro Magno se ha reencarnado otra vez a través de Colin Farrel; el Coliseo de Roma resucita glorioso y abarrotado de un público que no duda en aclamar enfervorizado a sus gladiadores.

Y lo dicho sobre la antigüedad vale exactamente igual a la hora de recrear e interpretar la realidad moderna.
El cine nos aproxima a ella de una forma fascinante.
Desde luego, espectáculo no es Historia –de eso no cabe tampoco la menor duda- pero, para aquellos que llevan en sí el germen del interés por el pasado, el Cine quizás puede ser una puerta o una herramienta seductora que les facilite el salto a un imaginativo “túnel del tiempo” (título, por cierto, de una de las series televisivas que más me influyó en mi infancia a la hora de interesarme por la Historia) y que les despierte el interés por conocer el pasado de un modo más profundo que el que implica el visionado entretenido de una película.
Leí hace poco en El cultural (7-03-14) unas sabias reflexiones de Jesús Palacios a tenor del estreno de "300. El origen de un imperio". 
En ellas dejaba claro -y comparto su criterio- que el "peplum" no es lo que podríamos llamar "cine histórico".  Sin duda hay películas que nacen con el claro interés de ser espejo de una época y otras que, sin embargo, lo hacen con el mero afán de entretener improvisando, digamos -y siendo generosos- un particular piscolabis de imaginación, historia, aventuras y mitología. 
Tanto con unas como con otras la pantalla nos puede deparar buenos momentos o soponcios sin límites. 
Todo dependerá de la particular amalgama de talentos y del resultado final de la mezcla: un buen director, con un buen guión y con los medios adecuados, es posible que pueda hacer una obra de arte que nos seduzca a la vez que nos impulse a pensar e indagar.......pero no hay garantías -lamentablemente- de que esto sea siempre así. De hecho todos tenemos en la memorias clamorosos fiascos a pesar de las buenas intenciones iniciales de algunos cineastas de un genero tan equivoco como el cine histórico.
Para estos artículos que voy a ir publicando en sucesivos post voy a utilizar como soporte de reflexión la versión de Troya filmada por W. Petersen. 
No es que sea precisamente una gran película, pero si me parece que puede servir perfectamente de base para revisar aquellos tiempos heroicos en los límites de la historia y sacar conclusiones interesantes.

