Abandonamos poco a poco Escocia -con pena- e iniciamos la vuelta hacia Inglaterra en un día lluvioso.
El Norte, aquí y allí, tiene eso, entre otras muchas cosas: cuando menos te lo esperas te puedes empapar de agua aun estando en pleno verano.
De camino hacia el sur, llegamos a Jedburg con idea de echar un vistazo a las ruinas de lo que otrora fue una impresionante abadía y para visitar la casa -muy sencilla- en la que la reina Mary de Escocia pasó cierto tiempo.
Aunque la abadía fue fundada en 1138, se conservan todavía in situ fragmentos de cantería celta, correspondientes a la estructura de una edificación anterior. Los agustinos vivieron, rezaron y trabajaron entre estos muros durante siglos, hasta que el furor destructor de los ingleses (no en vano se encontraba en una peligrosa zona fronteriza) dejó ésta y otras abadías y monasterios totalmente arrasados (a lo que habría que añadir, por descontado, los estragos causados por la reforma emprendida por Enrique VIII y que, en muchos casos, no dejaron piedra sobre piedra, todo a mayor gloria de Dios y de las arcas del Estado, claro).
Con todo, de los imponentes restos que quedan y de la elegancia de las estructuras que se mantienen todavía en pie después de cientos de años (de estilo románico de principios del siglo XII), se puede atisbar el esplendor que sin duda tuvo este lugar en el pasado y la importancia que debió tener su acción en la vida social y económica de la comarca.
Para visitar la abadía hay que ceñirse al horario de apertura al público que es de 9,30 a 17,30 h. del 25 de marzo al 30 de septiembre y de 10 a 16 h. del 1 de octubre al 24 de marzo.
El precio, en el momento de la visita, era de 5,50 libras.
Tanto la abadía como sus alrededores -al igual que la inmensa mayoría de los enclaves de este tipo que visitamos en nuestro viaje- están bastante cuidados y, desde luego, merecen ser visitados, incluso por aquellos que "pasan" de piedras e historia.
Allí, por lo que pudimos constatar en pleno agosto, no hay especial bullicio turístico ni incómodas aglomeraciones de personal.
Se respira paz y tranquilidad, dos cosas que, por lo general, suelen ser bastante escasas y por eso mismo deberíamos valorarlas más.
Jedburg es una población escocesa que se encuentra a unos dieciséis kilómetros de la frontera con Inglaterra y junto al río Jed Water, un afluente del rio Teviot.
Fue el rey David I de Escocia quien construyó, entre 1118 y 1138, el priorato que dio cobijo a los padres agustinos que provenían de Beauvais en Francia.
El rey Malcom IV murió entre sus muros siendo muy joven -24 años- debido, por lo que cuentan, a una religiosidad extrema que le llevaba a realizar unos ayunos proverbiales....que darían lugar a habladurías de santidad, pero que le llevaron a la tumba.
El castillo de la ciudad era una de las residencias ocasionales de la realeza escocesa, aunque en más de una ocasión fue cedido a los ingleses y, finalmente, acabó siendo demolido en 1409.
En Jedburg se encuentra también la casa en la que residió la reina María en 1566 y que, ahora, como no podía ser menos, es un pequeño museo, en honor a la dama.
Texto y fotos: Javier Nebot
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