Alrededores de Pisa: Montalcino.
Desde Siena se pueden visitar varios pueblos interesantes.
Montalcino es uno de ellos. Se trata casi de una aldea (alrededor de cinco mil habitantes) que vive de forma clara y manifiesta -quizás excesivamente- del turismo y del vino: en casi todas sus calles se pueden encontrar tiendas que venden la producción de la infinidad de bodegas de la zona.
En una visita guiada parece que acudir a alguna de ellas se convierte una prioridad ineludible, más que porque uno quiera, porque no hay excursión que no las incluya.
Personalmente, y por mucha fama que tenga el Brunello, viviendo como vivo en una país con excelentes vinos, considero que dicha visita puede ser obviada salvo que uno tenga especial interés en catar los vinos. En cualquier caso Montalcino es un pueblecito amable y con encanto, rodeado de unos hermosos paisajes toscanos y que cuenta con unas callejuelas estrechas que poseen esa belleza intemporal que adorna a muchos pueblos de la zona.
Montalcino es uno de ellos. Se trata casi de una aldea (alrededor de cinco mil habitantes) que vive de forma clara y manifiesta -quizás excesivamente- del turismo y del vino: en casi todas sus calles se pueden encontrar tiendas que venden la producción de la infinidad de bodegas de la zona.
En una visita guiada parece que acudir a alguna de ellas se convierte una prioridad ineludible, más que porque uno quiera, porque no hay excursión que no las incluya.
Personalmente, y por mucha fama que tenga el Brunello, viviendo como vivo en una país con excelentes vinos, considero que dicha visita puede ser obviada salvo que uno tenga especial interés en catar los vinos. En cualquier caso Montalcino es un pueblecito amable y con encanto, rodeado de unos hermosos paisajes toscanos y que cuenta con unas callejuelas estrechas que poseen esa belleza intemporal que adorna a muchos pueblos de la zona.
La vía francígena -que va desde Canterbury a Roma- cruza el pueblo.
En el punto más alto del pueblo se levanta la Fortezza (siglo XIV) en cuyo interior -lejos ya las belicosidades que justificaron su construcción- hay, como no, una enoteca que, aparte de vender caldos Brunello, se encarga de cobrar por subir a los baluartes.
Una vez ya en el pueblo se puede visitar el monasterio de San Agostino y su iglesia, el palazzo Vescovile (palacio episcopal), el duomo de San Salvatore y el Palazzo Comunale, en la Piazza del Popolo.
La fama del Brunello ha servido también para que diversos artistas inmortalicen en placas o láminas las mejores cosechas de cada cada año.
Texto y fotos: Javier Nebot
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