martes, 22 de febrero de 2022

Opinión personal (92): La Edad Media en el cine (3).

Al plantearme hacer estos posts sobre la Edad Media en el cine tuve que afrontar, lógicamente, un proceso de selección de películas y una cierta acotación temática ya que se trata de un tema amplísimo.

Es verdad que para una primera toma de contacto con la cinematografía "medieval" podría haber seleccionado algunos films, sin más motivo que su calidad artística o mi propio interés personal pero, finalmente, he optado por una selección guiada por bloques temáticos, a saber:

-La imperiosa necesidad de heroínas y héroes, ya sean sean reales o ficticios (bloques 1 y 2). He elegido como prototípicos a Juana de Arco y a Robin Hood, tanto por su repercusión cinematográfica como por su capacidad para configurar parte del imaginario de la sociedad medieval. Es cierto que en ese imaginario habría que incluir, al menos hasta hace muy poco tiempo, a buena parte del santoral católico ya que durante la Edad Media la veneración a las reliquias fue algo consustancial a la mentalidad de quienes vivieron en aquellos tiempos, pero eso no ha tenido la adecuada correspondencia en la mentalidad actual, ni tampoco en el cine.

-Los mitos "fundacionales": El Medievo generó leyendas y historias que se fueron acrisolando con el paso de los siglos y que, en algunos casos, tuvieron el apoyo de las élites tanto para dar lustre a las dinastías reinantes como para forjar cierta conciencia proto-nacional. Entre estos mitos destacan con luz propia las diferentes historias sobre el rey Arturo y sus caballeros (bloque 3). Se podría incluir igualmente otras de diferentes latitudes como la de Tristán e Isolda, la saga de los Nibelungos o algunas sagas nórdicas y también, si entramos en el terreno patrio, historias legendarias como la del Cid Campeador.

-Las luchas por el poder político. Estas fueron tristemente constantes durante toda la Edad Media y muy buena parte de la Edad Moderna (bloque 4). La necesidad de potenciar los poderes de la monarquía sobre los de la nobleza feudal (y también sobre los de la todopoderosa Iglesia, (bloque 5)) fue el motor de muchos conflictos durante siglos. Parte de estos "pulsos" han sido representados en el cine a través de las figuras de Enrique II Plantagenet y su impresionante señora, Leonor de Aquitania. 

La iglesia tardó muchas centurias en renunciar a su ansia configuradora de toda la sociedad cristiana y utilizó para mantenerlo todo su poder e influencia (social, económica e intelectual). El monacato se convirtió, entre otras cosas, en una valiosísima herramienta de monopolio cultural para penetrar en el pensamiento y el sentir del pueblo y también en el de la nobleza. Para bien o para mal -siglo XX a fin de cuentas-, el cine se ha centrado más en los aspectos negativos de este pulso entre la Iglesia y los otros poderes sociales aunque, a veces, ha demostrado cierta fascinación por algunos santos, especialmente por San Francisco de Asís, que parece encarnar, en el sentir de muchos, valores más "modernos".

Para concluir los posts que iré publicando sucesivamente, haré algunas menciones de referencias cinematográficas a temas tan esenciales como lo fueron en la Edad Media el Islam y las Cruzadas, la peste y sus consecuencias o los hombres del Norte, los tan ahora en boga vikingos. 

 1- Una heroína de armas tomar: Juana de Arco. 

“La pasión de Juana de Arco” (1928). Carl Theodor Dreyer.


Esta película muda, dirigida en 1928 por el danés Carl Theodor Dreyer (1889-1968) está considerada, por diversos motivos, una verdadera obra maestra y un hito cinematográfico. 
Se trata de la conocida historia de una de las santas (recientes) más populares de la Edad Media, Juana de Arco, la Doncella de Orleans, un personaje histórico bastante insólito que se convertiría, con el paso del tiempo, en una heroína de toda la Francia católica (su imagen aparece en la mayoría de las iglesias francesas) y, también, por lo que parece, en un auténtico icono femenino que no ha perdido su fascinación a través del tiempo, como lo demuestra el hecho de que las adaptaciones cinematográficas de su vida sean constantes (la última en el 2019).



