Otra oportunidad para reflexionar sobre lo que debe germinar y crecer en nuestro corazón.
Con sencillez y sin oropeles.
Probablemente con recogimiento, como exige toda mirada interior y muy lejos de los bullicios y exigencias propias de las sociedades que solo veneran el consumo y desprecian todo encantamiento.
El Niño, con su inocencia y fragilidad, nos recuerda que se necesitan otras cosas, que el alma requiere otro tipo de "borracheras" y que si miramos con atención el Misterio (atención afectuosa si se puede) seguramente conectaremos con algo bastante más profundo de lo que imaginamos y que supera la alegría propia de una simple fiesta.
FELIZ NAVIDAD.
FELICES FIESTAS y , ¡como no!
Ilusiones y proyectos para el 2019.
Esculturas de la Catedral de Ävila.
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