Aquiles podrá descansar tranquilo porque su memoria ha sobrevivido a diferentes edades oscuras y a su fama de conquistador podrá añadir el éxito de figurar en muchas mentes adolescentes  (y no tan adolescentes) del siglo XXI, aunque su realidad sea, probablemente, más mito que historia (lo cuál no le quita necesariamente valor).
                                                                    1. Cine e Historia.
Que no tiemblen los doctos. Como bien he indicado antes no pienso hacer una apología de una unión casi imposible. Aunque el cine se ha servido en múltiples ocasiones de la Historia como fuente de argumentos (1) nunca - o muy pocas veces- ha tenido la pretensión de dar “lecciones” de Historia.
Ésta busca y escudriña, bajo toneladas de tierra y polvo, las huellas del pasado con la clara intención de sacarlo a la luz de la forma más precisa que sea posible. Es igual que desentierre ruinas o que descifre tablillas y pergaminos, siempre tratará de ajustarse a la veracidad de las “pruebas”. Lo que no sea académica o científicamente verificable NO será “Historia” (y aun así esta afirmación habría que aceptarla con bastante cautela).
El Cine pretende contar historias con un lenguaje propio, visual, que casi siempre busca la espectacularidad. Le es igual modificar datos o circunstancias si finalmente consigue atrapar el corazón o la imaginación del espectador.
¿Ninguna vinculación, pues?
 Desde mi punto de vista (que tiende más -en algunos asuntos- a las visiones holísticas que a las específicas) ambos pueden desarrollar algo extraordinario: recrear atmósferas, revivir el pasado en su ambiente de forma que el lector o el espectador pueda hacer un viaje en el tiempo con ciertos visos de verosimilitud, viaje que de otra forma sería casi imposible, aunque la imaginación nos posibilite muchas veces el “viajar” por nuestra cuenta a unos mundos que, probablemente, tendrán más de fantasiosos que de rigurosamente “históricos”.
Hay historiadores que aburren hasta el delirium tremens aunque, a Dios gracias, también los hay -y muchos- que son capaces de subyugar al lector con su conocimiento y su capacidad de trasladarte a un pasado que describen con datos y precisión pero también con talentosas intuiciones.
Con amenidad y exactitud consiguen transmitir su pasión por conocer la Historia.
Hay cineastas que cuando se acercan a la Historia producen sarpullidos hasta en los espectadores más curtidos debido a las penosas puestas en escena o a sus patéticas pretensiones de historicidad pero, también, hay otros que, consiguen arrastrarte a unos ambientes en los que se respira autenticidad a pesar, incluso de que el espectador ilustrado pueda detectar en ocasiones “fallos” de rigor en la historia que narran.
Es más que probable que si el cine pretendiese hacer Historia (cosa que no hace) el resultado fuese un documental más o menos interesante, pero seguro que sin el “alma” de espectáculo que es, precisamente, la que consigue que podamos hablar en ocasiones de Arte en el cine.  
También es totalmente cierto que, si la Historia quisiese “enganchar” al aficionado con artes menos “científicas”, más de un docto se revolvería en su tumba o en su cátedra ya que, por lo que parece,  rigidez y academicismo constituyen históricamente un binomio mas indisoluble de lo que seria deseable.
Dejemos pues al Cine ser Cine y a la Historia ser Historia (y disfrutemos de ambos). 
Ojos diferentes para cada uno, pero siendo capaces de admirarnos cuando encontramos en ambos lo que muchos queremos: sentir que el pasado resucita, revivir lo que pudo ser y gozar de esos breves instantes en los que uno puede pasearse por mundos e historias que de otro modo serían poco más que polvo.
No pretendo en este post y los que le van a seguir hacer un análisis de cómo el cine ha utilizado a la Historia pero sí quisiera reseñar –por lo que voy a argumentar después en el análisis de la “Troya” de Petersen- que la sensibilidad hacia el detalle de muchos espectadores actuales ha propiciado un profundo cambio estético en el cine llamado “histórico”.
 No es lo mismo un “péplum” de los años sesenta -aunque haya algunas producciones actuales que van hacia ese camino-, en donde enormes masas de músculos demostraban su incompatibilidad con un uso adecuado de las neuronas, que una película con argumento histórico de finales del siglo XX o inicios del XXI.
 En la actualidad la exigencia de verosimilitud ha obligado a productores y directores a afinar mucho a la hora de poner en celuloide un relato de época.
El gran cine requiere  hoy del consejo de muchos buenos historiadores (Robin Lane Fox sería un ejemplo paradigmático ).


Es evidente que no todos los espectadores esperan recibir una lección de Historia cuando se sientan en la butaca de un cine o se arrebujan en el sofá de su casa prestos a ver una buena serie pero, sin duda, en una sociedad como la nuestra, de tremenda difusión visual, casi nadie (espero) estaría dispuesto a comulgar con fallos “ambientales” a la hora de ver una película de romanos o de emocionarse con una intriga decimonónica.
Algo pues, hemos avanzado; sin duda ha calado otro tipo de sensibilidad estética y es de esperar que –aunque sea en un pequeño porcentaje- algunos se interesen por saber algo más, por ir más allá.
No quisiera dejar de mencionar aquí lo que para muchos es un “cine menor” pero que para mi tiene un gran valor a diversos niveles: las series televisivas y, especialmente, las británicas que han alcanzado unos niveles de calidad realmente altos y envidiables
Nadie, realmente, como los ingleses para recrear atmósferas esas atmósferas a las que antes hacia referencia, para revivir el espíritu que respiraban los personajes de a pie de una determinada época.
Siempre dignas y procurando una fidelidad absoluta al mínimo detalle series como “Retorno a Brideshead”, “Arriba y abajo”, “Los Tudor”, “Las joyas de la Corona” o “Downton Abbey”, por poner sólo algunos ejemplos señeros, son un verdadero prodigio de ambientación que transpiran historia aunque cuenten ficciones.
Consiguen, con su recreación de lo cotidiano, lejos de las grandes consideraciones o de las monumentales teorías, dar vida al pasado. Esa “micro-historia” me parece una inmejorable aportación del maridaje entre Cine e Historia.
https://www.youtube.com/watch?v=MoSi2bPgU7U


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Texto: Javier Nebot, Abril 2014.
(revisado a 11-01-19)

Notas.
(1)Jordi Balló y Xavier Pérez efectúan un buen análisis de los argumentos universales en el cine en su obra “La semilla inmortal” (Anagrama 2011). Mitos, leyendas, y todo tipo de ficciones han alimentado la insaciable sed de historias del cine. También allí se pueden rastrear retazos de Historia.

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