El film de Dreyer es un soberbio relato sobre la intolerancia aunque se centre en el proceso a Juana. La intolerancia, ciertamente, era un mal muy común y muy extendido en esa época y, de hecho y lamentablemente, también en la nuestra, especialmente cuando hablamos de política y de religión (y en la Edad Media ambas cuestiones constituían un binomio inseparable). 
Afortunadamente, el talento de Dreyer va más allá y no se conforma con mostrarnos en trazo grueso las miserias humanas sino que entra en profundidades y nos muestra con sus imágenes otros enfrentamientos mucho más sutiles y soterrados y que, ciertamente, resultan igual de auténticos y reales: enfrentamientos que subyacen a la historia concreta del juicio y la condena de la abanderada francesa y que la trascienden por lo que tienen de universales e intemporales: se puede ver en pantalla el duelo existente, y por lo visto eterno, entre lo femenino y lo masculino; el que se produce entre la inocencia e ingenuidad por una parte y la intolerancia y la rigidez por otra; los pulsos constantes de poder entre los distintos actores sociales; la lucha eterna de la juventud contra la vejez…


Dreyer supo crear imágenes que aun hoy resultan impactantes; usó el lenguaje cinematográfico de forma muy inteligente y novedosa, priorizando los primeros planos de tal manera que estos adquieren en la película un protagonismo extraordinario, esencial de hecho. En su afán de rigor histórico el director danés contó como asesor del film con el que era por entonces el mejor especialista en la biografía de Juana de Arco, Pierre Champion (1880-1942) (1) aunque ese rigor, más que en la ambientación (que fue absolutamente frugal y minimalista) u otros detalles estéticos, se reflejó sobre todo en las imágenes, en la extraordinaria expresividad de los rostros y en el uso de la cámara subjetiva de forma tan hábil que logró que los espectadores se sumergiesen en ese ambiente opresivo, angustioso y doloroso que debió vivir Juana durante su juicio y su posterior ejecución en la hoguera: el director consiguió, durante toda la película, transmitir al espectador la sensación de presencialidad, de estar inmerso en los avatares de ese momento histórico y, eso, en un film, más todavía si es mudo, constituye, sin duda, un logro extraordinario. 


Hacia el final de la película se incide en un paralelismo claramente intencionado: el martirio de Juana y el de Jesucristo son, por lo que parece, claramente homologables. Es mucho pretender, pero ambos mueren por salvar a su pueblo a pesar de la incomprensión de sus coetáneos. En una película “histórica” como esta no podemos obviar algunas imprecisiones llamativas. 
No existió la revuelta del pueblo de Ruán contra los ingleses y solo muy tardíamente se reconoció a Juana como un icono nacional (amén de que la idea de lo “nacional” se desarrollase tiempo después de los hechos que se nos narran). 
Ese reconocimiento, que se forjó lentamente a posteriori fue, sin duda, más propio de mentalidades del pasado muy lejanas a las nuestras (aunque, curiosamente, la canonización de Juana de Arco se produjo en pleno siglo XX, en 1920) pero, en cualquier caso, y a pesar de la lejanía de tales eventos, la atracción por el personaje –tal y como he mencionado al principio- parece seguir subyugando a muchos y conecta lo suficiente con todo tipo de públicos ya que cíclicamente se producen nuevas versiones cinematográficas sobre su vida y muerte. 
Menciono a continuación algunas de las más relevantes: 
-1948. Juana de Arco. Película dirigida por Víctor Fleming y protagonizada por la actriz sueca Ingrid Bergman.




-1954. Juana de Arco. Film dirigido por Roberto Rossellini. La doncella de Orleans fue interpretada de nuevo por Ingrid Bergman, actriz que parecía sentir especial fascinación por la heroína francesa.




-1957. Santa Juana. Otto Preminger fue el director de esta película en la el guion estuvo a cargo del escritor Graham Green, basándose en la obra de George Bernard Shaw. En esta ocasión la santa fue encarnada por Jean Seberg.





-1962. El proceso de Juana de Arco. Dirigida por Robert Bresson que también se responsabilizó del guion. En esta ocasión fue Florence Delay quien dio vida a Juana de Arco.






Más recientemente se han llevado a las pantallas otras versiones sobre la vida y el juicio de Juana de Arco, pero me referiré a ellas en el siguiente post, haciendo hincapié, especialmente, en la dirigida por el francés Luc Besson en 1999.

NOTAS:

(1): Pierre Champion fue un historiador francés al que se consideró en su momento como uno de los mejores especialistas en la figura de Juana de Arco. 

PRÓXIMA ENTRADA: 5 DE MARZO- 2022.

Entradas anteriores.:



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Texto: Javier Nebot

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